Enlace Psicoanalista

Enlace Psicoanalista Esto no es un aviso comercial, el psicoanálisis no es una mercancía de la sociedad de consumo, apuesta por el inconsciente y su desciframiento.

El síntoma (lo que no sabe), le dice algo a cada persona de su singularidad, que es correlativo a la verdad.

Sobre la histeria
23/09/2025

Sobre la histeria

La histérica quiere un hombre que sea un amo, que sepa muchas cosas. Pero sin embargo que no sepa tanto como para no creer que es ella el premio supremo de todo su saber, es decir que quiere un amo sobre el cual ella reine: ella reina y él no gobierna.

Seminario XVII

Sobre el masoquismo
03/09/2025

Sobre el masoquismo

El masoquismo es lo mayor del goce que da lo Real.

¿Cómo promover la distinción de lo verdadero y de lo Real? En Freud - esto es patente, es incluso así que se ha orientado - lo verdadero produce placer, y es precisamente lo que lo distingue de lo Real.
Es precisamente ahí donde yo distorsiono algo de Freud: yo intento observar que el goce es de lo Real. Eso me arrastra a gran cantidad de dificultades. Ante todo, porque está claro que el goce de lo Real comporta el masqouismo - eso de lo que Freud se dio cuenta y evidentemente no es de ese paso que él había partido, él lo descubrió, no lo había previsto. El masoquismo es en fin, lo mayor del goce que da lo Real.

Jacques Lacan Seminario XXIII

29/08/2025
28/08/2025

Carta de Freud a Martha Bernays

Sobre las parejas
22/08/2025

Sobre las parejas

Fragmento del brillante libro “El hueso de un análisis” de Jacques Alain-Miller:

La pareja-síntoma del hombre tiene la forma del fetiche, mientras que la pareja-síntoma del parlêtre femenino tiene la forma erotomaníaca. Esto se ve en el pase: al comienzo los hombres tienen que resolver la cuestión del fantasma, la forma fetiche que sus fantasías imponen a la pareja, mientras que, en sus comienzos, el parlêtre femenino tiene que resolver la cuestión del amor, eso es, la erotomanía. Y de la misma manera que la Biblia dice: “…el hombre tendrá Sodoma y la mujer tendrá Gomorra”. Podríamos creer que hay una maldición que diría que: el hombre tendrá el fetiche y la mujer la erotomanía.

El modo de g***r de la mujer exige que su pareja le hable y la ame. Para ella el amor está tejido en el goce y es preciso fundamentalmente que la pareja sea Ⱥ, que él sea aquél al que le falta alguna cosa, y que esa falta lo haga hablar. Sin duda, existe un cambio de época. La mujer tiene hoy más libertad que la que tenía antes, pero nada cambia en la estructura por ello. Para el hombre su modo de g***r exige que su pareja responda a un modelo y eso puede ir hasta la exigencia de un pequeño detalle, de un detalle pequeño a. Me acuerdo de un analizante que perseguía la meta de encontrar en una mujer un cierto pliegue entre la base de la nariz y la boca. Otro que exigía de su pareja-síntoma una precisa forma de trasero que sólo podía descubrir después de ir a la cama, si esta condición no está, no le pasa nada, no consigue nada. El goce masculino puede ser sostenido por el silencio. Es lo que se encuentra realizado con toda claridad en la homosexualidad masculina, en la que la pareja síntoma puede ser localizada y seducida sin palabras. Eso se realiza también en la relación con la pr******ta y también en la masturbación, que ocupa en el hombre un lugar mucho más importante. Para el hombre, el goce siempre tiene algo de limitado, de circunscripto, de localizado y de contabilizable.

Del lado femenino, el parlêtre impone a la pareja una forma distinta en función de lo ilimitado del goce. Para entenderlo pensemos en el papel central de la demanda de amor en la sexualidad femenina. La demanda de amor desempeña en la sexualidad femenina un papel incomparable con el masculino. La demanda de amor comporta en sí misma un carácter absoluto y una tendencia hacia el infinito que es manifiesta en el hecho que el Todo no está formado, el Todo no hace Uno y eso se abre hacia el infinito, más allá de todo lo que puede ofrecérsele como prueba. Es una demanda que incide sobre el ser de la pareja y que deja al desnudo su forma erotomaníaca. La de que el otro la ame.

