Indagaciones Genealógicas

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¿QUIÉN MATÓ A DON FRANCISCO?Todas las familias tienen secretos. Es inevitable: cada generación hace un recorte de lo que...
09/08/2024

¿QUIÉN MATÓ A DON FRANCISCO?

Todas las familias tienen secretos. Es inevitable: cada generación hace un recorte de lo que quiere transmitirle a las generaciones futuras, ya sea de manera consciente o no. Y en ese recorte siempre hay elementos que quedan en el tintero.

Por esta razón, las historias familiares muchas veces son retratos de lo deseado por otras personas, una declaración de nuestros antecesores sobre cómo querían que los recordemos.

Desde luego, los relatos orales son imprescindibles para llevar a cabo una buena búsqueda, pero si nos quedamos solo con esta fuente corremos el riesgo de aceptar el recorte que otros han hecho por nosotros, y cuando esto sucede, perdemos de vista la verdadera humanidad de las personas. Humanidad compleja, contradictoria y dolorosa, que muchas veces se camufla de silencio. En ocasiones, romper ese silencio, restituirle la palabra a aquello que ha sido impronunciable, puede hacer aparecer historias estremecedoras.

Eso fue lo que sucedió con la familia materna de nuestra consultante, a quien llamaremos Alejandra. Advertimos que todos los nombres y apellidos originales fueron modificados para respetar la privacidad de la descendencia.

Alejandra nos pidió que investiguemos la familia de su bisabuelo materno, Antonio Lambert, nacido en Santa Fe en el año 1884. El padre fue un reconocido cirujano francés que participó como médico en diversas campañas militares del Estado Argentino entre 1875 y 1884. Como recompensa a su servicio, le fueron cedidas 1800 hectáreas de tierra fértil en Colonia Avellaneda, donde mandó construir su nueva residencia y donde se asentó definitivamente una vez retirado del ejército.
Encontramos una descripción de la casa en el libro "Una visita a las colonias de la República Argentina", de Alejo Peyret (1889), y dice:

"Está situada en una loma elevada, a tres leguas del río Paraná, habiendo sido construida con gusto y confort; es de material con techo de palmas y tiene galerías cubiertas al este y al oeste, y un alto mirador desde el cual se puede observar la comarca en una gran estensión. Lo que se ve de allí es una estensa quinta, rodeada de eucaliptos, naranjos, paraísos, árboles frutales, legumbres y toda clase de cultivos.
El señor Lambert tiene animales vacunos, ovejas, cabras, cerdos, gallinas, pavos, patos, todo aquello necesario para hacer llevadera la existencia, que sería muy monótona en esos parajes remotos; por eso, espera con impaciencia la llegada del anunciado ferrocarril".

El doctor Lambert tuvo que armarse de paciencia a pesar de sus deseos, porque el "anunciado ferrocarril" llegaría 24 años más tarde: fue inaugurado recién el 16 de diciembre de 1913. Y tan solo tres semanas luego de la inauguración, el flamante ferrocarril se convirtió en la escena de un crimen que le arrebató la paz a Colonia Avellaneda.

Durante la tarde del 7 de enero de 1914, el 'caudillo radical' Francisco Pagano se subió al tren en la estación Reconquista, vecina de Colonia Avellaneda, con dirección a la estación Malabrigo. Iba acompañado por una vecina, la señora Regina de Romitti, con quien mantuvo una animada conversación durante el transcurso del viaje. Luego de haber pasado la estación Vera se hizo presente el guarda Loreto Peralta, revisó los boletos y al corroborar que estaba todo en orden siguió su marcha; a los pocos minutos, el guarda y los pasajeros sintieron de golpe tres estruendos ensordecedores, y vieron a un hombre con un revólver niquelado saltar del tren en plena marcha para luego perderse en el monte. Estas personas habían presenciado el as*****to de don Francisco Pagano.

Se efectuaron tres disparos, dos de los cuales hirieron al caudillo; le desgarraron la arteria aorta y la pérdida inmensa de sangre causó una muerte instantánea. El último balazo alcanzó el tórax de la señora de Romitti, a quien le perforó el pulmón izquierdo. La señora Regina increíblemente sobrevivió, y resultó ser una testigo clave, como veremos más adelante.

A las pocas horas del as*****to, todos los pueblos de la zona sabían lo que había ocurrido, gracias a la diligencia de los telegrafistas que se encargaron de esparcir la noticia. A su vez, la policía de Reconquista, Avellaneda y Vera comenzaron las investigaciones, mientras la familia del difunto hacía los preparativos para llevar a cabo la despedida final. Hacia 1914, la violencia política entre radicales y conservadores era moneda corriente; de hecho, el difunto Francisco ya había tenido varios problemas con la ley por haber participado en numerosos tiroteos.

