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“La meditación me salvó. Me ayudó a sostener el dolor sin huir, a comprender que el cuerpo y la mente pueden sanar si ap...
18/11/2025

“La meditación me salvó. Me ayudó a sostener el dolor sin huir, a comprender que el cuerpo y la mente pueden sanar si aprendemos a escucharlos con compasión”. "Hoy puedo hacer una vida casi normal. Vivo con una enfermedad autoinmune, pero también con una mirada más consciente, más serena. He aprendido que incluso el sufrimiento puede ser un camino hacia la verdad”.

Alexandra Hernández, pasó más de un mes ingresada en un centro de TCA a pesar de no tener anorexia.

DIAGNÓSTICO ERRÓNEO:
Ni 'histérica' ni anoréxica: la sentencia que alerta de sesgos en medicina por el ingreso a la fuerza de una mujer

Alexandra Hernández (Barcelona, 38 años) ha pasado buena parte de su vida con problemas médicos para los que no encontraba explicación. Y una bajada de peso alarmante hizo que un médico la ingresara en un centro especializado en Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA) a pesar de que no tenía anorexia y los informes médicos apuntaban a un posible diagnóstico de SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado). Una sentencia- que ha sido recurrida- ha condenado al centro médico que la trató a indemnizarla con 70.000 euros por mala praxis en el diagnóstico y ha puesto de relieve por primera vez los sesgos de género a los que se enfrentan las mujeres.

“A menudo se nos tacha de “histéricas” cuando expresamos malestar físico o emocional. Sentí ese peso encima muchas veces”, cuenta la barcelonesa Alexandra Hernández. Tiene 38 años, pero lleva más de media vida conviviendo con multitud de síntomas para los que nadie tenía explicación. Un tiempo marcado por el miedo y también el cansancio. Aparecía sintomatología cambiante como moratones o vértigos, pero cuando intentó buscar qué le sucedía lamenta que muchos médicos le decían que todo estaba en su cabeza, explica para La Vanguardia.

En 2017 empezó un periplo de visitas médicas en busca de diagnóstico. Consultó en todo tipo de especialistas y en varios países sin demasiado éxito. En 2018 las secuelas se empezaron a notar físicamente y se adelgazó de una manera preocupante. “Llegué a pesar 34 kilos. Entiendo que pudiera parecer alarmante, pero lo que necesitaba era comprensión y apoyo, no un diagnóstico apresurado”, relata. Entonces estaba casada y su pareja vivía con la misma angustia su incierta situación. También tenía una larga lista de pruebas, elaboradas en hospitales de varios países, y algunas ya apuntaban al SIBO como posible diagnóstico -algo que incluye la sentencia condenatoria- pero ninguno de esos documentos evitó acabar ingresada en un centro de TCA en Barcelona. Asegura que la orden la dio tras un médico sin mirar los informes ni escucharla. Ni ella ni su familia sabían a dónde iba, afirma. Lo descubrió estando ya dentro.

Hubo momentos de gran humillación y de sentirme sin voz. Me ingresaron en un centro sin mi consentimiento, y aquella experiencia fue muy dura, tanto física como emocionalmente, relata esta mujer que asegura que el médico que ordenó el ingreso la llamó ‘listilla’ cuando ella le intentó explicar qué creía que le pasaba. Permaneció un mes en el centro en contra de su voluntad y la de su familia y escapó aprovechando una visita médica. Pero fue obligada a retornar por la vía judicial, como consta en la sentencia.

Tras un segundo ingreso, logró pedir el alta sin que esta vez un juzgado se lo impidiera. Y ahí empezó su proceso de sanación. Primero acudiendo al sistema público de salud mental. “Cuando al fin encontré un psiquiatra que me miró con humanidad y me dijo: “tú no eres anoréxica”, sentí un primer alivio. Alguien, por fin, me veía”.

A la par que su reconstrucción emocional, siguió indagando sobre qué le pasaba. Hoy sabe que además de SIBO tienen Síndrome de activación mastocitaria (una enfermedad inmunológica), pero pasó una década hasta encontrar diagnóstico. En todo este camino la relación de pareja no sobrevivió, aunque siguen manteniendo la amistad. También sufrió durante mucho tiempo estrés postraumático.

