Club de Estudios en Psicoanálisis

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28/08/2022
04/08/2022
15/07/2022
27/06/2022

El delirio de interpretación: el otro, el que engaña.

La culpa se hace eco muy rápidamente de la acusación.

—[ Henry Fielding ]—

Un rasgo que pone de manifiesto la afinidad entre las dos formas de delirio, el paranoico y el de los celos, es el papel de los signos en la relación con el otro, el que engaña. Tanto el perseguidor como el otro, el que engaña, (con sus dos rostros, el del otro amado y el del rival) se supone que delatan su indignidad por medio de «signos» que el delirante (celoso versus paranoico) detecta en su condición de observador experto, con una especial sensibilidad de sus sentidos.
El vínculo de las ideas de «celos» con las ideas de «persecución» ya había sido señalado por la psiquiatría, mediante el «delirio de interpretación» (Paul Serieux y Joseph Capgras). Pero fue Sigmund Freud quien asentó la idea: si los celos y la persecución desencadenan la locura interpretativa es porque ambos abrevan en el mismo fermento pulsional. De alguna manera, ambos se cuecen en la misma olla.
Freud nunca dice que esos obstinados y fanáticos intérpretes se equivocan; los celosos denotan incluso una capacidad de «atención» y una pertinencia excepcionales, pero su patología se expresa justamente en que de alguna manera tienen «demasiada razón», es decir, no consiguen ocultar lo que los no celosos eluden habitualmente. Los celosos paranoicos se revelan especialmente aptos para detectar las señales del deseo en el ser del otro s**o, señales que entienden perfectamente, ¡y con razón!: la identificación ocurre de acuerdo a su propio conocimiento y experiencia sobre el asunto. Así, sin duda es cierto que la mujer, en su funcionamiento social, produce signos y emite señales: es la ley de la seducción como hecho de alguna manera antropológico y social. El gran celoso, como el paranoico, es el hombre que tiene razón. Pero en ese sentido resulta ser una persona que huye radicalmente del trato con los demás o siente gran aversión hacia ellas, elude el carácter de «apariencia» o «hipocresía social» características con las cuales se estructura el lazo social.
Como un auténtico patán, le niega a la mujer el derecho a la expresión metafórica de su deseo, es decir, a permanecer en una línea de flotación en la expresión socializada de su ser: toma el signo al pie de la letra y no da un paso atrás, polarizado como se encuentra en la confesión del deseo de infidelidad. De ahí su apetencia patológica por la «verdad».
Al igual que el paranoico, el celoso puede argüir con toda legitimidad que en el fondo tiene razón, así sea contra todos, para el caso, que toda conducta humana es, en el fondo, sexual. Sin embargo, por principio, el celoso es un «falso espíritu», pese a que, por otra parte, dé muestras de una sobrelucidez patológica. La observación proustiana es atinada: «resulta sorprendente cómo los celos, que se pasan haciendo pequeñas suposiciones en falso, tienen poca imaginación cuando se trata de descubrir la verdad». De esta manera, Marcel Proust señala el contraste entre la escrupulosidad hipotética que caracteriza a la investigación celosa, verdadero desenfreno de sagacidad y perspicacia en todo lo referido al detalle, y su incapacidad para afrontar la propia realidad de la pérdida. Esa clase de celoso que no deja de multiplicar las «falsas suposiciones» se muestra incapaz de ver claro en esas circunstancias, pese a tener las evidencias ante la vista, cuando la infidelidad o el abandono se cumplen realmente. Es una prueba de que funciona según el «principio de placer», aunque sea para poner de manifiesto alguna de las verdades más desagradables, de que fracasa en saber cuando la propia realidad de la traición se presenta (sobre todo cuando él mismo la ha provocado), pese a que sobresalía en la detección de los signos precursores. Desea que la realidad vaya en el sentido deseado para acceder al placer mórbido de descubrir al otro «en flagrante delito», gesto con el que también realiza su propia inclinación masoquista. El objeto de los celos debe permanecer en las cercanías, o bastante «contactable», para que pueda ejercer sobre su persona, como si fuera un material de experimentación, sus alocadas hipótesis. El verdadero objetivo del celoso consiste en hacer confesar, sin que se dé cuenta, los deseos ocultos de la mujer, lo que equivale a inducir insensiblemente la idea del engaño y animarla a pasar al acto. Sobre todo, el celoso no desea tanto cerciorarse plausiblemente de la realidad sino verificar el fantasma... al precio del delirio. Ese paradójico funcionamiento del celoso delirante propiamente dicho se esclarece con el hecho de que él mismo desconoce el objeto de su secreta pasión. Sería la presión del deseo homosexual inconsciente la que lo llevaría a colocar «bajo presión» a la mujer. Se trata, pues, de un gigantesco error hacia la persona o, más bien, de un colapso de los dos órdenes de sentimientos heterogéneos y de parasitismo de las «elecciones de objeto»... Es lo que hace de los celos un sentimiento eminentemente confuso, incluso un verdadero estado de confusión puntual.

