25/11/2025
HONRAR A LOS PADRES NO ES OBEDECERLOS: ES ALGO MUCHO MÁS GRANDE
Hay padres que creen que “honrar” es sinónimo de obedecer todo lo que dicen.
Que si el hijo no piensa igual, no sigue el camino que ellos eligieron o no acata cada mandato, entonces “no está honrando”.
Esa idea, tan repetida en algunos hogares y religiones, no solo es falsa:
es peligrosa.
Porque confunde el amor con el control.
Y distorsiona lo que, desde la mirada sistémica, significa verdaderamente honrar a quienes nos dieron la vida.
Vamos claro y sin rodeos:
Honrar a los padres NO es obediencia ciega.
Honrar no es sometimiento.
Honrar no es renunciar al propio destino para complacerlos.
Honrar es algo mucho más profundo.
Más adulto.
Más liberador.
Honrar es reconocer el origen... y seguir adelante
Honrar es mirar a ese hombre y a esa mujer —con sus luces, sus fallas, sus heridas y su historia— y decir internamente:
“Gracias por la vida. Lo demás lo hago yo.”
Ese es el verdadero movimiento.
El que te devuelve la fuerza.
El que te permite ser adulto, libre y responsable de ti.
Honrar no exige obedecer todo
Un hijo puede honrar profundamente a sus padres…
y aun así elegir otra carrera, otra pareja, otra religión, otro país, otra vida.
Porque el respeto no se mide en obediencia sino en orden interno:
Ellos son los grandes, los que dieron la vida.
Yo soy el pequeño, el que recibe la vida y la lleva hacia adelante.
Ese equilibrio basta.
Así funciona la vida.
Así se sana la historia.
Cuando un padre dice: “Si no haces lo que digo, no me honras”…
Ahí ya no hay honra.
Hay miedo, control y desorden sistémico.
Ningún padre es dueño del destino de un hijo.
La vida se entrega, no se controla.
La vida se da… y el hijo la toma para caminar con sus propios pasos.
El amor que retiene no es amor: es temor
Muchos padres, desde su propia herida, confunden el “quiero protegerte” con “quiero decidir por ti”.
Y algunos toman frases religiosas como “honra a tu padre y a tu madre” para justificar exigencias o mandatos que solo cortan las alas y separan a las familias.
Pero honrar —en el sentido más profundo— no tiene nada que ver con someterse.
Honrar es agradecer el origen
sin perder el propio camino.
El acto más alto de honra es vivir tu vida plenamente
Vivir como adulto.
Hacerte cargo de ti.
Asumir tus decisiones.
Caminar incluso cuando tus padres no lo entienden.
Porque la vida que te dieron no es para quedarte pequeño, sino para expandirte.
Esa es la verdadera honra.
La que libera.
La que ordena.
La que hace que la fuerza de tu sistema fluya hacia ti.
En resumen:
Honrar no es obedecer.
Honrar no es callar.
Honrar no es quedarse donde ya no creces.
Honrar es decir con humildad y grandeza:
“De ustedes viene mi vida.
La tomo tal como llegó.
Y ahora sigo mi camino.”
Esa es la honra que transforma.
La que sana generaciones.
La que finalmente permite que cada uno tome su lugar, con amor… y en paz.
Con amor,
Lolimar