Al día siguiente, 8 de enero, comenzaron las detenciones. Para nuestra enorme sorpresa, los principales sospechosos fueron el bisabuelo Antonio Lambert y su hermano Ricardo. Según declaraciones de algunos testigos, los hermanos Lambert habían "pronunciado amenazas en diversas ocasiones" contra Francisco Pagano. Además, se agrega el hecho de que otro hermano de Antonio y Ricardo, llamado Julián Lambert, había sido "asesinado durante la campaña política" del año anterior. Y finalmente, cuando fueron a revisar a Antonio descubrieron que tenía laceraciones múltiples en las piernas producto de una fuerte caída. Había motivos de sobra para sospechar, por lo tanto los hermanos quedaron bajo custodia e incomunicados, mientras las investigaciones seguían su curso recogiendo relatos de testigos y cotejando declaraciones.

Dijeron que "el matador" era un hombre alto, rubio, de poco bigote, a quien no reconocieron en la confusión.
"Para hacer los disparos, el criminal, de pie en la escalera de subida al coche, se tomaba con la mano izquierda de la baranda y con la derecha hacía fuego, semiasomado por una ventanilla". Todo esto desde luego con el tren en movimiento, y a casi el doble de la velocidad habitual, como dijeron los maquinistas, para corregir una demora que se había producido algunas estaciones atrás.
El tirador vestía un delantal blanco o amarillo y un sombrero negro de paja que olvidó sobre el asiento. Una vez efectuado el crimen procedió a arrojarse del tren, y algunos lo vieron erguirse y caminar rengueando.

Unos días más tarde levantaron la incomunicación que pesaba sobre Ricardo, el hermano del bisabuelo Antonio, porque las sospechas en torno a su culpabilidad directa se habían relajado. Y el jueves 15 de enero, luego de una semana en reclusión, unos periodistas fueron a entrevistar a Ricardo Lambert en el "depósito de infractores"; y Ricardo nos cuenta lo siguiente, a 110 años del crimen:

- "El día 8, a las 5 de la mañana, fui llevado preso de mi casa, mientras grupos armados de policías rodeaban el domicilio de mi padre y hacían otro tanto con mi hermano Antonio. En la noche del 12, cuando mi incomunicación había sido levantada, oí gritos de auxilio dados por mi hermano, provenientes del calabozo. Rápido, quise salir en procura de lo que pasaba, y cuando iba a trasponer a puerta de mi prisión, los comisarios me impidieron salir colocándome sus revólveres en el pecho. Los insultos al 'criminal' no cesaron por parte de los empleados, hasta que llegó el jefe político señor Fernández, y a título de un mandonismo ultrajante, me hartó de vejaciones a mí, al 'canalla', al 'criminal', que sabía bajo su autoritarismo. Después de esto, se me ha tenido 24 horas sin comer, en un calabozo, como al reo convicto que no merece ni las consideraciones impuestas por los principios de humanidad".
Según Ricardo, el día en que ocurrió el as*****to de Pagano, su hermano Antonio estaba "en casa de mi padre, señor", y las heridas que presentaba en las piernas como consecuencia de la caída del tren, según él en verdad "no eran ni heridas ni raspaduras, yo lo he visto desde hace días curándose unos granos que tenía en la pierna, ello es todo".

El bisabuelo Antonio, en su defensa, dijo que había sacado boleto para viajar a Reconquista, pero que a mitad de camino decidió seguir hasta Vera; el guarda le advirtió que para ello debía pagar una tarifa extra, y como Antonio notó que llevaba poco dinero encima, en ese momento decidió arrojarse del tren. Dijo a su vez que continuó hacia la casa de su padre, "cortando camino entre espesas cortaderas", y que no notó que defensa agrícola había cavado un pozo cerca; según él, cayó en este pozo y ahí fue cuando se produjeron las heridas en sus piernas. ¿No eran granos, entonces, como había afirmado su hermano Ricardo? Y además, si ya estaba declarando que efectivamente se había arrojado del tren, ¿para qué decir que las laceraciones fueron producto de otra caída?

Consta en las declaraciones de trabajadores ferroviarios que el bisabuelo Antonio "viajaba diariamente, todas las tardes" desde la estación Avellaneda a Reconquista, "donde bajaba, observaba y luego de emprender la marcha el tren, regresaba a su casa, llegando estos continuos viajes a despertar la atención del jefe de la estación". Este detalle es crucial, porque determina una premeditación fría y calculadora, que llevó semanas de planificación.

Además, lograron comprobar "que Antonio Lambert estuvo sentado en el único coche de primera clase que corría esa tarde a la izquierda del asiento ocupado por las víctimas, donde le fué señalado el boleto por el guarda Peralta, siendo reconocido por éste y por la señora Regina de Romitti ante el juzgado, en rueda de presos". Otro punto clave: los mejores testigos oculares del hecho pudieron identificarlo entre varios convictos.

Muchos otros testigos afirmaron ver en la tarde del as*****to a don Antonio, que cortaba camino en medio del monte en dirección a la casa de su padre, y lo vieron vistiendo un guardapolvo blanco o amarillo, rengueando, y sin sombrero, detalles que coincidían con las observaciones de los testigos del homicidio.
Otro paisano, íntimo de la familia, dijo que "Antonio tenía un revólver niquelado", al igual que el visto sobre el tren, y pudo reconocer el sombrero de paja que el asesino olvidó en el asiento, como el que tenía puesto don Antonio Lambert la tarde del crimen.
Vecinos del pueblo afirmaron que Ricardo Lambert tenía un revólver niquelado Smith, y que "pidió hace tiempo un revólver prestado diciendo que el suyo lo había dado a su hermano Antonio".

