09/08/2024
¿QUIÉN MATÓ A DON FRANCISCO?
Todas las familias tienen secretos. Es inevitable: cada generación hace un recorte de lo que quiere transmitirle a las generaciones futuras, ya sea de manera consciente o no. Y en ese recorte siempre hay elementos que quedan en el tintero.
Por esta razón, las historias familiares muchas veces son retratos de lo deseado por otras personas, una declaración de nuestros antecesores sobre cómo querían que los recordemos.
Desde luego, los relatos orales son imprescindibles para llevar a cabo una buena búsqueda, pero si nos quedamos solo con esta fuente corremos el riesgo de aceptar el recorte que otros han hecho por nosotros, y cuando esto sucede, perdemos de vista la verdadera humanidad de las personas. Humanidad compleja, contradictoria y dolorosa, que muchas veces se camufla de silencio. En ocasiones, romper ese silencio, restituirle la palabra a aquello que ha sido impronunciable, puede hacer aparecer historias estremecedoras.
Eso fue lo que sucedió con la familia materna de nuestra consultante, a quien llamaremos Alejandra. Advertimos que todos los nombres y apellidos originales fueron modificados para respetar la privacidad de la descendencia.
Alejandra nos pidió que investiguemos la familia de su bisabuelo materno, Antonio Lambert, nacido en Santa Fe en el año 1884. El padre fue un reconocido cirujano francés que participó como médico en diversas campañas militares del Estado Argentino entre 1875 y 1884. Como recompensa a su servicio, le fueron cedidas 1800 hectáreas de tierra fértil en Colonia Avellaneda, donde mandó construir su nueva residencia y donde se asentó definitivamente una vez retirado del ejército.
Encontramos una descripción de la casa en el libro "Una visita a las colonias de la República Argentina", de Alejo Peyret (1889), y dice:
"Está situada en una loma elevada, a tres leguas del río Paraná, habiendo sido construida con gusto y confort; es de material con techo de palmas y tiene galerías cubiertas al este y al oeste, y un alto mirador desde el cual se puede observar la comarca en una gran estensión. Lo que se ve de allí es una estensa quinta, rodeada de eucaliptos, naranjos, paraísos, árboles frutales, legumbres y toda clase de cultivos.
El señor Lambert tiene animales vacunos, ovejas, cabras, cerdos, gallinas, pavos, patos, todo aquello necesario para hacer llevadera la existencia, que sería muy monótona en esos parajes remotos; por eso, espera con impaciencia la llegada del anunciado ferrocarril".
El doctor Lambert tuvo que armarse de paciencia a pesar de sus deseos, porque el "anunciado ferrocarril" llegaría 24 años más tarde: fue inaugurado recién el 16 de diciembre de 1913. Y tan solo tres semanas luego de la inauguración, el flamante ferrocarril se convirtió en la escena de un crimen que le arrebató la paz a Colonia Avellaneda.
Durante la tarde del 7 de enero de 1914, el 'caudillo radical' Francisco Pagano se subió al tren en la estación Reconquista, vecina de Colonia Avellaneda, con dirección a la estación Malabrigo. Iba acompañado por una vecina, la señora Regina de Romitti, con quien mantuvo una animada conversación durante el transcurso del viaje. Luego de haber pasado la estación Vera se hizo presente el guarda Loreto Peralta, revisó los boletos y al corroborar que estaba todo en orden siguió su marcha; a los pocos minutos, el guarda y los pasajeros sintieron de golpe tres estruendos ensordecedores, y vieron a un hombre con un revólver niquelado saltar del tren en plena marcha para luego perderse en el monte. Estas personas habían presenciado el as*****to de don Francisco Pagano.
Se efectuaron tres disparos, dos de los cuales hirieron al caudillo; le desgarraron la arteria aorta y la pérdida inmensa de sangre causó una muerte instantánea. El último balazo alcanzó el tórax de la señora de Romitti, a quien le perforó el pulmón izquierdo. La señora Regina increíblemente sobrevivió, y resultó ser una testigo clave, como veremos más adelante.
