13/03/2025
El Cacao uso ceremonial y terapéutico, es una gran herramienta para profundizar en el trabajo personal.
El Cacao tiene una manera gentil y a la vez muy profunda de trabajar con las emociones y con la conciencia, sus efectos expansivos nos ponen en contacto con una sensación de apertura en la cual podemos ver de manera más clara los temas en los que tenemos que trabajar, nos abre las puertas para entrar en contacto con nuestra sabiduría personal y el maestro que cada uno llevamos dentro, mostrándonos las múltiples posibilidades que tenemos de crear, fluir y compartir.
En la ceremonia realizamos un viaje hacia el interior de nuestro ser, donde reside nuestra sabiduría. Por eso, para los mayas, el cacao no sólo abre la puerta del corazón sino también la puerta a una mayor conciencia. Pues cuando conectamos con el Amor que reside en nosotros, entramos en sintonía con la naturaleza y el Universo. Es una vía que nos ayuda a abrir el cuerpo y la mente para experimentar el alma.
El cacao es una antigua planta medicinal, un guardián de sabiduría, un maestro y facilitador y a diferencia de otras plantas de poder, el cacao no empuja, el cacao te invita a un viaje de autoconocimiento, pero solo si tú lo eliges. El cacao ceremonial es puro chocolate que contiene el balance de componentes y energías ideales para sanar y estimular la unión del espíritu y la vibración del corazón desde niveles muy sutiles y profundos
Esta ceremonia es perfecta para todos aquellos que desean acelerar y activar su evolución, soltar lo que ya no les sirve, activar lo estancado y sanarlo, aumentar la energía vibracional y para todas las personas que deseen estimular el corazón para sanarlo y expandirlo en vibración amorosa.
Una ceremonia de cacao comienza al entrar en contacto con el cacao, partirlo y sentir su aroma, sentir su textura mientras vas picando la barra; poner el agua a hervir, mientras escoges las hierbas que tocaran durante la ceremonia, reír, conversar y agradecer por la ceremonia que vendrá, un ritual de chocolate que nos permitirá ir profundo hacia dentro de nosotros. Poco después se mezcla el chocolate con el agua y se bate hasta disolverlo totalmente, a veces la espuma se asoma, y el cacao se comunica, es un placer preparar cacao, un ritual donde nos invita a sentir, a entregarnos, a confiar y escuchar lo que sucede en ese instante.
Dicen que en tiempos antiguos se compartía una taza de cacao cada persona querida que llegaba de visita a las casas en las comunidades mayas, tomaban juntos chocolate para hablar desde el corazón y crear relaciones duraderas con los seres que visitaban, vínculos profundos que iban fortaleciendo a los pueblos, cuando uno habla desde el corazón, uno habla desde su verdad y desde ahí es posible crear una nueva realidad.
Al servir el cacao vamos recordando el porque de sentarnos al piso en círculo, un espacio donde todos estamos a la misma altura, donde todos podemos vernos y sentirnos y del cual todos formamos parte, la ceremonia siempre la hacen los que llegan a ella, es su energía, su amor y sus sueños lo que se manifiesta.
La intención de cada ser al llegar a una ceremonia de cacao por primera vez es de un asombro maravilloso, tomar chocolate parece ser una tradición que muchos recordamos, nos lleva a nuestra infancia, hacia la dulzura y en este tiempo donde todos buscamos que algo suceda, nos permite comenzar en un espacio de mucha paz y sin expectativas.
Servir el cacao e invitar a los asistentes a preparar su bebida con miel, con canela, con un poco de picante, al gusto de cada asistente, recordamos como tenemos siempre el espacio para recibir lo que la vida nos da y prepararlo a nuestro gusto, siempre hay un tiempo, un espacio, una pausa, un respiro donde podemos sentir y recordar que no hay prisa, que no existe una meta fija en esta existencia, la única guía real es nuestro corazón.
Como seres humanos tenemos una idea fija y limitada de lo que somos, de lo que sentimos y de las posibilidades que existen, generalmente tenemos el sueño de llegar a ser, de convertirnos algún día en ese alguien que soñamos, o de que si nos esforzamos lo suficiente conseguiremos algo que nos llevara a la felicidad, sin embargo siempre nuestra mirada esta en el exterior, en la imagen que vamos viendo fuera de nosotros, en lo que acontece y eso nos hace ir siempre hacia del desconsuelo. Al tomar cacao se abre un espacio de mayor visión hacia nuestro interior y nuestra atención se vuelca hacia dentro durante la ceremonia, vamos recorriendo el espacio que somos, las voces que nos habitan, las historias que nos hemos contado, los recuerdos que hemos guardado, todo lo que no hemos digerido en nuestra vida, todos los sueños, vamos despacio en un viaje que comienza distinto para cada quien pero que a la vez nos unifica en un mismo ser, en una familia que llega a un espacio donde aparentemente hay muchos desconocidos y termina reconociendo a una familia con la que da vida a nuevas posibilidades. Es siempre un trabajo colectivo, hacia la unidad de lo que somos, hacia reconocer nuestra inter relación con todos los seres sintientes, con la vida misma. Vamos en distintos niveles al reconocimiento de nuestro interior, nuestro cuerpo físico y nuestra relación con el exterior, todo el trabajo es en plena conciencia.
