23/11/2025
Gritarles a niños pequeños puede impactar zonas del cerebro como la corteza prefrontal, el hipocampo y la amígdala. Estos efectos pueden derivar en problemas relacionados con la regulación emocional, el aprendizaje, la memoria, así como en un mayor riesgo de ansiedad, depresión o respuestas exageradas al estrés.
Estas áreas cerebrales se ven comprometidas porque la activación del sistema de estrés que provocan los gritos puede generar cambios a nivel estructural: disminución del volumen en la corteza prefrontal y en la amígdala, además de una función alterada del hipocampo. Esto ocurre porque el cerebro prioriza la supervivencia por encima de los procesos cognitivos superiores, formando circuitos neuronales centrados en la vigilancia constante del peligro.
Áreas del cerebro involucradas:
Corteza prefrontal: interviene en las funciones ejecutivas, la toma de decisiones, el control de impulsos y la gestión de las emociones.
Hipocampo: fundamental para el aprendizaje y la consolidación de la memoria.
Amígdala: estructura con forma de almendra encargada de procesar emociones, especialmente el miedo y la ansiedad.
POR QUÉ SE PRODUCEN ESTOS CAMBIOS:
Activación del sistema de estrés: los gritos desencadenan la reacción de “lucha o huida”, estimulando principalmente la amígdala y el hipocampo. Esta activación puede mantenerse durante horas después del episodio, dejando al cerebro en un estado de alerta prolongada ante posibles amenazas.
Poda neuronal y desarrollo de conexiones: durante la infancia, el cerebro elimina y refuerza conexiones neuronales. Si un niño vive situaciones de estrés de forma repetida por gritos, su cerebro fortalece rutas relacionadas con la detección del peligro. Esto puede llevar a una poda excesiva en la corteza prefrontal —clave para el pensamiento complejo— y a una amígdala sobreactivada que permanece en constante vigilancia.
POSIBLES CONSECUENCIAS DE ESTOS CAMBIOS:
Dificultad para regular emociones: una corteza prefrontal menos desarrollada puede hacer más complicado manejar sentimientos intensos, lo que se traduce en mayor ansiedad y problemas para controlar impulsos.
Afectaciones en el aprendizaje y la memoria: un hipocampo deteriorado puede dificultar la adquisición de nuevos conocimientos y la formación de recuerdos eficaces.