“Hubiera preferido que un médico me dijera “no sé lo que tienes” antes que etiquetarme de algo que no era”, relata. “Me dolió profundamente, porque en aquel momento lo que más necesitaba era sentirme apoyada en el proceso”.

Sabían que tenía SIBO y otros desequilibrios autoinmunes y genéticos, pero aun así redujeron todo a una etiqueta. Aquello me causo un dolor muy profundo. Por eso esta mujer se decidió a denunciar. Isabel Giménez, la jueza catalana conocida por adoptar perspectiva de género e infancia en sus sentencias, está detrás de esta resolución. La magistrada explica a La Vanguardia que en el ámbito de la medicina “las mujeres nos encontramos con una serie de sesgos comunes como son el infra diagnóstico y la banalización de los síntomas”. Algo que, atendiendo a la sentencia, sucedió con Alexandra. “Los estudios aseguran que recibimos más diagnósticos de ansiedad, depresión o somatización cuando deberían investigarse las causas físicas reales”, prosigue Giménez. Todo ello, lamenta la magistrada, “perpetuando la idea de que las mujeres somos exageradas, emocionales, histéricas o hipocondríacas”.

La jueza, que reservó parte de su sentencia a explicar a Alexandra su decisión, también dedica parte del documento judicial a señalar los sesgos de género y la “banalización de los síntomas” a los que ellas se enfrentan.

“En 30 años no ha cambiado demasiado el sesgo de género en medicina que se aplica a las mujeres”, apunta María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante especializada en prevención y salud pública con perspectiva de género. A Ruíz Cantero le cambió su vida académica tras la publicación en 1991 de un artículo en la prestigiosa The New England Journal of Medicine que apunta que en casos de infarto agudo de miocardio había más esfuerzo diagnóstico y terapéutico en hombres que en mujeres. Este artículo animó a la investigadora a indagar en profundidad en los sesgos de género. La experta apunta que en la universidad de Medicina de Harvard ya se está enseñando el fenómeno llamado metacognición que es “enseñar a los estudiantes a pensar qué están pensando”. “¿Cuándo llega una mujer con dolor de espalda, está pensando que tiene ansiedad? ¿Podría ser otra patología más grave?”.

“Noté que muchas mujeres me escucharon y me creyeron, mientras que algunos hombres, incluso con buena intención, tendían a pensar que todo estaba “en mi cabeza””, cuenta la paciente. “Eso me hizo reflexionar sobre cómo todavía nos cuesta validar la experiencia del cuerpo femenino”, reflexiona Alexandra.

Jorge Fuset, uno de los abogados que ha llevado el caso y cuyo gabinete está especializado en negligencias médicas, valora la “sensibilidad” de la juez. Porque lamenta que “a veces el corporativismo médico llega incluso a la judicatura”. “Pudimos demostrar que hubo un error de diagnóstico que conllevó una serie de limitaciones”, defiende el abogado. Fuset reconoce que “es el típico caso de que alguien con un prejuicio no hace las pruebas necesarias” y lamenta que “se produce un diagnóstico erróneo que conlleva problemas como la privación de derechos fundamentales” porque la llegaron a internar. El letrado también señala la afectación a nivel psicológico para la paciente de toda la situación vivida que también recoge en la sentencia.

Alexandra tardó mucho en leer la sentencia, en la que además la jueza se reservó un apartado a explicar a la paciente su decisión. Y aún hoy le cuesta contener la emoción. “La meditación me salvó. Me ayudó a sostener el dolor sin huir, a comprender que el cuerpo y la mente pueden sanar si aprendemos a escucharlos con compasión”, concluye. Hoy puedo hacer una vida casi normal. “Vivo con una enfermedad autoinmune, pero también con una mirada más consciente, más serena. He aprendido que incluso el sufrimiento puede ser un camino hacia la verdad”, concluye.

Artículo de Lorena Ferro, publicado en 'La Vanguardia'.

"Sentía que no era una superviviente, era parte de la selva. Me fundí con ese paisaje. Llegó un momento en que me estaba...
15/11/2025

"Sentía que no era una superviviente, era parte de la selva. Me fundí con ese paisaje. Llegó un momento en que me estaba muriendo, y era hermoso... Era una frecuencia amorosa, como una vibración. No era yo mirando el mundo, era el mundo mirándose en mí. Pensé: si esto es morir, está bien."

Annette Herfkens, única superviviente de un accidente aéreo.

