SALUD Bienestar Y Nutrición

SALUD Bienestar Y Nutrición Cuidar nuestro cuerpo es esencial para nuestro bienestar y salud. El concepto de salud tiene directa

02/12/2025

Limpia riñones, hígado y pulmones. Asesino de bacterias. Toda la suciedad sale
Para seguir recibiendo mis recetas, solo debes decir algo… ¡Gracias!

02/12/2025

La osteoporosis debilita los huesos, reduce su densidad y aumenta el riesgo de fracturas. Para fortalecerlos, el cuerpo necesita calcio, magnesio, vitamina K, omega-3 y minerales esenciales.
Este batido combina ingredientes que nutren los huesos desde dentro y ayudan a mantenerlos fuertes y resistentes.

🌿 Ingredientes

1 taza de leche
(rica en calcio y vitamina D, esenciales para la estructura ósea)

1 taza de kale (col rizada)
(excelente fuente de vitamina K, vital para fortalecer huesos)

½ banano (guineo)
(rico en potasio, ayuda a mantener el calcio en los huesos)

1 cucharada de almendras
(aportan magnesio y boro, que mejoran la densidad ósea)

1 cucharada de semillas de chía
(fuente vegetal de calcio y omega-3 para proteger articulaciones)

👨‍🍳 Preparación

1. Lava el kale y corta el banano.

2. Agrega todos los ingredientes a la licuadora.

3. Licúa 45–60 segundos hasta obtener una mezcla suave.

4. Si deseas una textura más ligera, añade un poco más de leche o agua.

📌 Modo de uso

Tómalo en ayunas o como merienda saludable, 4–5 veces por semana, para ayudar a fortalecer los huesos y mejorar la densidad ósea.

02/12/2025
02/12/2025

Factores que pueden afectar la salud de distintos órganos

02/12/2025

LA RESISTENCIA A LA INSULINA EMPIEZA AÑOS ANTES DE QUE APAREZCA LA DIABETES

La diabetes tipo 2 no aparece de un día para otro. Antes de que la glucosa en sangre suba lo suficiente como para ser diagnosticada, el cuerpo puede pasar años —incluso más de una década— luchando silenciosamente contra un proceso llamado resistencia a la insulina. Durante este tiempo, el metabolismo se va deteriorando sin síntomas evidentes, mientras el páncreas trabaja en exceso para mantener la glucosa bajo control.

La resistencia a la insulina ocurre cuando las células del músculo, el hígado y el tejido adiposo comienzan a responder menos a la insulina, la hormona encargada de permitir que la glucosa entre a las células. Esto obliga al páncreas a producir cada vez más insulina para lograr el mismo efecto. Al inicio, el cuerpo logra compensarlo y los análisis de glucosa pueden seguir “normales”, pero internamente ya hay un desequilibrio metabólico significativo.

Este proceso temprano está impulsado por diversos factores: exceso de grasa abdominal, inflamación crónica de bajo grado, dieta alta en azúcares y ultraprocesados, sedentarismo, estrés sostenido y falta de sueño. Todos ellos provocan que las células pierdan sensibilidad a la insulina y que el cuerpo entre en un estado de hiperinsulinemia, un nivel elevado de insulina que se mantiene durante años.

Mientras tanto, el metabolismo comienza a mostrar señales sutiles: cansancio persistente, aumento de peso sin explicación clara, antojos constantes, dificultad para bajar grasa abdominal, sueño poco reparador, piel inflamada, acné adulto, digestión lenta o niebla mental. Aunque estos síntomas no se asocien inmediatamente con problemas metabólicos, suelen ser los primeros avisos de que la insulina ya no funciona correctamente.

Con el paso de los años, el páncreas empieza a agotarse. Sus células beta —encargadas de producir insulina— se deterioran por la sobrecarga constante. Cuando ya no pueden fabricar suficiente hormona para compensar la resistencia, los niveles de glucosa comienzan a subir. Es en este punto, tras años de lucha silenciosa, que aparece el diagnóstico de prediabetes o diabetes tipo 2.

