Manuel Tapia Molina

Manuel Tapia Molina Salud, felicidad, integridad en principios y espiritualidad, para la buena realización del hombre.

30/09/2025

CABELLOS BLANCOS, OJOS COMO LLAMA DE FUEGO, VOZ DE GRANDES AGUAS

Apo. 1:14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego;

Sus cabellos eran blancos: Experiencia, sabiduría, propia de la edad y la pureza moral.
Ojos como llama de fuego: Significa poder para ver lo escondido en el corazón, para verlo todo y poner en tensión una situación o persona, para que se elimine su escoria y quede refinado como el noble metal.

Los cabellos blancos siempre han representado dos cosas: Experiencia o sabiduría, propia de la edad y pureza moral y espiritual. En la Biblia, las canas blancas representan experiencia y sabiduría, por lo que se mandaba a todos así: Lev. 19:32 “En presencia de las canas te pondrás en pie, honrarás la presencia de un anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo, YHWH”. La pureza moral también se representa en la Palabra con el color blanco; David, tras su gravísimo pecado, clamó a YHWH, pidiéndole que le blanqueara: Sal 51:7 “¡Purifícame con hisopo y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve!”

La llama de fuego en los ojos, significa poder para ver lo escondido en los corazones, poder para verlo todo en cada uno que se llame cristiano, durante la noche que atraviesa la humanidad. Jesús lo ve todo. Tal es la cualidad de visión que posee ahora nuestro Señor Jesucristo, “en el día del Señor”, el tiempo en que se sitúa la Revelación que estamos comentando. YHWH le ha concedido a Jesús esa gracia o capacidad, que él mismo también tiene, Sal 11:4: “YHWH está en su Santo Templo, YHWH tiene en los cielos su Trono. Sus ojos observan, sus párpados examinan a los hijos del hombre”.

Adicionalmente, los ojos de “llama de fuego”, pueden indicar que, además de escudriñar el corazón de los hombres, cosa que alcanza a hacer Jesús, puede calentar, poner en tensión una situación o persona, para que se elimine la escoria y quede refinado como el noble metal. Como nos dijo Pedro, el apóstol: 1 Ped. 1:6, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 1 Ped. 1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Las dificultades y aflicciones ponen de relieve nuestras impurezas, las cuales ve muy bien Jesús, para que también nosotros las veamos mejor y las eliminemos, porque el Espíritu santo nos convence de pecado: “Cuando venga convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Juan 16: 7,8. Las pruebas son comparables al fuego, al que se somete el oro bruto, para que suelte la escoria y se purifique. La fe vale la pena someterla a las pruebas, porque es más valiosa que el oro; porque el oro es perecedero, pero la fe es para siempre, eterna, y nos puede llevar a la riqueza de la inmortalidad: 1 Ped. 1:4 “Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible (que no se marchita), reservada en los cielos para vosotros”. Por esto se nos permiten las pruebas. Es la razón de que, aunque YHWH es Todopoderoso, permite que nosotros los cristianos fieles hayamos de soportar situaciones penosas en esta vida; porque a más situaciones penosas, tanto más se purifica nuestra fe. Las pruebas nos serán dolorosas al principio, pero después producirán en nosotros una fe inquebrantable, una fe purificada como el oro, como el oro refinado, que se ha limpiado de sus impurezas, brillando mejor.

La herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible que tenemos reservada en los cielos, merece bien que superemos todo tipo de prueba y que nos purifiquemos. Gracias a Dios, nuestro Padre YHWH, permite nuestras pruebas, pero también nos ayuda a sobrellevarlas. ¡Qué gloriosa esperanza tenemos! Esforcémonos por alcanzarla, porque solo al final se podrá decir que tal o cual persona alcanzó la salvación, solo al final. Aunque ahora podemos pensar que ya estamos salvos, y podemos estar en condición de salvos, pero pudiéramos perder ese estado de salvación, si dejamos caer nuestra fe y nos precipitamos a la infidelidad. Tenemos libre albedrío, por lo que pudiéramos escoger olvidarnos de la fe y de nuestro buen Padre Celestial. La consecuencia sería que YHWH mismo aceptaría nuestra renuncia y nos dejaría, aunque siempre estaría esperando nuestra vuelta, como lo mostró Jesús en su metáfora del hijo pródigo. Así lo sugiere Pedro: 1 Ped. 1:5 “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para una salvación posterior, un tiempo que habrá de llegar; “para alcanzar la salvación… preparada para ser manifestada en tiempo postrero”, nos dice; la salvación es algo que se alcanzará definitivamente al final, si la alcanzas, si la consigues “perseverando hasta el fin”.

La salvación es una meta que podremos alcanzar o realizar, cuando Cristo vuelva, en el tiempo postrero. El acabar salvándonos, dependerá de que perseveremos fieles hasta el fin, como dijo Jesús: “El que haya aguantado hasta el fin, será salvo”. Mientras somos fieles, estamos en estado aprobado. Mejor estar siempre en estado de aprobados porque, con sus “ojos de llama de fuego”, a Jesús no se le escapa nada. No olvidemos que, aunque Jesús volverá con “poder real”, también está presente, hoy día, porque dijo: “Estoy con vosotros todos los días, hasta la conclusión”. O sea, que nos está observando. Se le vio correctamente en medio de los candeleros, en medio de las iglesias. Por esto dice el texto que consideramos: “sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego”. Es la llama de fuego que escudriña, que funde el duro metal, y que puede ponernos en tensión cuando nos desviamos; todo con el propósito de que nos volvamos purificados. Algunos hemos experimentado esto, hemos probado esa llama de fuego de los ojos de Jesús, por habernos desviado. Jesucristo consigue muchas veces que nos volvamos de la conducta necia y pecaminosa y que nos purifiquemos.

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