El accidente ocurrió en 1993 en Vietnam. Murieron todos menos Annette, que sobrevivió ocho días en la selva. Ese es el enunciado, pero la historia está llena de hechos, de detalles de profunda humanidad y fe en la vida que cuenta en Turbulencias (Bold Letters). Ella era banquera, como Pasje, su novio, que trabajaba en Vietnam. Durante esas vacaciones iban a planear su boda. Lo que ocurrió cambió radicalmente la vida y la manera de mirarla de Annette. Ahora da con­ferencias, mañana a unos jóvenes. “Quiero decirles que ahora el tigre no está. Que pueden hacer planes para el futuro, pero que lo real está en el presente. Hay muchas voces a tu alrededor, la de tu ego habla alto, pero hay una que es sabia, la que susurra en tu interior”. Ha participado en el congreso de la Fundación Lo que de Verdad Importa (LQDVI) en Barcelona.

¿Qué quería ser de niña?

Exploradora. Y a veces perro, porque los perros siempre parecen saber qué hacer.

El 14 de noviembre de 1992 se subió a un avión en Vietnam.

No quería subir, padezco claustrofobia. El avión era diminuto, un Yak-40 soviético , con 30 pasajeros. Pasje, mi pareja desde hacía 13 años, me convenció. Queríamos celebrar nuestras vacaciones hablando de la boda.

Y se estrellaron.

Él me tomó de la mano. Nos miramos. La gente gritaba. Y de pronto, todo se fundió a negro. Como si el mundo se apagara.

¿Cómo sobrevivió?

No llevaba cinturón de seguridad. Salí despedida como una prenda suelta en una lavadora. Me desperté con un asiento aplastándome y atado a él, un hombre mu**to. Lo empujé con todas mis fuerzas y su cuerpo cayó como un s**o.

¿Salió del avión?

Vi a mi izquierda a Pasje. Aún sujeto a su asiento. Mu**to. Con una sonrisa dulce en el rostro. Entonces me arrastré con los codos. Fuera todo era silencio. Un silencio lleno de grillos, ramas, monos, hojas. Me invadió una especie de calma feroz.
..

A mi lado había un hombre vietnamita muy malherido. Yo había perdido la falda y sentí pudor en esas circunstancias, qué curioso. El hombre abrió la maleta que estaba junto a él y me dio unos pantalones. Ponérmelos fue doloroso, pero lo hice. Él murió ese mismo día.

¿Y luego?

Me quedé completamente sola y muy malherida. Tenía 12 fracturas en la cadera, la mandíbula rota, un pulmón colapsado. El dolor era brutal. Pero aprendí a respirar. Respirar era volver al presente. Como una meditación sin maestros, pero yo jamás he practicado meditación. Lo hice por instinto.

¿Y así consiguió calmarse?

Me mantuve en el presente. Confié en que me encontrarían. Cuando me asaltaban los miedos y pensaba “¿y si viene un tigre?” me decía: “Ya me ocuparé cuando venga el tigre”.

¿No pensó en que iba a morir?

Pensaba en cómo estar viva. Agua, necesitaba agua, me arrastré hasta el ala rota del avión con los brazos en carne viva, y con la espuma interior hice bolitas y esperé la lluvia.

¿Llegó la lluvia?

Sí, y las bolitas se llenaron de agua que racioné. Cada vez que lograba algo, me felicitaba. Me decía: “¡Bravo, Annette, muy bien!”. Eso también me salvó.

Pero su pareja...

Me prohibí pensar en él. Si pensaba en Pasje, lloraba. Y si lloraba, me debilitaba, así que me repetía como un mantra: “No pienses en Pasje”. Teníamos planes, una vida por delante. Pero no podía permitirme romperme.

¿Y no se rompió?

No miré los cuerpos destrozados. Vi belleza en las gotas sobre las hojas, en el vuelo de los insectos, en la luz entre ramas. Sentía que no era una superviviente, era parte de la selva. Me fundí con ese paisaje. Llegó un momento en que me estaba muriendo, y era hermoso.

¿Una experiencia mística?

Una frecuencia amorosa, como una vibración. No era yo mirando el mundo, era el mundo mirándose en mí. Pensé: si esto es morir, está bien.

Resistió.

