22/09/2025
🌿Todo está cambiando en el orden natural, mantenerse rígido por mucho tiempo es ir contra el camino del viento.
EL VIENTO ENTRE LAS MANOS
En un monasterio cercano a las dunas de Tottori vivía un discípulo llamado Haru. Era conocido por su resistencia al cambio: no quería mudarse de celda, no aceptaba que cambiaran los horarios de las tareas y se enfadaba si algún ritual se hacía de manera distinta.
—La tradición debe permanecer intacta —decía con rigidez—. Si algo cambia, se pierde la pureza.
Un día, una tormenta de arena azotó el monasterio. Las dunas se movieron, los caminos desaparecieron y algunas puertas quedaron enterradas. Haru corrió hacia el maestro Genkai, preocupado:
—¡Todo está arruinado! ¿Cómo podremos vivir aquí ahora?
El maestro lo llevó a lo alto de una duna. Desde allí, observaron cómo el viento transformaba el paisaje en cuestión de horas.
—Mira bien, Haru. ¿Crees que el desierto está arruinado porque cambia?
—Pero maestro, ya no es el mismo lugar.
Genkai sonrió.
—Precisamente. El desierto es desierto porque nunca es el mismo.
Haru guardó silencio.
Durante semanas, ayudó a reconstruir los senderos. Cada día eran distintos, porque el viento seguía moviendo la arena. Al principio lo desesperaba, pero poco a poco empezó a disfrutarlo. Cada amanecer traía un nuevo paisaje, y lo que antes veía como pérdida, comenzó a verlo como regalo.
Una tarde, mientras caminaban juntos, Haru abrió las manos al viento. Sintió cómo pasaba entre sus dedos, imposible de atrapar.
—Maestro, creo que entiendo. Resistirme al cambio es como querer guardar el viento. Solo me cansa.
Genkai asintió.
—Y cuando lo sueltas, descubres que el viento no te roba nada: te refresca, te despierta.
Con el tiempo, Haru se convirtió en el más flexible del monasterio. Cuando había que cambiar las rutinas, sonreía. Cuando un hermano cometía un error, lo animaba diciendo:
—Todo fluye. Todo se transforma.
Un día, un novicio le preguntó:
—Hermano Haru, ¿cómo aprendiste a aceptar el cambio?
Él respondió:
—Dejando de luchar contra el viento. Aprendí que no soy menos porque todo cambie. Soy más, porque cambio con ello.
En el monasterio quedó la enseñanza del maestro Genkai, repetida por generaciones:
“Resistirse al cambio es morir en vida. Aceptarlo es descubrir que cada instante trae un mundo nuevo.”