19/10/2025
Esta mañana he estado en una ceremonia católica, una "misa de salida", que se realiza una semana después de un funeral, para las personas que no han podido asistir al mismo, y quieren acompañar a los allegados del fallecido.
El sacerdote ha hecho hincapié en que es necesaria la oración diaria, porque sin ella, es muy fácil perderse en el camino. Y ha explicado que “perderse” no es otra cosa que creer que puedes obtener sentido en tu vida exclusivamente por tus propios medios, tu propia fuerza de voluntad.
Implica que el verdadero sentido para una persona cristiana pasa por dejarse en manos de Dios, tomando como ejemplo la figura de Jesús. Y todo ello gracias al impulso constante de la Vida, expresada como respiración y Aliento de Vida (Espíritu Santo, Ki, Chi, Prana, Ruah…)
Era una parroquia de barrio, muy modesta, situada en una lonja, pero transpiraba comunidad. Y las palabras del sacerdote llamaban a vivir la experiencia de Dios a través de Jesús. En el cristianismo, Dios es la Totalidad, lo inefable, Jesús es la persona que busca esa Totalidad, y que solo la alcanza cuando rinde su personalidad, su ego, y se deja en sus manos, sin ninguna garantía de éxito. Entonces aparece la persona transformada, el Cristo, Dios hecho forma humana. En términos budistas, se diría que el Vacío es forma y la forma es Vacío (debemos entender que se trata de un "Vacío" que no es nihilista, sino una ausencia de ego en la que se manifiesta la verdadera esencia del ser humano).
Cuando la persona se tira al agua sin chaleco salvavidas, confiando en la ternura y la sabiduría del océano, acaba descubriendo que flota por sí misma, porque la verdadera naturaleza del océano, para un ser humano, es flotar, nadar, pescar, viajar, obtener energía de las olas, mientras que el miedo a no flotar, o las cargas que hemos acumulado, pueden hacer que nos hundamos.
Por eso es vital confiar, y dejar ir las cargas. Cuando la persona (Jesús) se deja en manos de la Totalidad (Dios), pasa a encarnar esa Totalidad en su vida cotidiana, y se manifiesta la verdadera Persona (el Cristo). Entonces se puede llegar a comprender hasta el tuétano esas palabras de los maestros Zen Bankei e Ippen: “Ya no hay un yo que camina, duerme o come, es el Gran Buda el que camina, come y duerme a través de mí”. La misma experiencia -porque es universal- de San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí”.
Es el mismo mensaje del Zen, o al menos del Zen que me han enseñado, el que ha llegado a tocar mi corazón. En ese Zen, la práctica no es la oración, sino la meditación. Y concretamente en el Zen Rinzai, el trabajo con los Kôan.
Donde las teologías difieren y tienden a la separación, las místicas confluyen hacia la Unidad.
Da igual las experiencias fuera de lo ordinario que hayas tenido. Si no conectas con tu interior centro cada día, si no rindes tu ego para dejarte en manos de algo superior que no puede ser descrito o analizado, pero que puede ser vivido, seguirás permanentemente manipuladx por tus emociones y pensamientos, sin que apenas te des cuenta.
Si quieres llegar a despertar, raramente hay atajos.