Ps. Diego Veramendi

12/11/2025

💞 Normaliza depender (y ser interdependiente)

Nos repiten que “no hay que depender de nadie”, que “la felicidad está dentro tuyo”, que “si necesitas a alguien, estás mal”.
Y así, confundimos autonomía con aislamiento, y vulnerabilidad con debilidad.

Desde el enfoque conductual, la verdad es simple:
somos una especie social, moldeada por miles de años de cooperación, apego y apoyo mutuo.
Tu conducta, tus emociones y hasta tu identidad se construyen en relación con otros.

👉 Depender no es un defecto; es una condición natural.
Lo disfuncional no es necesitar, sino pretender, no necesitar.
Negar la dependencia genera más sufrimiento: aislamiento, autoexigencia, dificultad para pedir ayuda.

La interdependencia, en cambio, es reconocer que mi bienestar también depende del tuyo,
y que crecer juntos no resta autonomía: la amplía.

Cuando aprendes a depender de forma flexible:

—Pides ayuda sin sentir culpa.

—Te muestras vulnerable sin sentir vergüenza.

—Ofreces apoyo sin perderte en el otro.

En terapia, reconocer la dependencia funcional es un acto de aceptación radical:

✅Dejar de luchar contra lo que somos y usar esa conexión como fuerza, no como carencia.

✅Porque sanar (o vivir mejor) no es volverse independiente de todo,
si no aprender a apoyarse sin perderse.

07/11/2025

🌀 La rumiación desde la mirada del conductismo

¿Te ha pasado que no puedes dejar de pensar en algo?
Vas en el Metropolitano, intentas distraerte, pero tienes uno o varios pensamientos que vuelve una y otra vez al mismo punto: “¿Por qué me dijo eso?”, “¿y si la arruiné?”, “¿por qué no puedo soltarlo?”

Desde el conductismo, eso que llamamos “rumiar” no es simplemente pensar mucho.
Es una conducta verbal privada: una forma de comportarnos con palabras (aunque sean internas) frente a algo que nos duele o incómoda.

Cuando algo nos hiere o nos genera incertidumbre, empezamos a “darle vueltas” para no sentir directamente.
Pensar se convierte en una forma de evitar.
Por un instante parece que eso nos da control —porque pensar se siente más seguro que sentir—, pero en realidad refuerza la evitación.
Cuanto más pensamos, menos contactamos con la experiencia y menos actuamos en dirección a lo que valoramos.

La rumiación está gobernada por reglas aprendidas a lo largo de nuestra vida:
“Si pienso lo suficiente, voy a entenderlo.”
“Tengo que analizar para buscar una solución.”
“Tengo que encontrar una explicación.”

Estas reglas no son malas; son adaptativas y alguna vez fueron estrategias para afrontar el día a día.
Pero cuando las seguimos de forma rígida, se vuelven una jaula verbal.
Y la mente, que prometía darnos control, termina controlándonos a nosotros.

Desde las terapias conductuales (como ACT o FAP), no buscamos “pensar distinto”, sino relacionarnos distinto con lo que pensamos.
No se trata de pelear con la mente, sino de observarla y actuar igual, incluso cuando ella grita.

El cambio ocurre cuando la persona aprende a:
— Notar el pensamiento como lo que es: una conducta privada, no un hecho.
— Tolerar la emoción que antes evitaba.
— Volver a moverse hacia lo que importa.

🔄 En el fondo, rumiar es un intento de resolver desde el control.
Pero el verdadero alivio llega cuando dejamos que la experiencia sea como es, y nosotros elegimos actuar igual.

15/09/2025

¿Los anticonceptivos gobiernan nuestra conducta?

Hoy quiero hablarte de un mito muy extendido: la idea de que los anticonceptivos gobiernan nuestra conducta, como si al tomarlos ya no tuviéramos control sobre lo que hacemos o decidimos. ¿Te suena familiar esa creencia? Pues vamos a desarmarla juntos.

