19/11/2025
Hoy llegó a sesión una pareja curiosa: un imán y una pluma.
El imán entró con esa fuerza invisible que siempre intenta mantenerlo todo cerca, todo seguro.
La pluma llegó suave, ligera… pero con miedo de perder su espacio si se acercaba demasiado.
El imán decía:
“Solo quiero que te quedes… que no sienta que se me va el aire cuando te alejas.”
La pluma respondía:
“Solo quiero acercarme sin sentirme atrapada.”
Ahí estaban: con deseos opuestos, con heridas distintas… pero todavía con amor suficiente para intentar una vez más.
En sesión descubrimos algo importante: ninguno de los dos era el problema.
La fuerza del imán activaba la huida de la pluma;
y la distancia de la pluma activaba la angustia del imán.
Un ciclo. No una persona.
Porque en el amor, muchas veces no falta intención… lo que falta es comprender el movimiento del otro.
Cuando la pareja entendió su dinámica, algo cambió:
el imán aprendió a atraer sin aferrarse, la pluma aprendió a acercarse sin perder su espacio,
y por fin pudieron encontrarse sin lastimarse.
Y claro… tú y yo sabemos que no hablo de un imán y una pluma. 😉