Al octavo día aparecieron tres hombres. Cuando los vi, sentí pánico. No quería irme. Quise quedarme con Pasje, con la selva, con ese silencio, en esa muerte dulce. Me sacaron colgada de una lona entre dos palos. Fue la primera vez que me sentí realmente sola.

Curioso.

Hasta entonces, la selva me había acompañado. Ahora, volvía al mundo sin Pasje. Cuando desperté en el hospital de Ciudad Ho Chi Minh, Jaime, un amigo y colega, estaba ahí a mi lado. Había volado hasta Vietnam para buscarme, estaba convencido de que yo no estaba mu**ta. Luego vi a mi madre y casi me muero, esta vez de emoción. Entonces me rendí y lloré.

Jaime y usted se casaron.

Sí, al cabo del tiempo. Y tuvimos dos hijos. Uno de ellos, Max, tiene autismo.

¿Cómo lo vivió?

Fue otro shock. Max era normal hasta los 18 meses. Y luego empecé a perderlo. Dejó de hablar, de mirarme. Sentí que se me iba. Pero entonces recordé lo que aprendí en la selva: “Una vez aceptas lo que tienes y no te obsesionas con lo que no tienes, la belleza se revela”. Lo acepté. Y entonces vi lo que él es: una fuente de amor puro, sin condiciones.

¿Qué ha aprendido?

Que no hay que buscar sentido. El sentido está aquí, en lo que hay. En la intuición. En ese silencio entre cada respiro. Esa voz interior que me salvó entonces no era la mente, que solo gritaba miedo. Era otra cosa, más silenciosa, que me susurraba: respira, espera, observa. Esa voz, aún hoy, me guía. Como la selva. Está dentro de mí.

Annette Herfkens, única superviviente de un accidente aéreo.

Entrevista de Ima Sanchis para 'La Vanguardia'.

🌺 MUÉVETE HACIA EL CORAZÓNEl intelecto y la inteligencia son dos cosas totalmente diferentes. El intelecto es parte de l...
07/11/2025

🌺 MUÉVETE HACIA EL CORAZÓN
El intelecto y la inteligencia son dos cosas totalmente diferentes. El intelecto es parte de la cabeza; la inteligencia es parte del corazón.

Uno puede ser un gran intelectual y, sin embargo, poco inteligente, y uno puede ser muy inteligente y puede no ser un intelectual en absoluto.

Un hombre puede ser un gran erudito, un gran experto, sin ninguna inteligencia. Es como un loro: puede recitar las escrituras, pero funciona como una máquina. No entiende lo que dice porque no lo ha experimentado él mismo; todo es prestado. Y cualquier cosa prestada te ciega, te encadena, te aprisiona.

Solo tu propia experiencia es liberadora. Muévete hacia el corazón. Deja que la inteligencia del amor surja en ti. No puede venir a través de las escrituras, libros, bibliotecas, universidades, títulos académicos.

Solo puede llegar siendo más y más meditativo, sosegado, silencioso. No es un esfuerzo hacia fuera, sino una búsqueda hacia dentro. Y cuando la inteligencia del amor florece, la vida se realiza, hay una profunda satisfacción. En esa realización uno siente gratitud hacia Dios, y esa gratitud es la plegaria. Antes de eso, todas las plegarias son falsas.

🙏 OSHO

Cuando la obligación de complacer las expectativas de los progenitores se transmite de generación en generación, genera ...
05/11/2025

Cuando la obligación de complacer las expectativas de los progenitores se transmite de generación en generación, genera mucho sufrimiento, porque nadie puede vivir su vida. Quien sacrifica su vida siguiendo unos mandatos familiares, exige que la siguiente generación también sacrifiquen la suya.

Quien no lo hace es juzgado/a, rechazado, queda automáticamente excluido. Por eso tanta gente sacrifica su existencia y se resigna a vivir una vida que no le gusta, una vida triste, mecánica, desconectada, sin pasión; porque no se sienten con derecho a escucharse y vivir de acuerdo a su corazón.

¿Cómo puedes vivir de acuerdo a tu corazón cuando toda tu familia ha sacrificado su vida para cumplir unas expectativas familiares? Si lo intentas, al principio te sentirás inseguro/a, culpable, egoísta, todos te juzgarán, tal vez te conviertas en la oveja negra de la familia...

Escucharte, ser auténtico/a y vivir de acuerdo a tu corazón, no quiere decir que rechaces o te desentiendas de tu familia, sino que honras la vida que te ha sido dada viviéndola de verdad.