Y te explico un poco …

Los anticonceptivos actúan en el organismo regulando los niveles hormonales, y claro, eso puede generar cambios: tal vez más cansancio, alteraciones en el sueño, variaciones en el estado de ánimo o en el deseo sexual. Es decir, influyen en cómo se siente el cuerpo.

Pero ojo: influir no es gobernar. Gobernar significaría que esas pastillas deciden por ti, y eso no ocurre. La conducta no depende solo de hormonas ni de un supuesto ‘cerebro enfermo’. La conducta se entiende siempre en relación con el entorno: lo que aprendes, las reglas que sigues, las consecuencias que recibes.
Por ejemplo, dos personas que toman anticonceptivos pueden sentir cambios similares en su cuerpo, pero reaccionar distinto: una puede descansar más, otra buscar distracción, otra pedir apoyo emocional. Lo que marca la diferencia no es la pastilla, sino la historia de aprendizaje y las elecciones que cada una hace en su contexto.

Así que no, los anticonceptivos no gobiernan tu conducta. Pueden influir en cómo te sientes, pero tú sigues teniendo la capacidad de elegir cómo responder y qué dirección darle a tu vida. Recordemos siempre: la psicología no trata de cerebros enfermos, sino de cómo el organismo se relaciona con su entorno. Y ahí, está la verdadera posibilidad de cambio.

09/09/2025

¿El exceso de presencia mata el deseo sexual?

No es que la “presencia” como tal mate el deseo. Lo que sucede es que el deseo sexual necesita cierto juego entre cercanía y distancia.

Cuando hay demasiada exposición continua a la pareja (convivir todo el día, no tener espacios propios, no experimentar novedad), se activan estos procesos:

Habituación: según los principios de aprendizaje, cuando un estímulo se repite demasiado, pierde fuerza para generar la misma respuesta. En lo sexual, la excesiva familiaridad puede disminuir la excitación.

Patrones de acción modal rígidos: si la convivencia se convierte en rutina automática (trabajo, casa, series, dormir), el patrón de interacción deja de incluir sorpresa o juego, que son claves para el deseo.

Reducción de reforzadores: la novedad, el misterio y la anticipación funcionan como reforzadores positivos del deseo. Cuando todo está disponible todo el tiempo, esos reforzadores se apagan.

Entonces, ¿qué hacer?

Espacios propios: cultivar actividades individuales genera oxígeno para la relación.

Variabilidad conductual: introducir cambios pequeños (formas de acercarse, escenarios distintos, rituales de juego).

Refuerzo positivo mutuo: reforzar no solo lo sexual, sino las conductas de ternura, complicidad y cuidado.

Elegir la presencia consciente: no solo “estar al lado”, sino “estar disponible de verdad”, con atención plena en esos momentos.

En resumen: el deseo no muere por estar presentes, sino por caer en un patrón modal de rutina y exceso de previsibilidad. El entrenamiento está en recuperar la flexibilidad y los reforzadores que alimentan el vínculo.

08/09/2025

Se viene El Conjuro 4 y muchos ya sienten escalofríos solo con el tráiler. Pero… ¿Por qué, si sabemos que es ficción, igual nos asustan tanto estas películas?

Cuerpo del mensaje

Condicionamiento clásico: el cine asocia cosas cotidianas —una casa, una muñeca, un silencio largo— con gritos o apariciones. Después de varias veces, basta ver el objeto para que sientas miedo.

Refuerzo intermitente: el terror juega con la incertidumbre. No sabes cuándo llegará el susto. Esa imprevisibilidad mantiene la atención y dispara el miedo, como una máquina de casino.

Reglas culturales: desde niños escuchamos historias de fantasmas y demonios. El cine solo activa lo que ya está en nuestro repertorio verbal.

Respuesta fisiológica: taquicardia, sudor, tensión. Esa descarga asusta, pero a la vez genera adrenalina, que para muchos se convierte en parte del atractivo.

Cierre / Llamado a la acción

Así que cuando veas El Conjuro 4 y te tapes los ojos… recuerda: el miedo no viene de lo que aparece en la pantalla, sino de cómo tu aprendizaje y tu cuerpo responden al juego del terror. ¿Y tú, vas a verla o prefieres dormir tranquilo?

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