25/08/2025
Qué manía la nuestra de buscar las respuestas afuera.
Pero al final tampoco culpa nuestra: desde pequeños hemos aprendido a esperar a que alguien nos guíe, nos rescate, nos contenga.
El problema es que aquello que es natural y necesario en los niños, al no ser resuelto, se instala en nosotros y nos impide crecer, llevándonos a un estado inconsciente y permanente de dependencia.
Nos convertimos en adultos con niños pequeños dentro que culpan de sus males al mundo, a los otros, mientras vivimos la pesadilla de recrear las viejas heridas en distintos escenarios, variaciones cada vez más intolerables de las mismas y desgarradoras escenas.
Lo que ignoramos muchas veces es que la vida es sabia, y es necesario repetir para traer luz a esos patrones enraizados, a esas partes de nosotros que, desde la sombra, dominan nuestra existencia.
Repetir hasta el cansancio, hasta tal nivel de agotamiento que no nos queda otra alternativa que rendirnos y dejar que aflore lo que duele, lo que no podíamos ver, lo que nuestra mente ocultaba porque son memorias tan amenazantes que no nos era posible, antes de tiempo, sostenerlas.
Repetir hasta que un día nace desde adentro una fuerza que nos permite mirar la verdad con la luz implacable y transformadora de una nueva consciencia.
Así sanamos: no con soluciones rápidas, ni con consejos útiles, ni leyendo libros o siguiendo gurús que prometen la respuesta a todos nuestros problemas.
Porque si bien todo lo que exploramos en el camino suma, el verdadero giro sucede cuando podemos mirar al pasado y verlo, finalmente, de otra manera.
Con los ojos del adulto que hoy somos y, a la vez, volviéndonos hacia el niño que fuimos para escucharlo, protegerlo y abrazarlo con compasión, con amor y con paciencia.
Sabiendo que nuestra misión es transitar el camino espiralado que se nos propone, con valor y resiliencia; no la que nos hace duros y resistentes, sino la que nos invita a ablandar el corazón y el cuerpo para recibir con más apertura lo que la vida nos presenta.
Nuestro propósito real no es más que aprender a atravesar nuestros miedos, dolores y corazas, pelando las capas que nos defendieron y hoy nos encierran, dando pasos que nos acerquen cada vez más a nuestra versión más auténtica.