Lacan empleo una vez este término, erotomanía femenina. Lacan fue alumno del psiquiatra Clérembault, que aisló el síntoma de la erotomanía psicótica. No es casualidad que Lacan hable de erotomanía, estaba también presente en el caso del Presidente Schreber, para quien era Dios quien lo amaba, quien lo perseguía con su amor y es exactamente por ahí que Schreber es empujado a la posición femenina, es lo que produce el efecto de “empuje a la mujer” en este caso. Por eso Lacan puede correlativamente decir que todas las mujeres son locas. Todas las mujeres son locas porque ellas tienen como pareja el Ⱥ—voy a ser mal visto después de esto si subrayo demasiado que todas las mujeres son locas. Lacan corrigió esto mismo diciendo que ellas no son locas del todo, que no son para nada locas [aquí tenemos un juego de palabras, pas de tout]. Yo voy a corregirlo de otra forma: todas las mujeres son locas, sin duda, porque la pareja es esa Ⱥ que está por detrás de ellas, pero todos los hombres son brutos, embrutecidos por el detalle de su fantasma. Todos los hombres están embrutecidos excepto los hombres analizados. (Risas)

Entonces, para la pareja del parlêtre femenino hay dos axiomas que debemos guardar en el espíritu si no queremos ser embrutecidos. Primero, para amar es preciso hablar, el amor es inconcebible sin la palabra, justamente porque amar es dar lo que no se tiene y no se puede dar lo que no se tiene a no ser hablando, porque es hablando que damos nuestra falta en ser. Tanto mejor cuando hablamos de amor, pero no es de manera alguna necesario, ya que hay mujeres que se satisfacen muy bien si la pareja las critica, con tal de que él hable. El verdadero problema del lado femenino es forzar al hombre a hablar, en lugar de mirar la televisión, leer el diario, o ir al partido de fútbol. Las más inteligentes van con ellos al fútbol. Además para el hombre es mejor hablar, porque si él no habla va a ser ella quien lo haga y para reclamarle que hable. Segundo axioma, para g***r es preciso amar. Ésta es verdaderamente una exigencia del lado femenino y podría escribir la secuencia: hablar, amar, g***r. Del lado femenino, no se puede g***r sino del habla, con preferencia del habla de amor. He aquí un matrimonio moderno del cual me hablaron recientemente. Es un matrimonio que dura desde hace veinte años, se puede decir que fue duradero, la única particularidad es que el marido vive en una ciudad y la mujer en otra. Se ven cada seis meses. ¿Cómo se mantiene el matrimonio? Porque el marido la llama todos los días. Otro ejemplo, una mujer que se queja de que su marido hace poco el amor con ella. Ella se queja de eso, pero después de veinte años el lazo se mantiene; ¿serán solamente los niños los que sustentan ese lazo? Después de mucho tiempo escuchándola en análisis no me parece, para mí eso se esclareció el día en que ella me hizo saber que su marido habla siempre bien de ella y, es por eso que se sostiene.

El hombre a su turno, puede g***r sin palabras y sin amor, pero es en fin, una pequeña cuota de goce. El resultado es que el hombre siempre es un monstruo y la mujer es siempre una “pesada”, en todo caso son estas las recriminaciones que cada s**o hace al otro. En fin la erotómana pesada es aquella que no puede impedirse hacer la pregunta: ¿me amas…?, escrutando el amor del otro, porque ella goza por amor. Puede ser también que acontezca que la pareja hable mal de ella o que la insulte; expuse un caso en mi curso, pero lo que cuenta es que él le hable. Logramos percibir, escuchando mujeres en análisis, hasta qué punto ellas están apasionadamente ocupadas de lo que se dice de ellas y especialmente de lo que dice de ellas el hombre que las ama y es así que, un tal análisis, sigue el ritmo de las palabras de la pareja, que nunca son aquellas que a ellas les gustaría oír.

