02/11/2025
Eran los años 90, y aquel noviembre quedó grabado en la memoria como un cierre y un comienzo. La despedida del noveno grado no fue solo el final de una etapa escolar, sino el fin de una inocencia compartida. En los cuadernos quedaron plasmados los poemas, las bombas y los refranes de cada compañero, como pequeñas huellas de una amistad que, aunque sabía de distancias, no entendía de olvidos.
El viaje de despedida trajo consigo risas, abrazos y silencios que escondían la tristeza de saber que el tiempo seguiría su curso, llevándose a cada uno por caminos distintos. Sin embargo, en cada recuerdo de esos días permanece viva la esencia de lo que fuimos: jóvenes soñadores que, sin saberlo, estaban construyendo los cimientos de lo que serían.
A veces la vida nos enseña que no hay finales tristes, solo capítulos que se cierran con nostalgia y gratitud por haberlos vivido.