08/02/2025
Soltar es un acto de valentía, un proceso que duele al principio porque significa dejar ir aquello que alguna vez pensamos que sería eterno. Nos aferramos a personas, a historias, a sueños que ya no florecen, con la esperanza de que, si cerramos los ojos con suficiente fuerza, el tiempo retrocederá y todo volverá a ser como antes. Pero la vida no funciona así. Sostener lo que ya no está destinado a quedarse solo nos lastima más, nos convierte en prisioneros de un pasado que no puede cambiarse.
Soltar no es olvidar ni minimizar lo que vivimos, tampoco significa negar el amor que se sintió. Es reconocer que, aunque hubo momentos hermosos, también hubo señales que nos mostraron que ese capítulo debía cerrarse. Es aceptar que no podemos controlar el destino ni obligar a alguien a quedarse cuando su camino ya no coincide con el nuestro. Y está bien. Porque soltar no es rendirse, sino liberarse.
Cuando finalmente te permites dejar ir, algo mágico ocurre: el espacio que antes ocupaba el dolor comienza a llenarse de calma. La vida te susurra que hay nuevas historias por escribir, nuevos comienzos esperando ser descubiertos. Soltar es una forma de sanar, de hacerle un favor al corazón para que vuelva a latir sin cargas, sin resentimientos. Y aunque no sea fácil, es el primer paso para recuperar la paz que tanto mereces.