15/09/2025
Dicen que yo era masculina… pero no, hija. Fui una niña sensible, delicada, que tuvo que aprender a endurecerse porque nadie cuidó de su ternura. Me hice dura, fría, hasta un poco inaccesible, y lo hice para sobrevivir, para proteger lo más sagrado de mí misma. Esa energía dura que llevé no nació conmigo; la tejí para decirle al mundo: “Aquí estoy, aunque por dentro todo tiemble”. Muchos no entendieron mi armadura, me señalaron, me dijeron intensa, complicada, hasta fría, pero esa fuerza fue mi salvación, mi escudo, mi manera de no desaparecer.
Mírate ahora: sigo de pie. Cada cicatriz, cada lágrima, cada batalla que enfrenté sola, me trajeron hasta aquí. Lo que pocos saben es que ya no estoy en peligro. Ya no necesito ocultar mi dulzura ni mi picardía, mi femineidad puede respirar sin miedo, puede jugar, puede brillar. Puedo ser tierna y provocativa, fuerte y delicada, sin que eso sea un error. Puedo reír, besar, tocar, mirar, sentir… sin esconder nada, porque ahora todo mi ser está protegido y completo.
La niña que fui no era fría ni rara; fue valiente, audaz, guerrera en silencio, y tuvo el coraje de proteger lo más íntimo de sí misma hasta que llegara este momento: el momento de abrazarme completa, con mi fuego y mi agua, con mi fuerza y mi ternura, con mi deseo y mi sensibilidad. Hoy le digo a esa niña: gracias por salvarme. Gracias por mantenerme viva. Ahora yo me encargo. Ahora soy fuerte, libre, sensual y completa. Y si tú también sentiste que tuviste que disfrazarte de fuerte para sobrevivir, si alguna vez escondiste tu ternura, tu fuego o tu picardía, repite conmigo: “Soy fuego y soy ternura. Soy completa y soy libre.” Porque juntas recordamos que podemos ser fuertes, sensibles y sensuales al mismo tiempo.