La buena noticia es que la resistencia a la insulina es altamente reversible si se detecta a tiempo. Reducir el consumo de azúcar refinada, harinas procesadas y ultraprocesados disminuye los picos de glucosa. Aumentar la fibra, priorizar proteínas, grasas saludables y alimentos reales mejora la sensibilidad celular. Caminar 30 minutos al día, practicar ejercicio de fuerza y regular el sueño reduce los niveles de insulina en apenas semanas. Además, manejar el estrés mediante respiración profunda, pausas activas y técnicas de relajación disminuye el cortisol, hormona que empeora la resistencia a la insulina.

En conclusión, la resistencia a la insulina puede estar presente muchos años antes de que la diabetes sea visible en los análisis, deteriorando el metabolismo de forma silenciosa.
Detectarla y actuar temprano no solo previene la diabetes… también protege la energía, la salud cardiovascular y el bienestar a largo plazo.
Porque cuidar hoy tu sensibilidad a la insulina es evitar la diabetes del mañana.

02/12/2025
02/12/2025

Los nódulos tiroideos suelen descubrirse por casualidad, durante una ecografía de rutina o una consulta por molestias ajenas a la tiroides. Y aunque la palabra “nódulo” genera preocupación inmediata, su formación es mucho más común y menos alarmante de lo que muchos creen. Un nódulo no aparece de un día para otro; es el resultado de cambios progresivos en el tejido tiroideo que se desarrollan lentamente, casi siempre sin causar síntomas.

Todo comienza dentro de la glándula tiroides, un órgano pequeño pero muy vascularizado y activo. Con el tiempo, algunas zonas del tejido pueden crecer más de lo normal debido a estímulos hormonales, inflamación crónica, deficiencia de yodo o simple predisposición genética. Estas áreas de crecimiento focal forman pequeñas masas que pueden estar llenas de líquido, ser completamente sólidas o una combinación de ambas. La mayoría de estos nódulos son benignos y no alteran la función de la tiroides.

En muchos casos, el organismo forma nódulos como respuesta a una inflamación previa. Tras un episodio de tiroiditis —una inflamación que puede pasar desapercibida—, el tejido intenta repararse y regenerarse. Ese proceso de cicatrización puede dejar zonas endurecidas o pequeños quistes que, con el tiempo, se vuelven detectables. Son cambios naturales en un órgano que trabaja de manera constante regulando el metabolismo, la energía y la temperatura del cuerpo.

Sin embargo, no todos los nódulos se comportan igual. Algunos permanecen pequeños y estables durante años, sin producir hormonas ni causar molestias. Otros, llamados nódulos hiperfuncionantes, pueden empezar a producir hormonas tiroideas en exceso y generar síntomas como pérdida de peso, temblores, palpitaciones o intolerancia al calor. Son nódulos activos que alteran el equilibrio hormonal, y aunque suelen ser benignos, requieren vigilancia.

Una minoría de nódulos puede mostrar características más complejas: crecimiento rápido, bordes irregulares o alteraciones en su estructura interna. Estos hallazgos no significan automáticamente malignidad, pero sí indican que el nódulo debe estudiarse con mayor detalle. La ecografía y, en algunos casos, la biopsia con aguja fina permiten analizar sus características y descartar problemas más serios. La mayoría de los nódulos estudiados con biopsia resultan benignos, pero esta evaluación es esencial para actuar con tranquilidad y precisión.

Lo más importante es comprender que un nódulo tiroideo no es un diagnóstico por sí mismo, sino un hallazgo que refleja cómo ha reaccionado la glándula con el tiempo. Algunos son quistes inofensivos; otros son áreas de crecimiento benigno; unos pocos requieren tratamiento, control hormonal o vigilancia continua. La clave está en identificarlos, darles seguimiento y entender su comportamiento.

