01/10/2025
Arturo llevaba más de quince años manejando su taxi por la ciudad. Una noche, después de un turno largo, sentía el cansancio en los huesos. El clima había cambiado de repente con la entrada de un frente frío, y Arturo buscando un respiro, sacó la mano izquierda por la ventana para sentir la brisa mientras conducía hacia casa.
Todo pasó en un instante. Un motociclista apareció de frente y se estrelló contra su taxi. El golpe fue brutal. Arturo perdió el conocimiento y despertó horas después en un hospital.
Ahí le dieron dos noticias que lo marcarían para siempre: el motociclista, quien conducía en estado de ebriedad, había perdido la vida en el accidente. Además, su mano izquierda había quedado destrozada. Los médicos hicieron todo lo posible, pero no había otra opción: tuvieron que amputarla.
Arturo no sólo enfrentaba el dolor físico, también cargaba con una culpa enorme. Se reprochaba por haber sacado la mano del vehículo, pensando que si no lo hubiera hecho, tal vez todo sería diferente. Durante semanas se hundió en una depresión profunda, sin ganas de volver a subirse al taxi ni de enfrentarse a la vida.
Fue entonces cuando escuchó de una fundación que fabricaba prótesis mediante impresión 3D. Aunque al principio dudó, decidió enviar su solicitud. Meses después, recibió una prótesis plástica blanca, sencilla pero funcional, que le permitió volver a tomar el volante.
El primer día que condujo de nuevo con su nueva mano, sintió que recuperaba no solo su trabajo, sino también una parte de sí mismo. Hoy, Arturo sigue manejando su taxi, convencido de que aunque la vida puede cambiar en un segundo, siempre hay maneras de seguir adelante.