No ser o no vivir de acuerdo a las expectativas de tu familia no significa que no los quieras y no los respetes. Debemos obediencia a nuestros padres mientras ellos nos mantienen. Cuando el polluelo ha volado del nido, es libre y responsable de elegir su propio camino.



🌷Extracto del libro: SANAR EL CORAZÓN
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -

Para recuperar la autoestima hay que dejar de proyectar. Cuando nos sentimos incómodos con nosotros mismos, culpamos a l...
03/11/2025

Para recuperar la autoestima hay que dejar de proyectar. Cuando nos sentimos incómodos con nosotros mismos, culpamos a los demás. La crítica constante hacia afuera es una forma inmadura de defendernos de lo que no queremos ver dentro. Y eso genera más conflicto.

Yoon Hong Gyun, doctor en psiquiatría y superventas en Corea.



Yoon Hong Gyun se crió en una familia de ocho hermanos, de ahí su interés por las dinámicas interpersonales, lo que lo llevó a descubrir su pasión por la psicología conductual que aplica en su clínica psiquiátrica, donde ha ayudado a superar a muchos pacientes uno de los rasgos más comunes: la falta de autoestima: “Desde pequeños aprendemos a llegar a tener, construir lo que queremos y cumplir nuestras responsabilidades, pero hemos olvidado que también debemos premiarnos a nosotros mismos y continuar. Por eso, en una sociedad como la mía –Corea es pura competencia– es difícil tener autoestima sin condiciones. Mi libro, Una clase de autoestima (Neko Books), pretende ayudar a estas personas”. La respuesta hasta el momento son 1.200.000 ejemplares vendidos en Corea. “Tenemos que aprender a amarnos a nosotros mismos”.

¿Qué significa su nombre?

Mis padres deseaban que fuera una persona sabia, así que me bautizaron como Tomás de Aquino. Yo lo intento.

¿Y cómo le sienta eso a su autoestima?

La autoestima condiciona todas nuestras decisiones, desde el trabajo que aceptas hasta la pareja que eliges. Cuando es frágil, la vida avanza con el freno de mano puesto. Cuando es sólida, todo fluye con más naturalidad.

Cuesta mucho quererse sin condiciones.

Vivimos en una sociedad que premia el rendimiento, no el ser. Se nos enseña a ser competitivos, pero no a premiarnos. Nos volvemos exigentes, olvidando que también merecemos reconocimiento por intentarlo.

¿Qué hábitos erosionan la autoestima?

Compararse, autocriticarse sin compasión, vivir para cumplir expectativas ajenas, reprimir emociones. Aprendemos a cumplir, pero no a comprendernos.

¿Qué sustenta una autoestima sana?

Competencia: sentirnos útiles. Autonomía: tomar nuestras propias decisiones. Seguridad: tener una base emocional firme.

¿La soledad la debilita?

Depende de si es elegida o impuesta. Muchas personas sienten una necesidad de afecto insaciable y, al no verse acompañadas, se cuestionan su propio valor.

¿Qué nos ocurre entonces?

Nos preguntamos: “¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Será culpa mía? ¿No valgo nada?”. Es el inicio de un ciclo peligroso.

¿Cómo se rompe ese ciclo?

Dejando de buscar culpables y cambiando la pregunta: en vez de “¿por qué me pasa esto?”, “¿para qué?”. Esa pregunta abre una puerta. Te da dirección. Yo insisto mucho en una palabra: adelante.

¿Adelante?

Significa no quedarse atrapado en la queja ni en el pasado. “Adelante” es avanzar con lo que hay, con tus heridas y tus aprendizajes. Es mirar al futuro sin miedo.

Hay quien tiene éxito pero se odia.

Muchos más de lo que pensamos. Personas con poder y reconocimiento llegan a sentirse vacías. Alcanzaron la meta, pero se olvidaron de cuidarse en el camino.

¿La autoestima fluctúa con la edad?

Como una planta, si no la riegas, se marchita. Necesita cuidado constante. Preguntarse: ¿me estoy tratando bien? ¿Estoy pidiendo demasiado de mí? Tener interés por uno mismo es esencial.

¿Y cómo se cultiva ese interés?

Mimándose, con ternura hacia uno mismo. Con detalles, con tiempo. Y conociéndose, no puedes querer lo que no conoces.

