07/10/2025
No quiero que mi hijo crezca creyendo que ser fuerte es no llorar.
Quiero que entienda que la verdadera fuerza está en reconocer sus emociones, en pedir ayuda cuando lo necesite y en levantarse cada vez que la vida lo derribe.
Quiero enseñarle que la bondad no lo hace débil, que el respeto no se negocia y que la empatía es una forma de coraje. Que puede ser firme sin dejar de ser amable, valiente sin perder la ternura, y exitoso sin olvidar su humildad.
Deseo que sepa que su valor no está en lo que tiene, sino en cómo trata a los demás. Que no se defina por el ruido del mundo, sino por la paz de su conciencia. Que hable con verdad, que camine con propósito, y que sepa cuándo quedarse y cuándo marcharse.
Porque el mundo necesita más hombres que sanen en lugar de herir, que abracen en vez de juzgar, que inspiren sin aplastar. Y esa transformación empieza en casa, con cada palabra, con cada ejemplo.
Criar a un hijo no es solo prepararlo para sobrevivir en el mundo.
Es sembrar en él los valores que un día ayudarán a cambiarlo.
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