06/08/2023
Ocurre a menudo, en el campo de la pareja, que los perros salvajes que, según Nietzsche, debíamos escuchar para volvernos sabios, siguen ladrando en el sótano de cada uno: miedos, p***s, tristezas, deseos vehementes, enojos, envidias, celos, etcétera, todos derivados de las dificultades vividas en los vínculos amorosos primeros, que ya reflejan la temprana falta de confianza en el Ser y en el genuino amor. Inevitablemente, el encuentro de la pareja se organiza también en torno a la sintonía con los perros salvajes que ladran en el interior del otro, con las respectivas grietas e imperfecciones. Esto quiere decir que muchas veces en la pareja nos encontramos y engarzamos con el otro por sintonía con las respectivas dificultades. Como he apuntado, es muy común que se establezca un pacto implícito de cuidar el uno del otro en aquello que le es difícil, que puede situarlo en una posición de fragilidad. Por ejemplo: «yo me ocuparé de los sentimientos y tú de las acciones», o «yo soy fuerte y tú débil, así que yo me ocupo de que no tengas que afrontar tu propia fuerza ni yo mi propia debilidad», y mil etcéteras y combinatorias creativas. En ese caso, los miembros de la pareja se protegen, pero al mismo tiempo da lugar a una paradoja extraña: mientras se protegen, se impiden mutuamente el desarrollo.
Joan Garriga
del libro El buen amor en la pareja