¿Qué hay que hacer para recuperar la autoestima?

Dejar de proyectar. Cuando nos sentimos incómodos con nosotros mismos, culpamos a los demás. La crítica constante hacia afuera es una forma inmadura de defendernos de lo que no queremos ver dentro. Y eso genera más conflicto. Aprende a mirar sin atacar.

¿Qué les dice a los pacientes que no se quieren?

Que no están solos. Yo estoy ahí. Les enseño que quererse es un proceso que se entrena. Les animo a escribir un diario que les ayude a reconocerse: “Hoy no lo he hecho mal”; es una forma de autoabrazo. No estamos acostumbrados a tratarnos con amabilidad. Pero podemos aprender.

¿Qué más les recomienda?

Dormir. Caminar. Ver películas que les inspiren. No juzgarse por sentir emociones incómodas como la rabia; comprenderse y expresar las emociones: pintar, cantar, escribir.

¿Qué le dice a quien no se soporta?

Que ese rechazo viene de memorias no digeridas. Hay que analizar ese sentimiento. Comprenderlo. Y aprender a tener empatía con uno mismo.

¿Cómo afecta la falta de autoestima a la relación de pareja?

Si no estás seguro de tu valor, dudas de tu pareja. Y cuando hay conflicto constante, aunque luego haya reconciliación, el cuerpo y el cerebro no olvidan.

¿Cómo se toman buenas decisiones?

Equilibrando razón y emoción. Hay que escucharse entero: mente y corazón.

¿Cuáles son las emociones más peligrosas para la autoestima?

La vergüenza, que te hace hipersensible a la opinión ajena; y el desprecio que puede llevarte a la autoanulación.

¿Qué pensamientos nos sabotean?

El “no valgo”, el “siempre me pasa lo mismo”. Nos aferramos a información negativa y la convertimos en profecía.

¿Cómo reforzar la autoestima?

Bajando las expectativas y aceptando que no todo saldrá como imaginamos. Quererse es seguir adelante, incluso cuando las cosas no salen perfectas.

¿Y qué le diría a quién arrastra baja autoestima desde la infancia?

No fue tu culpa. Suelta ese peso. Todos merecemos querernos, aunque no sepamos cómo.

Yoon Hong Gyun.

Entrevista de Ima Sanchís, para 'La Contra' de 'La Vanguardia'.

En nuestra sociedad, especialmente a los hombres, se les ha enseñado a no llorar, a poner cara de valiente frente a situ...
01/11/2025

En nuestra sociedad, especialmente a los hombres, se les ha enseñado a no llorar, a poner cara de valiente frente a situaciones que pueden herirles, y a no mostrar su dolor.

Pero las mujeres también pueden caer en esta trampa, de modo que todos nosotros, a veces hemos podido sentir que la única forma de sobrevivir consiste en esconder nuestros sentimientos y emociones, con el fin de no volver a ser heridos.

Si nuestro dolor es muy profundo, puede incluso que intentemos esconderlo de nosotros mismos. Esto puede hacernos fríos, rígidos y calculadores, porque en el fondo sabemos que una pequeña grieta en el "hielo" puede liberar el dolor y provocar que empiece a circular a través nuestro otra vez.

Las lágrimas son la clave para romper este "aislamiento/congelamiento". Las lágrimas, y sólo las lágrimas, tienen el poder de fundir el hielo.

Está bien llorar, y no hay razón para que te sientas avergonzado de tus lágrimas.

Llorar nos permite liberar el dolor, nos posibilita ser amables con nosotros mismos y, finalmente, nos ayuda a sanar.



🙏 OSHO

¿Cuál es el anhelo profundo de tu corazón, aquello que estás buscando desde que naciste? En mi experiencia, los seres hu...
31/10/2025

¿Cuál es el anhelo profundo de tu corazón, aquello que estás buscando desde que naciste? En mi experiencia, los seres humanos anhelamos básicamente dos cosas: amor y libertad. En todo lo que hacemos, de una u otra forma, nos impulsa este anhelo. Tanto si el motor de nuestra vida es conseguir dinero, seguridad, bienes materiales, fama, s**o o poder, como si renunciamos a la vida mundana o a formar una familia para adentrarnos en un camino espiritual y ayudar a los demás, ¿qué estamos buscando realmente?

