29/09/2025
Recuerda evitar ofrecerle alimentos o bebidas azucaras a los niños hasta después de los 2 años 👶🏻🍪.
Si, incluyendo las galletas marías 🥛
Te voy a contar el cuento de una galleta llamada simplemente “Galleto” y su encuentro con Tomasito, el niño que se la comió:

Había una vez una galleta de azúcar llamada Galleto, redonda, doradita y muy dulce, que vivía en una caja sobre la mesa de la cocina. Su mayor sueño era ser elegida por un niño y emprender un viaje emocionante por el cuerpo humano.
Un día, Tomasito la vio y sin pensarlo mucho, ¡mmmh! deliciosa.
—¡Yupi! —gritó Galleto—. ¡Comienza la aventura!
El primer encuentro: “A qué no puedes comer solo una”:
En cuanto Galleto tocó la lengua de Tomasito, sus diminutos cristales de azúcar se disolvieron y despertaron a los receptores del gusto. Además, sus aditivos la vuelven irresistible. Es difícil no seguir comiendo.
—¡Qué delicia! —pensó el niño—. ¡Quiero otra!
El cerebro recibió el mensaje: esto es muy rico, dame más, y así, el deseo de seguir comiendo empezó a crecer.
La boca: donde empieza el cambio:
Mientras el niño masticaba feliz, parte del azúcar se quedó pegada en los dientes. Las bacterias de la boca, encantadas con el banquete, comenzaron a comer también.
—Gracias, Galleto! —dijeron las bacterias—, ahora fabricaremos ácidos que desgastarán el esmalte y podremos entrar a estos tiernos dientitos para comérnoslos. Así empiezan las caries.
El estómago y el intestino, el viaje continúa:
Galleto siguió su camino por el esófago hasta llegar al estómago, donde fue desmenuzado aún más.
De ahí pasó al intestino delgado, donde sus moléculas de azúcar se separaron en diminutos trocitos llamados glucosa.
—¡Libre al fin! —gritaban las moléculas—. ¡Vamos a la sangre!
La glucosa y la insulina:
Cuando la glucosa entró al torrente sanguíneo, el cuerpo reaccionó.
El páncreas, como un director de orquesta, liberó una sustancia llamada insulina.
—¡Vamos, insulina, ayúdalos a entrar en las células! —ordenó.
Y así, las puertas de las células se abrieron y dejaron pasar a la glucosa para convertirse en energía, dando una efímera sensación de bienestar.
Pero… había un problema.
Había más glucosa de la que el niño necesitaba en ese momento.
Del azúcar a la grasa:
La insulina, sin saber qué hacer con tanta glucosa, decidió transformarla.
—No podemos desperdiciarla —dijo—. ¡Convirtámosla en grasa!
Y así fue como parte de Galleto se transformó en bolitas de grasa que se acumularon en el cuerpo del niño.
Luego, como Galleto es básicamente harina refinada y como Tomasito se empacó toda la caja, ya sabes, se estriñó.
Si Galleto viene ocasionalmente , no pasará nada. Pero si muchas galletas como él llegan a cada rato, tendremos un niño obeso, estreñido y con caries.
Epílogo:
Tu niño mayor de dos años podrá comer galletas de vez en cuando y con moderación. El menor de dos años, nunca.
Citas en Torreón: 871 113 6695