A las pocas horas del as*****to, todos los pueblos de la zona sabían lo que había ocurrido, gracias a la diligencia de los telegrafistas que se encargaron de esparcir la noticia. A su vez, la policía de Reconquista, Avellaneda y Vera comenzaron las investigaciones, mientras la familia del difunto hacía los preparativos para llevar a cabo la despedida final. Hacia 1914, la violencia política entre radicales y conservadores era moneda corriente; de hecho, el difunto Francisco ya había tenido varios problemas con la ley por haber participado en numerosos tiroteos.
Al día siguiente, 8 de enero, comenzaron las detenciones. Para nuestra enorme sorpresa, los principales sospechosos fueron el bisabuelo Antonio Lambert y su hermano Ricardo. Según declaraciones de algunos testigos, los hermanos Lambert habían "pronunciado amenazas en diversas ocasiones" contra Francisco Pagano. Además, se agrega el hecho de que otro hermano de Antonio y Ricardo, llamado Julián Lambert, había sido "asesinado durante la campaña política" del año anterior. Y finalmente, cuando fueron a revisar a Antonio descubrieron que tenía laceraciones múltiples en las piernas producto de una fuerte caída. Había motivos de sobra para sospechar, por lo tanto los hermanos quedaron bajo custodia e incomunicados, mientras las investigaciones seguían su curso recogiendo relatos de testigos y cotejando declaraciones.
Dijeron que "el matador" era un hombre alto, rubio, de poco bigote, a quien no reconocieron en la confusión.
"Para hacer los disparos, el criminal, de pie en la escalera de subida al coche, se tomaba con la mano izquierda de la baranda y con la derecha hacía fuego, semiasomado por una ventanilla". Todo esto desde luego con el tren en movimiento, y a casi el doble de la velocidad habitual, como dijeron los maquinistas, para corregir una demora que se había producido algunas estaciones atrás.
El tirador vestía un delantal blanco o amarillo y un sombrero negro de paja que olvidó sobre el asiento. Una vez efectuado el crimen procedió a arrojarse del tren, y algunos lo vieron erguirse y caminar rengueando.
Unos días más tarde levantaron la incomunicación que pesaba sobre Ricardo, el hermano del bisabuelo Antonio, porque las sospechas en torno a su culpabilidad directa se habían relajado. Y el jueves 15 de enero, luego de una semana en reclusión, unos periodistas fueron a entrevistar a Ricardo Lambert en el "depósito de infractores"; y Ricardo nos cuenta lo siguiente, a 110 años del crimen:
- "El día 8, a las 5 de la mañana, fui llevado preso de mi casa, mientras grupos armados de policías rodeaban el domicilio de mi padre y hacían otro tanto con mi hermano Antonio. En la noche del 12, cuando mi incomunicación había sido levantada, oí gritos de auxilio dados por mi hermano, provenientes del calabozo. Rápido, quise salir en procura de lo que pasaba, y cuando iba a trasponer a puerta de mi prisión, los comisarios me impidieron salir colocándome sus revólveres en el pecho. Los insultos al 'criminal' no cesaron por parte de los empleados, hasta que llegó el jefe político señor Fernández, y a título de un mandonismo ultrajante, me hartó de vejaciones a mí, al 'canalla', al 'criminal', que sabía bajo su autoritarismo. Después de esto, se me ha tenido 24 horas sin comer, en un calabozo, como al reo convicto que no merece ni las consideraciones impuestas por los principios de humanidad".
Según Ricardo, el día en que ocurrió el as*****to de Pagano, su hermano Antonio estaba "en casa de mi padre, señor", y las heridas que presentaba en las piernas como consecuencia de la caída del tren, según él en verdad "no eran ni heridas ni raspaduras, yo lo he visto desde hace días curándose unos granos que tenía en la pierna, ello es todo".
El bisabuelo Antonio, en su defensa, dijo que había sacado boleto para viajar a Reconquista, pero que a mitad de camino decidió seguir hasta Vera; el guarda le advirtió que para ello debía pagar una tarifa extra, y como Antonio notó que llevaba poco dinero encima, en ese momento decidió arrojarse del tren. Dijo a su vez que continuó hacia la casa de su padre, "cortando camino entre espesas cortaderas", y que no notó que defensa agrícola había cavado un pozo cerca; según él, cayó en este pozo y ahí fue cuando se produjeron las heridas en sus piernas. ¿No eran granos, entonces, como había afirmado su hermano Ricardo? Y además, si ya estaba declarando que efectivamente se había arrojado del tren, ¿para qué decir que las laceraciones fueron producto de otra caída?