En los primeros años de vida, nuestra búsqueda de amor y libertad se proyecta hacia fuera: buscamos conexión, empatía, aceptación, apoyo, amor incondicional, y al mismo tiempo queremos experimentar, explorar el mundo que nos rodea, descubrirnos, expresar nuestra energía y nuestra verdad. Necesitamos encontrar un sentido a nuestra existencia, elegir nuestro camino, liberarnos de las expectativas y los modelos impuestos por la sociedad.

Buscamos el amor a través de la intimidad con uno mismo, con el otro, con la naturaleza, con el misterio al que algunos llaman Dios. Mientras, el anhelo de libertad nos impulsa a explorar la vida a través del despliegue de nuestra genuina individualidad y creatividad.

Con el paso del tiempo, a medida que vamos siendo conscientes de nuestro malestar interno, de la ansiedad, los temores, las heridas, los conflictos y el vacío que nos acompaña, en algunas personas surge un tercer anhelo: paz interior. Una búsqueda que nos impulsa a conocernos profundamente, a "des-cubrirnos", a aprender a meditar y emprender un viaje de sanación.



🌷Extracto del libro: SANAR EL CORAZÓN
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -

A menudo confundimos el deseo con el anhelo, pero son dos fenómenos diferentes. Los deseos son innumerables y muchos de ellos imposibles de satisfacer. La naturaleza del deseo es inagotable. Es como el apetito, después de comer nos quedamos a gusto un rato, pero antes o después vuelve a surgir. Y...

🌷UNA FALSA IMAGEN DE TI MISMO¿Qué es lo que se siente herido? Uno dice “yo estoy herido,” pero ¿qué es ese ‘yo’? Desde l...
25/10/2025

🌷UNA FALSA IMAGEN DE TI MISMO
¿Qué es lo que se siente herido? Uno dice “yo estoy herido,” pero ¿qué es ese ‘yo’? Desde la infancia uno va creando una imagen de sí mismo, y tiene muchas, muchas imágenes, no sólo las imágenes que ha recibido de la gente, sino también las imágenes que uno ha creado de sí mismo como americano, esto es una imagen, como hindú, o como especialista... De modo que el ‘yo’ es la imagen que uno ha creado de sí mismo como un hombre grande o bueno, y esa imagen es la que se siente herida.

Uno puede tener una imagen de sí mismo como la de un gran orador, escritor, un ser espiritual, un líder. Estas imágenes son el núcleo de uno mismo, y cuando uno dice que está herido, eso significa que esa imagen está herida. Si uno tiene una imagen de sí mismo y viene otro y dice: “No sea id**ta”, se siente herido. La imagen que he creado de mí mismo, de que no soy un id**ta, es lo que se siente herido, y uno arrastra esa imagen y esa herida el resto de su vida.



🙏 J. Krishnamurti

22/10/2025
Cuando la madre o el padre arrastran carencias emocionales de la infancia y no saben hacerse cargo de las necesidades su...
15/10/2025

Cuando la madre o el padre arrastran carencias emocionales de la infancia y no saben hacerse cargo de las necesidades su niño/a interior, inconscientemente buscan recibir de sus hijos aquello que les faltó.

Tratan de colmar sus carencias a través de los hijos. Esperan demasiado de ellos; quieren que los hijos les llenen y les hagan felices.

Parece natural, pero no lo es, porque se revierte el flujo natural de la vida: los padres dan y los hijos reciben; los grandes cuidan a los pequeños, así es en todo el reino animal. El amor y la vida fluye hacia delante.

Cuando los padres esperan que los hijos les hagan felices (o sea, se hagan cargo de sus necesidades emocionales), las expectativas parentales son una carga muy pesada para los hijos. Tener que hacer feliz a la madre o al padre, reprimiendo su naturaleza esencial para complacer a los progenitores, les alejará de su verdadero ser, de su propio camino y de su realización personal.

Además, haga lo que haga el hijo/a, nunca será suficiente. El hijo/a, por amor, hará un gran esfuerzo para intentar hacer feliz a su progenitor, pero ese impulso le alejará de si mismo/a y le generará un gran vacío interior. Porque, en lugar de recibir el amor que necesita para crecer y desplegar su potencial, se vacía entregando su energía a una misión imposible de colmar.



