20/09/2025
La mamá de Tomasito ha sido cuidadosa, diligente, estudiosa y aplicada.
Seno materno exclusivo y a libre demanda, inicio de la alimentación a los seis meses cumplidos, balanceó la dieta del bebé adecuadamente, con criterios actuales basados en evidencia científica, sin retrasar alimentos ricos en hierro ni dejar fuera ningún grupo. Cero azúcar añadida, prohibidas las bebidas azucaradas, etcétera... al año, Tomasito llegó en el más perfecto estado de salud posible. Peso y talla adecuados, desarrollo psicomotor igual, como para usarlo de ejemplo en un texto de pediatría.
Después del año, la mamá de Tomasito siguió muy aplicada. Mantuvo a raya a su tía Gertrudis, esa señora entrometida y metiche que se empecinaba en darle al niño coca-cola y galletas marías. Nada. Tomasito llegó a los dos años prácticamente sin probar los alimentos procesados, todo natural, comiendo bien frutas, verduras de todas, leguminosas, cereales naturales, huevo, carnes y además bien balanceado.
Si tuviera yo estrellitas en mi consultorio, sin duda le pondría una a la mamá de Tomasito.
El asunto es que ahora, a los dos años de edad, ha llegado el momento de que el niño se incorpore a la dieta familiar. Pero la dieta de la familia de Tomasito es un mugrero.
El problema es que Tomasito y su familia no son la excepción. No quiero ofender a nadie, pero según el “Observatorio Global de Obesidad” del 17 al 20% de nuestros niños son obesos, lo que en términos científicos es un titipuchal. (Sí, ya sé que “titipuchal” no es un término científico). Y no se vayan a enojar, pero nuestros hermanos latinoamericanos no cantan mal las rancheras. En ultramar, los españoles, que algunos también siguen mis notas, andaban bien, pero ahora están poniendo en engorda a sus críos. Han aumentado sus índices de obesidad infantil significativamente.
De seguir así, nuestros índices de diabetes, hipertensión, síndrome metabólico y enfermedades crónico-degenerativas seguirán aumentando aquí y allá, todavía más.
Me preocupa eso en general, y me preocupa Tomasito en particular. Hemos hecho un gran esfuerzo (principalmente su mamá, que yo soy comparsa), para que el niño empiece su vida con el pie derecho, y lo hemos logrado.
Tomasito puede convertirse en el motivador para que su familia haga un cambio radical en sus hábitos de alimentación. De otra forma el niño pronto estará como sus papás y sus hermanos, con sobrepeso, comiendo “cheetos” con coca-cola viendo el Netflix.
Muchas familias mexicanas cuidan muy bien la alimentación del niño… hasta los dos años de edad. Luego viene la debacle. Que no sea tu caso.