23/10/2025
Sobre nuestra escuelita…
A veces me preguntan cuán grande es nuestra escuela, cuántos estudiantes tenemos o cuántos salones hay.
Y yo sonrío, porque la verdadera grandeza de una escuela no se mide por su tamaño, sino por lo que allí se aprende, se siente y se vive.
Lo que hace valiosa a una escuela no son sus paredes, sino lo que sucede dentro de ellas: niños que descubren, que piensan, que hacen preguntas, que se atreven a aprender desde la curiosidad y no desde el miedo; educadores que enseñan con conocimiento, pero también con paciencia, respeto y amor; familias que caminan junto a nosotros, no detrás ni delante, sino al lado.
Porque educar no es solo enseñar contenidos, es mirar al niño completo: mente, corazón y voluntad.
Nuestro Instituto no nació para ser enorme.
Nació para ser auténtico.
Para que ningún niño se pierda entre multitudes.
Para que cada familia sienta que aquí no deja a su hijo… sino que lo confía.
Aquí no contamos niños, los conocemos.
Sabemos quién le teme a las cucarachas, a las arañas, a los gusanos, a las alturas, quién guarda piedritas en los bolsillos, quién se queda en silencio cuando algo le duele, quién pregunta todo porque su mente no se detiene.
Y a todos los miramos con esa ternura que uno pone sobre lo que quiere cuidar.
No tenemos timbres apresurando el tiempo.
Tenemos voces que dicen: “no hay prisa, yo te espero”.
No buscamos perfección; buscamos humanidad.
Celebramos cuando leen, pero también cuando se atreven.
Valoramos cuando suman, pero también cuando comparten y ayudan.
No somos una escuela enorme… somos una escuela que abraza.
Una donde aprender no da miedo.
Donde equivocarse no es fracaso.
Donde el niño no se ajusta al sistema, sino el sistema al niño.
Y aunque no coleccionamos reconocimientos materiales, sí guardamos lo más valioso: miradas que confían, familias que se sienten acompañadas y niños que se sienten seguros, escuchados y libres de ser ellos mismos.
Gracias por elegir lo pequeño en un mundo que aplaude lo grande.
Por confiar en una educación que no grita, sino que susurra amor, paciencia y respeto. Por permitirme acompañar a sus hijos no solo a aprender… sino a florecer.
Con todo mi corazón,
Aila
́nconamor