19/11/2025
Amamos las burbujas 🫧
¿Te has fijado cómo los niños se quedan hipnotizados con las burbujas? Es impresionante. Da igual si son grandes, chiquitas, muchas o pocas… aparece una burbuja y automáticamente cambian: ojos muy abiertos, risa lista y manos tratando de atraparlas como si fueran magia.
Y es que, siendo honestos, las burbujas sí tienen algo de magia. Pero también tienen mucha ciencia detrás de por qué les encantan… y por qué son tan buenas para su desarrollo.
Para empezar, las burbujas se mueven de forma impredecible. Suben, bajan, giran, explotan. Ese “no saber qué va a pasar” mantiene su atención al máximo y activa el cerebro buscando patrones.
Mientras ellos corren, siguen, soplan o explotan burbujas, están trabajando más de lo que imaginas. Están afinando su coordinación ojo-mano porque seguir algo en movimiento y tratar de tocarlo es un reto enorme. Están fortaleciendo su motricidad gruesa cada vez que corren, saltan, se agachan o se detienen. También desarrollan motricidad fina al intentar atrapar burbujitas pequeñas que requieren precisión con los dedos.
Además, favorecen la atención conjunta: miran las burbujas, te miran a ti, vuelven a las burbujas; ese ida y vuelta ayuda muchísimo al lenguaje. Y justamente el lenguaje también se fortalece cuando describen lo que ven, piden “más”, señalan o imitan sonidos.
En el juego social aprenden a compartir, interactuar, reír y, algo importantísimo, a esperar turnos, una habilidad clave para la convivencia y el autocontrol. Y cuando soplan para hacer burbujas trabajan la respiración, los músculos orales y el control del aire, algo que también impacta positivamente en el lenguaje.
Y además hay algo muy simple pero muy poderoso: las burbujas generan emoción inmediata. Alegría, sorpresa, curiosidad. Y cuando un niño siente emoción, aprende mejor.
Así que la próxima vez que tu hijo esté fascinado con burbujas, recuerda que no solo está jugando. Está desarrollando habilidades fundamentales mientras se divierte.
A veces lo más simple… enseña muchísimo.