02/12/2025
Capítulo 9: Parte 1
Aun en el dolor, Dios no me soltó
Después de la muerte de mi prima, sentí que el mundo se me desarmaba entre las manos. Había días en los que respirar dolía, y noches en las que el silencio pesaba más que cualquier palabra. Pero aun en medio de esa oscuridad, entendí algo que con el tiempo se volvió mi mayor certeza: Dios nunca me abandonó.
Él conocía mis lágrimas, mis miedos, mis cargas… y aun así me sostuvo. ¿Cómo lo hizo? Poniendo personas de buen corazón en mi camino. Gente que apareció sin pedir nada, solo con la intención sincera de ayudarme, de ayudar a Jorgito, de darme lo que podían, desde un detalle pequeño hasta un gesto grande. Y cada uno de ellos fue un recordatorio de que no he estado sola, aunque muchas veces me haya tocado ser fuerte hasta donde ya no podía.
También hubo momentos que marcaron mi vida de otra forma. Como aquella vez que decidí trabajar para sacar adelante a mi hijo, y la persona para la que trabajaba me acusó de haber tomado dinero que no era mío. Fue un golpe directo al alma. A mí, que había trabajado diecinueve años tocando dinero sin jamás tocar un centavo ajeno. A mí, que siempre cuidé mi nombre, mi honra y mi esfuerzo.
Y como si no fuera suficiente, después dijo que el dinero se había volado con el
Ventilador y que quería que la disculpara. Yo solo pude decirle la verdad de mi corazón:
“Prefiero pedir y no robar.”
Porque así me enseñaron, porque así soy, y porque mi conciencia está limpia.
Ese momento fue la gota que derramó el vaso. Entendí que no podía seguir en un lugar donde no confiaban en mí, donde mi necesidad era usada como excusa para señalarme.
Y entonces, con el corazón apretado pero la fe firme, tomé una decisión: me dediqué a mis postres, a mis arreglos, a mi trabajo honrado, para no fallarle a mi hijo. Porque Jorgito dependía de mí, y yo estaba dispuesta a darlo todo por él.
Y así, de una forma que solo Dios entiende, empezaron a llegar personas dispuestas a ayudar. Personas que han hecho posible que a Jorgito no le falte nada. Personas que, sin saberlo, han sido manos de Dios en nuestra vida. Cada regalo, cada detalle para él, cada palabra de apoyo, cada bendición compartida… todo ha sido provisión divina.
Por eso hoy lo digo sin miedo y sin duda:
Dios ha estado conmigo en mis días más duros, y me ha levantado a través del amor de otros.
Si hoy Jorgito tiene lo que necesita, es gracias a Él, y también gracias a cada corazón noble que se ha cruzado en nuestro camino.
Porque la vida me ha golpeado fuerte, pero Dios… Dios siempre me ha sostenido más fuerte todavía.