21/08/2025

EL GOCE QUE SE ESPERA Y EL QUE NOS DESESPERA
Al hablar del goce nos vemos llevados a esa fractura inevitable que se produce entre lo que se espera y lo que se obtiene. La diferencia entre lo buscado y lo encontrado es tan esencial, tan definitiva y radical que el goce esperado es imposible de obtener mientras que el goce encontrado es imposible de evitar.
Hay una escena clave en la película titulada “Las amistades peligrosas” de Stephen Frears , en la que el vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor amoral y depravado, se presta al juego que le propone la perversa y fascinante Marquesa de Merteuil (Glenn Close) y después de corromper la pureza de Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), una virtuosa mujer casada, acepta el reto de Merteuil de abandonarla sin explicaciones. Tratando de ganar la apuesta, rompe con Md de Tourvel utilizando repetidamente una sola frase: “no puedo evitarlo”. Con esas palabras el vizconde no solo destruye la vida de una mujer que lo amaba sino la suya propia en la medida en que, sin esperarlo y fuera de todo calculo, él mismo se había enamorado. Esta escena ilustra dos características del goce en el ser hablante: su imposición inevitable y su potencia devastadora. Pero también nos muestra como el amor es de otro orden, se trata de una contingencia inesperada que podría haber contrarrestado la lógica implacable del goce inútil y destructivo.
El ser hablante entretiene sus días cultivando una fantasía cargada de esperanzas que alimentan la ilusión por un porvenir ideal en el que se dibuja un horizonte de felicidad. Vamos al trabajo por obligación mientras que imaginamos las posibles alternativas que nos permitirían llevar otro tipo de vida. ¿Quién no ha tenido la fantasía de todo lo que podría hacer o dejar de hacer si le tocase la lotería o si encontrara el amor de su vida, el príncipe azul para unxs, la mujer guapa, joven y rica para otrxs?. Lo interesante es que mientras nos adormecemos con estas expectativas nuestra vida transcurre en la insatisfacción, entre el cansancio y el aburrimiento, cuando no la depresión y la angustia. Por supuesto que hay momentos de felicidad y de placer, pero son tan efímeros y parciales, que funcionan con la desproporción que tiene el mes de vacaciones respecto a los once restantes. Desproporción que nos obliga a aprovechar el ansiado tiempo libre para disfrutar a tope (sabemos cual suele ser el saldo de semejante imperativo).
La mayor paradoja del deseo es que el ser hablante experimenta el profundo sentimiento de haber perdido aquello que jamás tuvo: La experiencia de un satisfacción plena e incomparable que no es mas que un mito. Como dice Serrat: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido”
Nunca el goce hallado coincide con el anhelado, incluso si en alguna situación de nuestra vida hemos conseguido alcanzar una sensación lograda de felicidad, no podremos repetirla a voluntad. Uno puede haber sido tan feliz en un lugar como para no querer volver jamás, pero también puede intentar volver infructuosamente. Probemos a repetir esa experiencia de felicidad creando las condiciones idóneas: volvamos al mismo escenario, reproduzcamos idénticas circunstancias, reconstruyamos cada uno de los detalles y veremos que la repetición en este plano es imposible. Goethe lo intentó y fracasó.
El Lacan de la última etapa de su vida cierra el camino a toda esperanza respecto al goce pleno, pero nos abre una salida para no caer en la desesperación cuando dignifica la función del amor como la valentía ante el fatal destino del ser hablante. El verdadero amor, el que va mas allá de los espejismos narcisistas, no se produce entre dos seres ideales sino entre dos exiliados que por un momento encuentran un refugio común. Si ese amor resiste el embate del goce solitario de cada uno de los componentes de la pareja, podemos augurarle un buen porvenir. Si, por el contrario, se enroca en el rechazo al modo de g***r del otro, que nunca coincidirá con el propio, es probable que se convierta en la mayor fuente de desesperación. Todo dependerá de la posición que como sujeto hayamos adquirido respecto a la ausencia de proporción sexual pues la fortuna hay que cazarla al vuelo y mantenerla, pero eso solo puede hacerlo alguien que se ha podido despojar de la esperanza de la completud.

Rosa Maria López /psicoanalista

14/08/2025

Sobre el tratamiento psicoanalítico

01/07/2025

Mabel y Rubén

Sobre la educación
17/06/2025

Sobre la educación

«Nuestros "malos alumnos" (de los que se dice que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado.
Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. En realidad, la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada.
Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo».

«Mal de escuela», de Daniel Pennac

Fuente: https://capitulocuarto.com/2017/09/06/mal-de-escuela-daniel-pennac/

🔹Sobre el autor.

Daniel Pennac, prestigioso escritor francés y profesor durante años, fue un pésimo estudiante en su niñez. Y es desde este punto de vista, el del “zoquete” como él se autodenomina, desde el que en su libro «Mal de Escuela» (Mondadori, 2008) describe su paso por las aulas, el sufrimiento y la angustia en el que el sistema educativo le instaló. Tras veinticinco años de experiencia como profesor en un instituto de París, Pennac reflexiona de manera brillante en este libro sobre la pedagogía y las disfunciones del sistema educativo, sobre la curiosidad y pasión por aprender de los niños y el dolor de ser un mal estudiante, sobre el sentimiento de exclusión del alumno y el amor a la enseñanza del profesor. Lleno de humor y sentido común, es una obra indispensable para todos aquellos que sentimos pasión por la educación.

Fuente: https://www.smartick.es/blog/padres-y-profesores/educacion/daniel-pennac-escuela/

16/06/2025

El juego del amor...

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