23/10/2025
Que historia 👏👏👏
—¿Y tú qué quieres ser, Ju-Yung? —me preguntó mi padre mientras cargábamos un s**o de arroz entre los dos.
—No lo sé —le dije—, pero no esto.
Nací en Asan, una aldea tan pobre que la tierra parecía prestada. Éramos tantos en casa que si uno lloraba, otro tenía que esperar su turno. Comíamos una vez al día. A veces menos. Mi madre cocinaba lo poco que teníamos en una olla que ya no tenía tapa, y mi padre repetía que la tierra era lo único seguro en esta vida.
Pero yo no quería tierra. Ni arroz. Ni resignación.
A los 16, sin un centavo, me fui. Caminé más de 200 kilómetros hasta Seúl. No llevaba zapatos. Solo una toalla atada al cuello, una muda de ropa y el hambre como motor.
—¿Sabes hacer algo? —me preguntaron en mi primer intento de trabajo.
—Sé intentarlo —respondí.
Fui ayudante de albañil, luego obrero, luego carpintero. Dormía en los suelos de las obras o en cuartos alquilados por horas. Me envolvía en periódicos para no morir de frío. Me prometí que cada noche en el suelo sería un ladrillo más para mi propia casa.
Con los años, logré abrir un pequeño taller. Me sentía invencible… hasta que me estafaron. Perdí todos mis ahorros. La vergüenza me comía más que el hambre. Pensé en rendirme. Pensé en volver a casa.
Pero una madrugada, sentado en la acera con las manos sucias de grasa, me dije:
—Si ya perdiste todo, no tienes nada que temer.
Y volví a intentarlo.
Y fracasé otra vez.
Y volví a empezar.
Hasta que el taller creció. Y se convirtió en una pequeña empresa. La llamé Hyundai.
—¿Quién confiaría en un campesino para construir coches? —se burlaban.
—Quien cree en lo imposible —respondía.
Así nació el Hyundai Pony, el primer coche coreano. No era bonito, ni veloz… pero era nuestro. En las calles, la gente lo tocaba como si fuera una reliquia. Algunos lloraban. Yo también. Porque ese coche no solo tenía ruedas: tenía historia.
Nunca fui a la universidad. Nadie me enseñó finanzas, ni mecánica, ni liderazgo. Aprendí con golpes. Con caídas. Con dignidad.
—¿Y si te vuelve a ir mal? —me preguntaban.
—Entonces volveré a empezar.
Hoy muchos conocen la marca. Pocos conocen la historia. Yo no tuve fortuna, ni títulos, ni apellidos importantes. Solo tuve una idea: que el origen no define el destino.
Y por eso te lo digo hoy, con el corazón en alto:
Si no tienes dinero, pero sí coraje… sigue.
Si nadie cree en ti, pero tú sí… sigue.
Porque a veces, la vida no necesita más que eso: un alma que se niega a rendirse.
Y si alguna vez ves un coche Hyundai pasar por tu lado… recuerda que, una vez, fue solo el sueño de un niño sin zapatos.
Ankor Inclán