La tiroides rara vez envía señales tempranas cuando algo cambia en su estructura. No duele, no inflama el cuello de forma evidente y no altera la vida diaria, a menos que el nódulo crezca lo suficiente como para causar presión o afectar la función hormonal. Por eso, los controles periódicos son esenciales: permiten detectar estos cambios antes de que produzcan síntomas.

Comprender cómo se forman y qué significan realmente los nódulos tiroideos ayuda a perder el miedo inicial y a enfocarse en lo importante: evaluarlos, vigilarlos y actuar solo cuando es necesario. La mayoría no son peligrosos, pero todos merecen ser escuchados.

Recordatorio esencial:
Este contenido es educativo y no sustituye una consulta médica. Si notas un bulto en el cuello, cambios en tu voz o síntomas relacionados con la tiroides, busca una evaluación profesional.

01/12/2025

Es difícil decirlo pero un buen control de la diabetes seria con estos valores.

01/12/2025

En el intestino delgado, la fructosa industrial (jarabe de maíz) se absorbe en los enterocitos a través de transportadores GLUT5. Al interior de estas células, parte de la fructosa puede someterse a "fructólisis" y convertirse en glucosa mediante "gluconeogénesis".

La fructosa y la glucosa resultantes se translocan a la circulación a través de GLUT2 y viajan al hígado; en este órgano, la fructosa se metaboliza aún más y, en exceso, se asocia con mayor producción de glucosa, lipogénesis (formación de grasa) y esteatosis (hígado graso). La proteína ChREBP está involucrada en la regulación de estas vías metabólicas.

Una imagen muy entendible sobre el metabolismo del jarabe de alta fructosa en las células epiteliales del intestino delgado y el hígado.

01/12/2025

Cuando la presión interna del ojo empieza a subir, ocurre un proceso silencioso que puede dañar la visión de manera irreversible. El ojo parece un órgano pequeño y simple, pero en su interior existe un delicado sistema de producción y drenaje de un líquido llamado humor acuoso. Este líquido nutre las estructuras internas y mantiene la presión ocular estable. Sin embargo, cuando el drenaje se vuelve insuficiente o el líquido se produce más rápido de lo que puede salir, la presión comienza a aumentar lentamente dentro del globo ocular.

Al inicio, ese aumento de presión no provoca dolor ni molestias. No hay ardor, no hay visión borrosa evidente, no hay señales que alerten fácilmente al paciente. Pero mientras la persona sigue su vida con normalidad, la presión elevada empieza a comprimir una de las estructuras más importantes del ojo: el nervio óptico. Este nervio es el encargado de transmitir las imágenes desde la retina hasta el cerebro, y está formado por miles de fibras nerviosas extremadamente sensibles a los cambios de presión.

Cuando la presión ocular supera la capacidad de estas fibras para tolerarla, comienzan a dañarse de forma progresiva. Lo más engañoso es que el daño empieza por la periferia del campo visual. La persona no nota que está perdiendo visión en los bordes porque el cerebro compensa esa falta de información, rellenando los espacios vacíos sin que uno sea consciente. Mientras tanto, el nervio óptico va adelgazándose, debilitándose, perdiendo fibras que no se recuperan una vez destruidas.

A medida que el glaucoma avanza, los cambios se vuelven más profundos. Las fibras nerviosas dañadas dejan de enviar señales visuales y se forman áreas ciegas dentro del campo visual. Esto se conoce como escotomas. El problema es que estos “huecos” no aparecen de golpe; se desarrollan lentamente, de manera tan gradual que la mayoría de las personas no los nota hasta que el daño ya es significativo. Durante este periodo, la visión central sigue intacta, lo que crea una falsa sensación de seguridad.

El aumento persistente de presión continúa empujando contra la cabeza del nervio óptico, generando un desgaste que puede llegar a ser total si no se controla. Cuando la presión supera un punto crítico, el flujo sanguíneo hacia el nervio se reduce y las células ganglionares de la retina comienzan a morir. Aquí es cuando el glaucoma deja de ser un riesgo y se convierte en una realidad: la visión perdida no vuelve, y el proceso avanza si no se interviene de inmediato.