El cacao comienza a tener un efecto físico entre 30 y 45 minutos de haberlo consumido, una apertura de nuestro centro, del espacio del pecho que es donde guardamos muchas de las emociones que nuestro corazón convierte en coraza por miedo a sentir. El cacao acelera el flujo sanguíneo en nuestro cuerpo, por lo que nuestro cerebro recibe mayor claridad, así como nuestro corazón comienza a latir y a dejarse escuchar.
El viaje es distinto para cada quien, en cada ceremonia, sin embargo el proceso va siempre de la mano del permitirnos sentir y estar presentes en nuestro cuerpo, en esta realidad, en el aquí y ahora, conectarnos con ese flujo ilimitado al que accedemos al sentir, permitir, permitir, permitir que el ritmo natural de nuestro cuerpo vaya diciéndonos que necesita, escuchar lo que existe dentro de nosotros, observarnos con amor y detenimiento, ir profundo en un viaje hacia dentro donde el cacao nos abraza, nos toma de la mano y nos muestra quienes somos, que existe dentro de nosotros y que posibilidades infinitas tenemos para crear, vamos profundo a observar lo que hemos acumulado, a sentirlo y a confiar en nuestra sabiduría interna para liberar, abrir espacio, generalmente en estos espacios donde nos encontramos con densidad, dolor, oscuridad existe la tendencia de quedarnos en un círculo vicioso y repetitivo donde creemos que o bien no existe nada mas o bien que tenemos que pasar largo tiempo limpiando, sanando o arreglando las partes que sentimos no adecuadas de nuestro ser, el cacao nos lleva a ir mas allá, observar, sentir y reconocer estos espacios pero ir un paso mas profundo a ver que después de una capa de oscuridad siempre existe una capa de luz y así vamos sin parar, siempre existe un espacio mas profundo a reconocer dentro de nosotros, a integrar y amar, es nuestra decisión en que enfocamos nuestra atención y es nuestra atención lo que genera la energía que da vida a las creencias que manifiestan nuestra realidad. Es esta capacidad de darse cuenta, lo que llamamos conciencia lo que nos permite tomar nuevas decisiones, al acrecentar nuestra conciencia nuestras decisiones se transforman para estar en sintonía con lo que sentimos, es una emoción la que siempre deseamos, alcanzar, paz, plenitud, alegría, felicidad, pero saber que la vida es un flujo rítmico que nos va conduciendo y a la que nosotros en cierta medida también vamos permitiendo moverse o bloqueando este ritmo, el primer paso es recordar y reconocer cual es nuestro ritmo, que es lo que necesitamos para nutrirnos, el tomar cacao nos recuerda aquellas cosas que nos emocionan y aquellas a las que mas tememos también, pero ambas desde el mismo centro que es nuestro corazón, podemos ser observadores creativos de nuestra realidad, y este espacio se abre durante la ceremonia, al observarnos e ir dando vida a un jardín interior que nos muestra en donde estamos, que tenemos y hacia donde deseamos ir.
La leyenda del chocolate
Quetzalcóatl era considerado para los mayas como el Dios de la Sabiduría. Cuenta la leyenda que un día descendió con los toltecas haciéndoles algunos regalos: por ejemplo, les hizo dueños del frijol, del maíz y de la yuca, brindándoles la posibilidad de que nunca les faltara ningún alimento.
Gracias a ello pudieron emplear sus horas en estudiar, convirtiéndose así en grandes y maravillosos escultores, artesanos y arquitectos. Poco después, como muestra de su amor hacia los toltecas, decidió regalarles una planta que anteriormente Quetzalcóatl había robado a sus hermanos.
Sustrajo el arbusto con hojas de color rojo y la plantó en los campos de tula. Así, solicitó a Xochiquetzal que la adornara con sus flores y a Tláloc que la alimentara con su lluvia.
Con el paso del tiempo el arbusto creció y comenzó a dar sus frutos. Fue así como le enseñó a recogerlos, tostarlos, molerlos y batirlos con agua en jícaras. Fue así como obtuvieron el Chocolate, una bebida maravillosamente mágica que solo podían disfrutar los nobles, los sacerdotes y los dioses.
Pero el pueblo empezó a consumir esta rica bebida, convirtiendo así a los toltecas en artistas y constructores sabios, gracias a las cualidades estimulantes y reconstituyentes del chocolate. Esto despertó la envidia y la furia de los dioses.
Un día uno de los dioses se disfrazó de mercader, y le ofreció a Quetzalcóatl una bebida llamada tlachihuitli con la que le prometió olvidar sus problemas y p***s. El dios se embriagó profunda y rápidamente, y sintió tanta deshonra y vergüenza hacia sus hermanos que decidió marcharse para siempre.
Pero a su partida, justo antes de marcharse, se percató que todas las plantas del cacao se habían secado. Fue cuando arrojó las últimas semillas de cacao en Neonalco (actual Tabasco), que finalmente florecieron bajo su mano y llegaron hasta nuestros días.