🌷Extracto del libro: SANAR EL CORAZÓN
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales.
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -

El problema de revisar nuestro pasado, aunque sea con la intención de reconciliarnos con él, es que, cuando albergamos m...
11/10/2025

El problema de revisar nuestro pasado, aunque sea con la intención de reconciliarnos con él, es que, cuando albergamos muchas experiencias incompletas, dolor y resentimiento, a menos que aprendamos el arte de la meditación, podemos perdernos muy fácilmente en la identificación y crear un agravio personal de las circunstancias que nos han tocado vivir.

En mi experiencia, la terapia y la meditación se complementan. Ser consciente de los mecanismos mentales y emocionales que nos generan sufrimiento y aprender a gestionarlos adecuadamente es liberador, al igual que es beneficioso tratar adecuadamente un trastorno físico. Pero, aunque la psicoterapia puede ser una gran ayuda, no es suficiente, porque, cuando uno observa cuidadosamente su universo interior, descubre que el origen de todo el sufrimiento humano es la mente egoica, generadora de separación, confusión, carencia y conflicto. Y comprende que esa mente egoica causante de todo tipo de problemas no puede dirigir el barco.

Presenciar siendo conscientes de que nada es personal es la actitud más sabia, porque, al no apropiarnos ni apegarnos a los pensamientos, dejamos de alimentar la separación, el agravio y el orgullo. Pero, cuidado, no hay que confundir presenciar con disociarse. Cuando, en lugar de sentir, presenciar y ser uno con el fluir natural de la vida, rechazamos nuestra humanidad, minimizamos, reprimimos o enmascaramos el dolor, nos perdemos.

La terapia nos puede ayudar a mantener los pies en la tierra, a validar y expresar lo que sentimos, a entendernos, a aceptarnos, a descargar lastre innecesario, a regular el sistema nervioso, a completar etapas. A través de la meditación aprendemos a presenciar sin interferir, a observar cómo, tras una activación, naturalmente acontece la desactivación, sin necesidad de alimentar una historia y reforzar una identidad ilusoria.



🌷Extracto del libro: 'Sanar el corazón'.
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales.
Ketan Raventós Klein
- Gaia Ediciones -

El peligro del lenguaje, de utilizar palabras para explicar y comunicar lo que pensamos y lo que sentimos, es quedarnos atrapados en las historias que nos contamos. Mi preocupación, desde el día que empecé a compartir y a acompañar a otros en su viaje interior, es cómo ayudar a un ser humano a ...

Seguramente has oído alguna vez: «Tú no tienes problemas de pareja, tienes problemas de la infancia sin resolver que se ...
09/10/2025

Seguramente has oído alguna vez: «Tú no tienes problemas de pareja, tienes problemas de la infancia sin resolver que se disfrazan de problemas de pareja». Es decir, las heridas no integradas de nuestro niño/a interior las recreamos en las relaciones. Y no solamente en las relaciones de pareja, también con los amigos, la familia, el entorno laboral, las figuras de autoridad, etc.

¿Cómo se activan nuestras heridas emocionales en las relaciones? De muchas formas. Podemos empezar observándolo en la relación de pareja. Al principio de una relación, cuando alguien nos gusta y queremos conectar con él o ella, generalmente desplegamos nuestra mejor versión. Intentamos mostrar esos aspectos atractivos e interesantes que todos tenemos, para atraer y agradar a esa persona.

El flirteo sucede entre dos individuos adultos; sin embargo, antes o después —a veces incluso en los primeros contactos—, se activarán las heridas emocionales de los amantes, y estos empezarán a comportarse como niños —emocionalmente hablando—. Uno de ellos, o ambos, al sentirse incomprendida, rechazado, invadida o abandonado, empezará a juzgar y culpar al otro por lo que siente, en lugar de reconocer su herida y abordarla adecuadamente.

O en vez de expresar su malestar se acorazará: «¡No me pasa nada, déjame en paz!». A veces la activación y el malestar es tan intenso, uno/a se siente tan dolido o alterada, que quiere castigar al otro y romper la relación. Cuando llegamos a ese punto, es como si las personas adultas desapareciesen y emergiesen dos niños heridos y enfadados, culpándose mutuamente por su dolor, responsabilizando al otro por la situación. Y, curiosamente, ¡ambos creen tener la razón! ¿Te suena familiar?



🌷Extracto del libro: SANAR EL CORAZÓN.
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -

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