03/11/2025
A veces la vida se parece a esta imagen.
Es un contraste poderoso: un gigante pensador —símbolo de la mente racional, el intelecto que analiza y separa— frente a una figura femenina pequeña, luminosa, que parece ofrecer algo, quizás una llama, una pregunta o un gesto de vida. Es el eterno diálogo entre el pensamiento y el alma, entre la razón y la presencia, entre la cabeza y el corazón.
Desde el Ta**ra, podríamos decir que este encuentro representa el instante en que la consciencia (Shiva) se inclina ante la energía (Shakti). El pensador —firme, petrificado, musculoso pero inmóvil— contempla, pero no vive. Ella —ligera, danzante, viva— porta la chispa que podría devolverle el movimiento.
Así nos sucede a diario: pensamos demasiado y sentimos poco. Construimos fábricas de ideas donde ya no entra la luz. Vivimos dentro de un ruido mental que fabrica respuestas pero olvida el cuerpo, el pulso, la respiración.
El Ta**ra nos recuerda que la vida no se entiende, se encarna. Que no basta con pensar el amor, hay que respirarlo. Que la sabiduría no nace de acumular pensamientos, sino de rendir la cabeza ante la experiencia viva del instante.
El día en que la mente aprenda a inclinarse ante la vida —como ese gigante ante la llama de lo femenino— empezaremos a recordar que no estamos aquí para comprenderlo todo, sino para sentirlo todo.
Y entonces, el pensamiento dejará de ser una cárcel y se convertirá en un templo.
**ra