01/11/2025
"ANECDOTARIO DE LA CIRUGÍA" Entre luces y ondas: un viaje por los nuevos métodos diagnósticos
A veces me sorprendo al pensar en todo lo que ha cambiado el diagnóstico médico en tan poco tiempo. Recuerdo cuando, en mis primeros años de formación, los médicos confiaban más en el oído, el tacto y la intuición que en las máquinas. Hoy, en cambio, los monitores, las pantallas y los gráficos eléctricos nos hablan con una precisión casi matemática.
Siempre me fascinó la idea de registrar la electricidad del cuerpo. Cuando escuché por primera vez el nombre de Willem Einthoven, sentí admiración: aquel hombre, en 1903, había inventado el primer electrocardiógrafo, una máquina capaz de leer los impulsos eléctricos del corazón. Más tarde supe que Hans Berger, en 1929, había hecho lo mismo con el cerebro, dando origen al electroencefalograma. A veces me gusta imaginar el asombro de los primeros médicos al ver cómo la mente y el corazón podían “dibujar” su actividad sobre una hoja de papel.
También me impresionó conocer la historia del rayo X. Todo comenzó con el descubrimiento de Wilhelm Roentgen en 1895. Un par de años después, un joven estudiante de Harvard, Walter B. Cannon, demostró que al alimentar a un perro con comida mezclada con sales de bismuto, podía seguir el recorrido de la digestión con rayos X. Luego descubrieron que el bario ofrecía imágenes más claras. Desde entonces, cada avance parecía ciencia ficción: primero la ecografía, después la tomografía axial computarizada (TAC), la resonancia magnética (RMN), la angiografía, y finalmente la tomografía por emisión de positrones (PET).
Nunca olvidaré la primera vez que vi una gastroscopia en directo. Pensé que era casi un acto de magia —o de valentía—. Supe luego que en 1868, un ayudante de Adolf Kussmaul logró realizar la primera gastroscopia convenciendo a un tragasables de introducirse un tubo óptico de medio metro. En 1932, Rudolf Schindler construyó un modelo articulado, y en los años sesenta, las fibras de vidrio revolucionaron todo, permitiendo que el tubo se doblara y llegara a lugares que antes parecían imposibles.
Pero quizá la anécdota que más me gusta contar es la del TAC. Siempre digo que, en cierto modo, los Beatles también salvaron vidas. Resulta que el matemático Johann Radon, a comienzos del siglo XX, había formulado las ecuaciones para reconstruir imágenes tridimensionales a partir de otras bidimensionales. Décadas después, la compañía EMI, que se enriquecía con los discos del cuarteto de Liverpool, invirtió parte de esas ganancias en investigación. En 1967, el ingeniero Godfrey Hounsfield logró crear el primer TAC de la historia. En su honor, las distintas densidades que hoy se observan en esas imágenes se miden en unidades Hounsfield.
Cuando veo un escáner moderno, no puedo evitar sonreír. Pienso en Einthoven con sus electrodos, en Roentgen observando sombras en una placa, en el tragasables de Kussmaul y en los Beatles financiando una revolución médica sin saberlo. Me gusta pensar que la historia de la medicina es, al fin y al cabo, una historia de curiosidad, valentía y casualidades maravillosas.