El ojo no envía señales de alarma tempranas. No duele, no arde, no presenta cambios dramáticos al inicio. Por eso, el glaucoma es llamado el “ladrón silencioso de la visión”. Solo cuando el daño está avanzado, la persona nota que ve menos, que choca con objetos, que algo ya no está bien. Pero para entonces, gran parte del nervio óptico ya está comprometido.

Comprender lo que ocurre dentro del ojo cuando la presión aumenta es fundamental para no confiar en la ausencia de síntomas. La única forma de detectar el glaucoma a tiempo es mediante controles periódicos, especialmente después de los 40 años o si existen antecedentes familiares. El nervio óptico no se regenera; lo que se pierde, se pierde para siempre.

Recordatorio esencial:
Este contenido es educativo y no sustituye una consulta médica. Si tienes antecedentes de glaucoma, presión ocular alta o cambios en tu visión periférica, busca una evaluación oftalmológica lo antes posible.

01/12/2025

Solo un vaso de este jugo Trata Arterias tapadas inversas y baja presión arterial alta...

01/12/2025

Qué pasa dentro de tus arterias cuando empiezan a llenarse de placas de grasa (aterosclerosis)

La aterosclerosis no aparece de un día para otro. No provoca un dolor súbito ni un síntoma evidente en las primeras etapas. De hecho, muchas personas viven años sin saber que, dentro de sus arterias, se está desarrollando un proceso silencioso que cambia por completo la forma en que la sangre fluye por el cuerpo.

Las arterias son tubos flexibles, elásticos, diseñados para transportar sangre rica en oxígeno a todos los órganos. Su interior es liso, como si fuera una autopista perfectamente asfaltada. Pero cuando la grasa, el colesterol y las sustancias inflamatorias comienzan a acumularse en sus paredes, esta superficie lisa empieza a perder su integridad.
Ahí nace la aterosclerosis: un proceso crónico que altera la estructura interna de la arteria, estrecha su diámetro y limita el paso de la sangre.

Dentro del cuerpo, esto no es un simple “depósito de grasa”. Cada placa que se forma genera inflamación, endurecimiento y debilitamiento del tejido arterial. Es como si pequeñas cicatrices fueran apareciendo por dentro, robándole flexibilidad a la arteria y obligando al corazón a trabajar con mayor fuerza para impulsar la sangre.

Con el tiempo, estas placas crecen y se vuelven cada vez más inestables. Algunas se calcifican y endurecen la arteria; otras permanecen blandas y vulnerables a romperse. Y ese punto es crítico: cuando una placa se fisura, el cuerpo reacciona formando un coágulo. Ese coágulo puede bloquear por completo el flujo sanguíneo en segundos.

Así ocurren muchos infartos y accidentes cerebrovasculares: no porque el corazón o el cerebro “fallen de repente”, sino porque una placa silenciosa se rompe y detiene el paso de la sangre de un momento a otro.

Mientras esto sucede, otros efectos internos se acumulan:

Los músculos reciben menos oxígeno, generando cansancio y dolor al caminar.

El corazón trabaja obligado, aumentando el riesgo de insuficiencia cardíaca.

La presión arterial se eleva por la rigidez arterial.

El cerebro recibe menos sangre, afectando memoria, agilidad mental y equilibrio.

La aterosclerosis es silenciosa, pero no es inevitable. Detenerla es posible: alimentación baja en ultraprocesados, reducción de azúcares simples, actividad física regular, control del colesterol, abandono del tabaco y chequeos médicos que permitan detectar el daño antes de que cause una emergencia.

Tus arterias no gritan, pero hablan con señales claras cuando ya están sufriendo: dolor en el pecho, falta de aire, mareos, cansancio extremo, dolor en las piernas al caminar. Escuchar esas señales es proteger tu corazón y tu vida.

Recordatorio esencial:
El contenido es informativo y no sustituye una consulta médica. Si presentas síntomas o factores de riesgo cardiovascular, acude a un profesional de salud para una evaluación personalizada.

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