Consta en las declaraciones de trabajadores ferroviarios que el bisabuelo Antonio "viajaba diariamente, todas las tardes" desde la estación Avellaneda a Reconquista, "donde bajaba, observaba y luego de emprender la marcha el tren, regresaba a su casa, llegando estos continuos viajes a despertar la atención del jefe de la estación". Este detalle es crucial, porque determina una premeditación fría y calculadora, que llevó semanas de planificación.
Además, lograron comprobar "que Antonio Lambert estuvo sentado en el único coche de primera clase que corría esa tarde a la izquierda del asiento ocupado por las víctimas, donde le fué señalado el boleto por el guarda Peralta, siendo reconocido por éste y por la señora Regina de Romitti ante el juzgado, en rueda de presos". Otro punto clave: los mejores testigos oculares del hecho pudieron identificarlo entre varios convictos.
Muchos otros testigos afirmaron ver en la tarde del as*****to a don Antonio, que cortaba camino en medio del monte en dirección a la casa de su padre, y lo vieron vistiendo un guardapolvo blanco o amarillo, rengueando, y sin sombrero, detalles que coincidían con las observaciones de los testigos del homicidio.
Otro paisano, íntimo de la familia, dijo que "Antonio tenía un revólver niquelado", al igual que el visto sobre el tren, y pudo reconocer el sombrero de paja que el asesino olvidó en el asiento, como el que tenía puesto don Antonio Lambert la tarde del crimen.
Vecinos del pueblo afirmaron que Ricardo Lambert tenía un revólver niquelado Smith, y que "pidió hace tiempo un revólver prestado diciendo que el suyo lo había dado a su hermano Antonio".
Concluyen asimismo que "es materialmente imposible que la caída en un pozo poco profundo cause las contusiones e hinchazones que el detenido presenta"; sostienen también que "la circunstancia de carecer de más dinero no representa un motivo poderoso, no significa una fuerza irresistible que explique tirarse de un tren en marcha, jugando seriamente su integridad personal. Esa sola causa no entrañaría un motivo suficiente para hacerlo, manifestado en un joven que acredita su cultura ante su dicción correcta y caballerescos modales, sobre todo en este caso, en que el detenido pertenece a una familia arraigada y ventajosamente conocida en todo el norte de la provincia".
A causa de todas estas informaciones, el juez instructor dictó su sentencia. "Las diligencias practicadas prueban acabadamente la existencia de los delitos y la culpabilidad del detenido Antonio Lambert (...) siendo por tal virtud perfectamente viable el auto de prisión preventiva, declarándolo procesado por el delito de homicidio con arma de fuego".
La sorpresa de Alejandra y del resto de la familia fue descomunal. Nunca habían escuchado nada ni siquiera cercano a todo este evento; de hecho, la información que tenían sobre el linaje se centraba específicamente en las virtudes de la familia: cultos, estudiosos, trabajadores, y partícipes del progreso de su pueblo. Ambas informaciones pueden ser ciertas y convivir al mismo tiempo, contradicciones mediante. Pero resulta evidente que el recorte que hicieron los antepasados de Alejandra dejó de lado a esta historia que parece salida de una película del 'lejano oeste'. Más que seguro, la situación debe haber significado un gran trauma familiar: imaginen el escándalo que podría desencadenar para esta familia de alcurnia, tener un hijo apresado y repudiado. Por lo tanto, es fácilmente comprensible el silencio con respecto a esta situación tan trágica.
El bisabuelo Antonio Lambert hizo todo lo que estuvo a su alcance para ocultar el crimen, y fue bastante efectivo, dado que logró mantenerlo en secreto, al menos dentro de su familia, durante 110 años. Por fortuna pudimos terminar con ese largo siglo de silencio. Y repetimos: todas las familias tienen secretos; si hasta ahora no lograron descubrir ninguno, es porque no han indagado lo suficiente.
Pimera imagen: fotografía de recluso de principios del 1900. Origen desconocido.
Segunda: Colonia Avellaneda. Visita del comisionado Carrasco para los preparativos del censo. 1887.
Tercera: Colonia Avellaneda. Fotografía de fines del 1800.