31/10/2025
La leyenda del Híkuri y el Venado Azul
En los tiempos antiguos, cuando la Tierra aún era joven y los hombres no conocían los secretos del alma, los dioses se ocultaban en los montes y en los ríos dormían las palabras del fuego.
El pueblo wixárika vagaba sediento de sabiduría, buscando en el horizonte una señal que los guiara hacia el corazón del mundo.
Entonces, Kauyumari, el Venado Azul, descendió de las estrellas.
Su cuerpo irradiaba una luz que no era de este mundo: el brillo del amanecer y el ocaso al mismo tiempo.
Sus ojos guardaban el misterio del agua y del tiempo.
Kauyumari habló al corazón de los hombres y les dijo:
“Búsquenme donde nace la lluvia,
allí donde el sol besa la piedra.
Mi sangre abrirá las puertas del cielo,
y el canto del pe**te les mostrará el camino.”
Los chamanes siguieron sus huellas por el desierto de Wirikuta,
cada paso del venado dejaba una flor luminosa en la arena,
una estrella caída, un espejo del espíritu.
Cuando el venado se detuvo, su cuerpo tembló ante el fuego divino,
y al recibir la primera flecha sagrada, su sangre cayó sobre la tierra.
De aquella sangre brotó el primer Jíkuri,
el cactus sagrado, el pe**te azul,
flor del conocimiento, corazón del mundo.
El venado no murió, se transformó en espíritu,
y su alma quedó guardada en cada botón del híkuri,
para guiar a los que buscan la visión.
Por eso, cuando los peregrinos lo encuentran y lo cortan con respeto,
dicen que el venado vuelve a nacer,
y su canto viaja por los ojos del que ve con el alma.
El pe**te sangra la luz del venado,
su savia es roja como la vida,
y cada ceremonia es un reencuentro con aquel momento sagrado,
cuando la humanidad recibió su primer sueño.
Desde entonces, el pueblo wixárika canta:
“El venado corre en el amanecer,
sus huellas son estrellas,
su sangre es canto,
y su cuerpo, flor de la visión.”
Y así, en cada peregrinación,
el chamán busca al Venado Azul no para cazarlo,
sino para recordar que todos somos su reflejo,
seres que sangran luz cuando el espíritu despierta.