—[ Paul-Laurent Assoun, Lecciones psicoanalíticas sobre los celos ]—

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17/06/2022

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PSICOANÁLISIS: LECCIONES INTRODUCTORIAS

17 de junio al 22 de julio 2022.

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Invita IFEP, Círculo de Investigación y Formación en Psicoanálisis. Círculo Psicoanalítico Mexicano.

17/05/2022

"¿No es curioso que esta sociedad supuestamente de bienestar genere tantas enfermedades del alma: gente ansiosa, angustiada, estresada, deprimida, niños hiperactivos, fatiga crónica, alteraciones de la personalidad…? Todo el mundo está obsesionado por cuidarse físicamente. (...) ¿Y por dentro qué? Yo les diría: ¡Menos gimnasio y más psicoanálisis!" sostenía el personaje Merlí.

La psicoanalista , en una entrevista a Clarín, explica las consecuencias que implica el discurso del "ser feliz todo el tiempo" tan insistente en nuestra época: "Creo que se pretende vivir con garantías permanentemente. Me parece que todo eso podría subsumirse en un imperativo mayor que sería el que dicta que no hay que sufrir bajo ningún aspecto. Por eso también crece de manera preocupante y desmesurada el consumo de ansiolíticos y otros psicofármacos sobre todo en los más jóvenes. Porque vivimos una época en que el sufrimiento o la angustia se patologizan constantemente. Hay un rechazo a cualquier manifestación de afectación de los cuerpos, rápidamente se echa mano a calmantes que lo único que producen es la suspensión momentánea de algo que va a volver indefectiblemente".

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08/03/2022
17/02/2022
13/02/2022

Octava edición de la Revista Conclusiones Analíticas, encargada de difundir el psicoanálisis. En este número se abordan dos significantes. Por un lado, el significante despatologización y por otro el de singularidad. Descargar PDF Facebook Twitter

04/02/2022

Lacan ha señalado que el éxito de la droga está en que permite romper el matrimonio del cuerpo con el falo, con el instrumento sexual del ser hablante, instrumento que conlleva operaciones simbólicas para poder utilizarlo, y que no es sin angustia.
En este sentido, es un corte con lo sexual, un no querer saber acerca del Otro. Así, droga permitiría escapar de la angustia que lo sexual impone, evitar el goce producido por ello.

El tóxico está en lugar de algo, cumple una función o esconde un dolor que debe ser trabajado. El sujeto tapona la falta estructural, y donde no hay falta no hay deseo posible, dejandolo en una repetición de goce inconsciente, gobernado por la pulsión de muerte y con un único saber: la droga.

Más allá de esta caracterización, es de vital importancia en el tratamiento analítico de cualquier adicción poder establecer cuál es la función que cumple el tóxico para el sujeto ya que además de lo mencionado, puede estar en el lugar de permitir el lazo social o de sostener una estructura.

El psicoanálisis se opone a ciertas terapias en las que lo primero que se busca es la abstinencia sin importar la función que la droga tenga para el sujeto. Llevar a la abstinencia de forma directa sin importar el lugar que ocupa el tóxico en quien consulta puede tener diferentes consecuencias como ayudar al desencadenamiento de una psicosis, la depresión o la vuelta al consumo de una forma más severa.

