06/11/2025
El mito de que las dificultades de aprendizaje se deben a la flojera es una creencia profundamente errónea que perpetúa el estigma y la incomprensión hacia quienes enfrentan estos desafíos. Esta visión simplista ignora la complejidad del cerebro humano y cómo cada persona procesa la información de manera única. Etiquetar a alguien como "flojo" por tener dificultades en el aprendizaje no solo es injusto, sino que también puede afectar gravemente su autoestima, motivación y desarrollo académico. En lugar de fomentar la empatía y el apoyo, este mito refuerza barreras que dificultan el acceso a estrategias educativas adecuadas.
La realidad es que las dificultades de aprendizaje, como la dislexia, el TDAH o la discalculia, no tienen nada que ver con la falta de esfuerzo o interés. Estas condiciones están relacionadas con diferencias neurobiológicas que afectan la forma en que el cerebro recibe, procesa, almacena y responde a la información. Por ejemplo, una persona con dislexia puede tener problemas para decodificar palabras escritas, pero puede sobresalir en pensamiento visual o razonamiento abstracto. Reconocer estas diferencias permite adaptar los métodos de enseñanza para que se ajusten a las necesidades individuales, promoviendo un aprendizaje más inclusivo y efectivo.
Comprender que las dificultades de aprendizaje son variaciones en el procesamiento de la información —y no defectos de carácter— es fundamental para construir entornos educativos más justos. Esto implica capacitar a docentes, sensibilizar a las familias y ofrecer recursos especializados que permitan a cada estudiante alcanzar su máximo potencial. Al cambiar la narrativa del "flojo" por la del "diferente", abrimos la puerta a una educación que valora la diversidad cognitiva y fomenta el respeto por las distintas formas de aprender.