30/07/2014
LA IMPORTANCIA DE ESCUCHAR A LOS HIJOS
Raúl E. Ortiz
Psicoterapeuta psicoanalítico
El inconsciente tiene muchas maneras de mostrarse (sueños, lapsus, chistes y acciones repetitivas), cuando no puede ser simbolizado. De las cuales una de las más influyentes en la vida diaria del individuo son las acciones repetitivas.
No me dejarán mentir si les recuerdo la manera en que hay que repetirles a sus hijos una y otra vez la misma indicación, la misma lección o la misma precaución sin que parezca ser asimilada por estos, y es que parecen siempre tan distraídos y rebeldes que no es de sorprender que lo que se les dice, entre por un oído y salga por el otro. Ante esta situación donde los padres se limitan a explicar o dar órdenes y el hijo a hacer oídos sordos y hacer lo que le plazca al final, empiezan a surgir un sinfín de consecuencias a muchos niveles de la vida del niño, al nivel escolar, familiar, posiblemente laboral y a nivel de su propia salud.
“Mi hijo es muy rebelde, no me hace caso en nada, es desobligado, flojo, va mal en la escuela, no aprende, es grosero con sus hermanos, no se asea, creo que anda con malas compañías y por más que le explico, lo amenazo, lo castigo o le jale las orejas nada más no mejora”. Lo anterior es una queja muy usual entre los padres y madres mexicanos que en mi experiencia como médico y psicoterapeuta he podido escuchar. ¿Qué está pasando?
Regresemos al primer párrafo, “el inconsciente tiene muchas maneras de mostrarse, cuando no puede ser simbolizado”. Esto quiere decir que cuando el contenido interno de una persona no puede ser expresado mediante el dialogo para poderse elaborar de una manera más adaptada, va a buscar otras formas de salir, tales como: sueños, lapsus, chistes y las ya mencionadas acciones repetitivas. En conclusión para evitar que nuestros hijos actúen sus pulsiones o deseos destructivos, es necesario que lo hablen, lo simbolicen, para poderlo elaborar de una manera más adaptada. ¡Pero yo hablo mucho con mi hijo, hablo y hablo y hablo y no me entiende!, dice una madre desesperada. A veces los padres olvidan que en un dialogo cada interlocutor debe cumplir las dos partes, tanto hablar como escuchar, por lo que un dialogo común entre padres e hijos es el siguiente:
Mamá: Tienes que hacerlo, ya te expliqué por las buenas por qué y ultimadamente soy tu madre y me tienes que obedecer, es por tu bien.
Hijo: Pero mamá es que…
Mamá: ¡Pero nada! Sin peros, sólo hazlo
Como podemos ver o incluso aceptar, en la mayoría de los casos no se deja que el hijo exprese su postura ante su propia vida, porque suponemos que es muy joven y no sabe de lo que habla o menospreciamos su sentir con respecto a ciertos temas. Esto ocasiona una represión inconsciente de dichas emociones (comúnmente son ansiedades y enojos), que posteriormente buscaran otra manera de salir como ya lo mencione antes, a través de rebeldías, aislamientos, majaderías, violencia etc.
Recordemos nuestro pasado, nuestra infancia y adolescencia, recordemos como nos sentíamos ante la ausencia de apoyo por parte de los padres para las cosas que en ese momento nos parecían lo más importante del mundo (aunque ahora ya de adulto nos riamos de ello). Dejar de juzgar a los hijos por la edad y darle el valor a las cosas que para ellos son valiosas, abrirá la oportunidad de que estos, mediante palabras, externen sus dudas y ansiedades que les permitan elaborarlas de una mejor manera para entrar de una manera más adaptada a la adultez. Expliquen su postura y función como padres, sí. Hagan valer sus reglas, sí. Pero entre toda esta imposición natural de los padres, no dejen de lado el tiempo para escuchar a sus hijos, ya que el hablarle al hijo no es más ni menos importante que oírlo, una cosa sin la otra no logrará ningún cambio en su conducta y personalidad. Entre más hable el niño, menos cosas llevara al acto.