22/08/2025
Sobre las parejas
Fragmento del brillante libro “El hueso de un análisis” de Jacques Alain-Miller:
La pareja-síntoma del hombre tiene la forma del fetiche, mientras que la pareja-síntoma del parlêtre femenino tiene la forma erotomaníaca. Esto se ve en el pase: al comienzo los hombres tienen que resolver la cuestión del fantasma, la forma fetiche que sus fantasías imponen a la pareja, mientras que, en sus comienzos, el parlêtre femenino tiene que resolver la cuestión del amor, eso es, la erotomanía. Y de la misma manera que la Biblia dice: “…el hombre tendrá Sodoma y la mujer tendrá Gomorra”. Podríamos creer que hay una maldición que diría que: el hombre tendrá el fetiche y la mujer la erotomanía.
El modo de g***r de la mujer exige que su pareja le hable y la ame. Para ella el amor está tejido en el goce y es preciso fundamentalmente que la pareja sea Ⱥ, que él sea aquél al que le falta alguna cosa, y que esa falta lo haga hablar. Sin duda, existe un cambio de época. La mujer tiene hoy más libertad que la que tenía antes, pero nada cambia en la estructura por ello. Para el hombre su modo de g***r exige que su pareja responda a un modelo y eso puede ir hasta la exigencia de un pequeño detalle, de un detalle pequeño a. Me acuerdo de un analizante que perseguía la meta de encontrar en una mujer un cierto pliegue entre la base de la nariz y la boca. Otro que exigía de su pareja-síntoma una precisa forma de trasero que sólo podía descubrir después de ir a la cama, si esta condición no está, no le pasa nada, no consigue nada. El goce masculino puede ser sostenido por el silencio. Es lo que se encuentra realizado con toda claridad en la homosexualidad masculina, en la que la pareja síntoma puede ser localizada y seducida sin palabras. Eso se realiza también en la relación con la pr******ta y también en la masturbación, que ocupa en el hombre un lugar mucho más importante. Para el hombre, el goce siempre tiene algo de limitado, de circunscripto, de localizado y de contabilizable.
Del lado femenino, el parlêtre impone a la pareja una forma distinta en función de lo ilimitado del goce. Para entenderlo pensemos en el papel central de la demanda de amor en la sexualidad femenina. La demanda de amor desempeña en la sexualidad femenina un papel incomparable con el masculino. La demanda de amor comporta en sí misma un carácter absoluto y una tendencia hacia el infinito que es manifiesta en el hecho que el Todo no está formado, el Todo no hace Uno y eso se abre hacia el infinito, más allá de todo lo que puede ofrecérsele como prueba. Es una demanda que incide sobre el ser de la pareja y que deja al desnudo su forma erotomaníaca. La de que el otro la ame.
Lacan empleo una vez este término, erotomanía femenina. Lacan fue alumno del psiquiatra Clérembault, que aisló el síntoma de la erotomanía psicótica. No es casualidad que Lacan hable de erotomanía, estaba también presente en el caso del Presidente Schreber, para quien era Dios quien lo amaba, quien lo perseguía con su amor y es exactamente por ahí que Schreber es empujado a la posición femenina, es lo que produce el efecto de “empuje a la mujer” en este caso. Por eso Lacan puede correlativamente decir que todas las mujeres son locas. Todas las mujeres son locas porque ellas tienen como pareja el Ⱥ—voy a ser mal visto después de esto si subrayo demasiado que todas las mujeres son locas. Lacan corrigió esto mismo diciendo que ellas no son locas del todo, que no son para nada locas [aquí tenemos un juego de palabras, pas de tout]. Yo voy a corregirlo de otra forma: todas las mujeres son locas, sin duda, porque la pareja es esa Ⱥ que está por detrás de ellas, pero todos los hombres son brutos, embrutecidos por el detalle de su fantasma. Todos los hombres están embrutecidos excepto los hombres analizados. (Risas)
Entonces, para la pareja del parlêtre femenino hay dos axiomas que debemos guardar en el espíritu si no queremos ser embrutecidos. Primero, para amar es preciso hablar, el amor es inconcebible sin la palabra, justamente porque amar es dar lo que no se tiene y no se puede dar lo que no se tiene a no ser hablando, porque es hablando que damos nuestra falta en ser. Tanto mejor cuando hablamos de amor, pero no es de manera alguna necesario, ya que hay mujeres que se satisfacen muy bien si la pareja las critica, con tal de que él hable. El verdadero problema del lado femenino es forzar al hombre a hablar, en lugar de mirar la televisión, leer el diario, o ir al partido de fútbol. Las más inteligentes van con ellos al fútbol. Además para el hombre es mejor hablar, porque si él no habla va a ser ella quien lo haga y para reclamarle que hable. Segundo axioma, para g***r es preciso amar. Ésta es verdaderamente una exigencia del lado femenino y podría escribir la secuencia: hablar, amar, g***r. Del lado femenino, no se puede g***r sino del habla, con preferencia del habla de amor. He aquí un matrimonio moderno del cual me hablaron recientemente. Es un matrimonio que dura desde hace veinte años, se puede decir que fue duradero, la única particularidad es que el marido vive en una ciudad y la mujer en otra. Se ven cada seis meses. ¿Cómo se mantiene el matrimonio? Porque el marido la llama todos los días. Otro ejemplo, una mujer que se queja de que su marido hace poco el amor con ella. Ella se queja de eso, pero después de veinte años el lazo se mantiene; ¿serán solamente los niños los que sustentan ese lazo? Después de mucho tiempo escuchándola en análisis no me parece, para mí eso se esclareció el día en que ella me hizo saber que su marido habla siempre bien de ella y, es por eso que se sostiene.
El hombre a su turno, puede g***r sin palabras y sin amor, pero es en fin, una pequeña cuota de goce. El resultado es que el hombre siempre es un monstruo y la mujer es siempre una “pesada”, en todo caso son estas las recriminaciones que cada s**o hace al otro. En fin la erotómana pesada es aquella que no puede impedirse hacer la pregunta: ¿me amas…?, escrutando el amor del otro, porque ella goza por amor. Puede ser también que acontezca que la pareja hable mal de ella o que la insulte; expuse un caso en mi curso, pero lo que cuenta es que él le hable. Logramos percibir, escuchando mujeres en análisis, hasta qué punto ellas están apasionadamente ocupadas de lo que se dice de ellas y especialmente de lo que dice de ellas el hombre que las ama y es así que, un tal análisis, sigue el ritmo de las palabras de la pareja, que nunca son aquellas que a ellas les gustaría oír.