15/11/2025
Este noviembre cierro un ciclo sagrado de cuatro Danzas del Sol.
Al mirar hacia atrás, mi corazón reconoce el camino que el Gran Espíritu puso frente a mí: un sendero de fuego, de silencio, de plegarias y de renacimiento. La ceremonia me enseñó a ver con otros ojos, a escuchar con el corazón, a caminar con más respeto sobre la tierra que nos sostiene y a honrar el aliento que nos fue dado.
En cada amanecer dentro del círculo, aprendí que la vida es un don y que la naturaleza es una maestra que nunca deja de hablar. El viento me mostró la humildad, el sol me enseñó disciplina, la tierra me recordó mis raíces y el agua alivió mis cansancios. Todo lo que soy se transformó con cada vuelta al árbol, con cada latido del tambor, con cada paso que di para ofrecer mi rezo.
Hoy, desde lo más hondo de mi espíritu, agradezco a mis guías, a mis mayores y a cada hombre y mujer que sostiene esta tradición con su fuerza, su medicina y su verdad.
Agradezco a quienes caminaron conmigo, a quienes sostuvieron el fuego, a quienes cuidaron el círculo, a quienes rezaron en silencio desde la sombra.
Agradezco a todos los que hicieron posible y siguen haciendo posible que este rezo continúe vivo en Ixtlán del Río, donde la memoria de los antiguos sigue respirando entre nosotros.
Que estas cuatro danzas sean semilla de un nuevo ciclo.
Que mi corazón siga aprendiendo.
Que mi espíritu siga agradeciendo.
Y que el Sol, que nos vio nacer y nos verá partir, siga guiando mis pasos con honra, propósito y humildad.
Aho Mitakuye Oyasin.
Por todas nuestras relaciones.