30/09/2025
Durante milenios, la humanidad ha navegado una era marcada por lo instintivo, lo visceral y lo reactivo. Fuimos criaturas impulsadas por emociones desbordadas, por el fuego salvaje de pasiones que nos moldearon y, al mismo tiempo, nos encadenaron. Ahora, sin embargo, se abre ante nosotros un umbral luminoso: el tránsito hacia una era pragmática, racional y científica, no como imposición de la fuerza, sino como un llamado inevitable, una necesidad urgente frente a la tormenta de información, frecuencias y energías que ya comienza a envolver la Tierra y la dimensión que habitamos.
Esta no será una transición de hierro ni de cadenas, sino de lucidez. La razón se alzará como el cinturón de seguridad mental que nos permitirá sobrevivir al vértigo de la velocidad con que la realidad se transformará. Igual que un astronauta se entrena antes de rozar la velocidad de la luz, la humanidad deberá abrocharse el cinturón con disciplina intelectual, escepticismo fértil y método científico. Quien lo haga, no se enfrentará al caos, sino que aprenderá a surfearlo.
La nueva era no llega para anular la magia, sino para revelarnos que la verdadera magia siempre fue ciencia no comprendida. Los milagros que tanto veneramos no eran ilusiones, sino destellos de leyes universales aún ocultas. Entonces se descorrerá ese velo. Lo imposible dejará de ser un suspiro místico para convertirse en ecuación, en tecnología y poder creador.
Sois libres de subir a este tren y sois libres de abandonarlo. El libre albedrío seguirá siendo la brújula suprema, la chispa que otorga sentido al viaje. Pero recordad: el tren avanza, con o sin nosotros. La humanidad entra en la era de lo inconmensurable. No será magia contra ciencia: será la fusión de ambas, en la aurora de un mundo donde lo extraordinario será, al fin, cotidiano.