22/09/2025
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Hablamos de la salud como un tejido que une cuerpo, memoria y comunidad. El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que poco a poco borra recuerdos, palabras y gestos cotidianos.
Más mujeres que hombres lo desarrollan, y no solo por vivir más tiempo. El ánimo depresivo, más frecuente en nosotras, se ha vinculado con la aparición del mal de Alzheimer, en parte por la longevidad, los cambios hormonales y también por la sobrecarga de cuidados que muchas veces enfrentamos, los roles sociales que históricamente nos han colocado como cuidadoras, con cargas emocionales y físicas profundas, también aumentan la posibilidad de desarrollarlo.
Nuestro cuerpo guarda secretos que aún estamos aprendiendo a leer. Nuevas investigaciones muestran la relación entre la salud intestinal y la salud cerebral: una microbiota equilibrada puede proteger contra procesos inflamatorios vinculados al Alzheimer. En el Alzheimer, los pacientes muestran un intestino distinto, una microbiota alterada que refleja lo que sucede en el cerebro. Algunos microbios parecen estar vinculados a la enfermedad y podrían actuar como señales tempranas, avisándonos de cambios antes de que la memoria se vea afectada.
El cuidado durante el embarazo, la nutrición, el sueño y la salud cardiovascular influyen en la forma en que el cerebro se fortalece o se vulnera a lo largo de la vida. Complicaciones del embarazo como la preeclampsia, que se relacionan con un declive cognitivo en etapas posteriores de la vida. Lo que se siembra en esas etapas tempranas también acompaña en la vejez.
El Alzheimer no es solo olvido. Es también un llamado a mirar cómo vivimos, cómo nos alimentamos, cómo nos acompañamos en comunidad. La memoria se cuida en la red de afectos, en el cuerpo y en la vida cotidiana.