25/11/2025
Afirmar que “la ansiedad es el problema” es una comodidad conceptual. La ansiedad, en sí misma, no es el enemigo: es el mensajero que incomoda porque trae lo que no queremos ver.
El asunto no es eliminar síntomas, sino entender qué los sostiene: ritmos de vida imposibles, exigencias que nadie firma pero todos cumplen, vínculos que exigen disponibilidad total, y un mercado que vende calma como si fuera una propiedad privada.
La psicología no puede reducirse a técnicas para “gestionar” emociones como quien reorganiza un escritorio.
La verdadera discusión es cómo desarmamos esa maquinaria cultural que produce cuerpos agotados y mentes en alerta permanente. Cómo formamos profesionales que no confundan adaptación con salud. Cómo creamos espacios donde la pregunta valga más que la productividad.
La ansiedad no es una falla individual. Es un efecto colectivo. Una señal de época. Un recordatorio de que vivir corriendo no es vivir, y que sostener ese ritmo tiene un costo que siempre paga el cuerpo.
Reconocer esto no es pesimismo. Es honestidad clínica y social.
Porque antes de enseñar técnicas de respiración, tal vez deberíamos preguntarnos:
¿quién nos dejó sin aire?
Lic. Javier Irusta