Por último es preciso aclarar que existen diferentes tipos de adicciones además de las generadas por las dr**as (tanto legales como ilegales), se encuentran también la adicción a la pantalla (como lo es la pornografía), al trabajo, a la comida, entre tantas otras que conllevan una cuota de peligro para la salud mental.
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La primera señal de civilización en una cultura . . .
29/01/2022

La primera señal de civilización en una cultura . . .

𝘾𝙪𝙡𝙩𝙪𝙧𝙖 𝙮 𝙁𝙞𝙡𝙤𝙨𝙤𝙛𝙞𝙖 ✍🏻📜

Una estudiante le preguntó una vez a la antropóloga Margaret Mead cuál consideraba la primera señal de civilización en una cultura. La estudiante esperaba que la antropóloga hablara de anzuelos, cuencos de arcilla o piedras para afilar, pero no. Mead dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua es la prueba de una persona con un fémur roto y curado.

Mead explicó que en el resto del reino animal, si te rompes la pierna, mueres. No puedes huir del peligro, ir al río a beber agua o cazar para alimentarte. Te conviertes en carne fresca para los depredadores. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane. Un fémur roto que se curó es la prueba de que alguien se tomó el tiempo para quedarse con el que cayó, curó la lesión, puso a la persona a salvo y lo cuidó hasta que se recuperó. «Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización», explicó Mead.

La civilización es una ayuda comunitaria.

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28/01/2022

En la compra de la revista "Esquizia" (revista de feminismo), llévate de regalo una "esquizita" (libreta pequeña con la carátula de la portada).

Los esperamos en Ignacio López Rayón #557, Zona Centro, San Luis Potosí.

27/01/2022

Freud explicaba que el deseo era la búsqueda de un objeto que se encuentra perdido para siempre y que, por lo tanto, nunca se satisface de forma completa.
Del mismo modo, Lacan piensa al sujeto atravesado por el lenguaje, por un orden simbólico que lo preexiste, donde queda un resto que es imposible de aprehender, de tramitar. Este resto es la falla que el hablante tiene en su estructura, una falta estructural que permite el funcionamiento del deseo.
Este resto es lo que Lacan llamó "objeto a", objeto que causa el deseo. Todos los objetos que el deseo encuentra para su satisfacción son simplemente objetos sustitutos, imaginarios, que una vez que se consiguen, se pierden como objetos de deseo en tanto uno no puede desear lo que ya tiene, y allí vuelve a resurgir el deseo en la búsqueda de un nuevo objeto.
Deseo es deseo de más deseo porque el objeto está perdido, no hay un objeto específico o natural que lo colme, el instinto ha sido perdido a cambio del lenguaje: "Desde el momento en que el ser humano habla, estamos perdidos, se acabó esa perfección, armónica, de la copulación.” (Seminario 17).
Por último, en el Seminario 3, Lacan explica que a diferencia de los animales que ya tienen un objeto marcado por el instinto, en el hablante los objetos de deseo son infinitos y ningún camino lo dirige hacia ese objeto específico, nunca lo reencuentra.
Así lo resume en 1972: “Y los enigmas que propone el deseo a toda ‘filosofía natural’, su frenesí que imita el abismo del infinito, la colusión íntima en que envuelve el placer de saber y el de dominar con el goce, no consisten en ningún otro desarreglo del instinto sino en su entrada en los rieles -eternamente tendidos hacia el deseo de otra cosa– de la metonimia”.
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La frase del post, es una frase atribuida a Lacan que si bien no pude corroborar su origen, resume lo desarrollado en esta descripción.
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08/01/2022

Isabel entra en el consultorio enredada en las piernas de su madre. Así se presenta en nuestro primer encuentro. Ambas se confunden y en ese n**o de cuerpos entrelazados se ubican en el diván. La madre, a quién llamaré Andrea, se sienta y la niña se recuesta apoyando la cabeza en su pelvis con ...

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