Concluyen asimismo que "es materialmente imposible que la caída en un pozo poco profundo cause las contusiones e hinchazones que el detenido presenta"; sostienen también que "la circunstancia de carecer de más dinero no representa un motivo poderoso, no significa una fuerza irresistible que explique tirarse de un tren en marcha, jugando seriamente su integridad personal. Esa sola causa no entrañaría un motivo suficiente para hacerlo, manifestado en un joven que acredita su cultura ante su dicción correcta y caballerescos modales, sobre todo en este caso, en que el detenido pertenece a una familia arraigada y ventajosamente conocida en todo el norte de la provincia".

A causa de todas estas informaciones, el juez instructor dictó su sentencia. "Las diligencias practicadas prueban acabadamente la existencia de los delitos y la culpabilidad del detenido Antonio Lambert (...) siendo por tal virtud perfectamente viable el auto de prisión preventiva, declarándolo procesado por el delito de homicidio con arma de fuego".

La sorpresa de Alejandra y del resto de la familia fue descomunal. Nunca habían escuchado nada ni siquiera cercano a todo este evento; de hecho, la información que tenían sobre el linaje se centraba específicamente en las virtudes de la familia: cultos, estudiosos, trabajadores, y partícipes del progreso de su pueblo. Ambas informaciones pueden ser ciertas y convivir al mismo tiempo, contradicciones mediante. Pero resulta evidente que el recorte que hicieron los antepasados de Alejandra dejó de lado a esta historia que parece salida de una película del 'lejano oeste'. Más que seguro, la situación debe haber significado un gran trauma familiar: imaginen el escándalo que podría desencadenar para esta familia de alcurnia, tener un hijo apresado y repudiado. Por lo tanto, es fácilmente comprensible el silencio con respecto a esta situación tan trágica.

El bisabuelo Antonio Lambert hizo todo lo que estuvo a su alcance para ocultar el crimen, y fue bastante efectivo, dado que logró mantenerlo en secreto, al menos dentro de su familia, durante 110 años. Por fortuna pudimos terminar con ese largo siglo de silencio. Y repetimos: todas las familias tienen secretos; si hasta ahora no lograron descubrir ninguno, es porque no han indagado lo suficiente.

Pimera imagen: fotografía de recluso de principios del 1900. Origen desconocido.
Segunda: Colonia Avellaneda. Visita del comisionado Carrasco para los preparativos del censo. 1887.
Tercera: Colonia Avellaneda. Fotografía de fines del 1800.

Ahora la Historia les perteneceMuy a menudo se piensa a la Historia como una entidad lejana y abstracta, sin demasiada r...
16/03/2024

Ahora la Historia les pertenece

Muy a menudo se piensa a la Historia como una entidad lejana y abstracta, sin demasiada relación con los sujetos actuales, como si fuera una colección de enciclopedias amarillentas juntando polvo y telas de araña en una biblioteca que ya no tiene visitantes. Y esto se debe en gran parte a cómo se nos ha enseñado la Historia: conjuntos de fechas, nombres ilustres, batallas y cambios de reinados. Teniendo esto en cuenta, resulta natural que nos pensemos desligados de esos eventos épicos que, a simple vista, nada tienen que ver con nosotros.

Pero lo que se han olvidado de enseñarnos es que la Historia la hacemos entre todos; los procesos sociales que impulsan los cambios históricos son protagonizados por poblaciones, por grupos, y no por individuos. En ese sentido, todos los sujetos sociales somos agentes históricos por partida doble: en primer lugar, porque desde el presente nos encontramos inmersos en estructuras que tienen un origen histórico, las cuales reproducimos y modificamos al mismo tiempo haciendo historia in situ; y en segundo lugar, porque nos originamos simbólica y materialmente en sujetos históricos del pasado que atravesaron en carne propia los grandes procesos de cambio que vemos en los libros. Esto quiere decir, sin ir más lejos, que estamos íntimamente ligados a la historia, lo sepamos o no. En síntesis, de la historia venimos y a la historia vamos.

Nuestra consultante Margarita Aguirre y su familia no son una excepción. Trabajamos con un solo linaje, el de su tatarabuela Petrona Machado, y descubrimos que esa rama está atravesada por al menos dos grandes procesos históricos de nuestro país. El primero, la expansión del territorio nacional argentino:
Petrona Machado nació en la provincia de Córdoba alrededor del año 1860. A sus nueve años estaba viviendo en una casita de paja y barro junto a una hermana mayor, Juana, y junto a su madre, doña Cruz Almada. Fueron inscritas como lavanderas dentro de la población militar del Fortín de las Tunas, antiguo establecimiento de frontera que había sido reconstruido pocos años atrás. Algunos de sus vecinos, anotados en la misma página, fueron Plácido Almarás, sargento de caballería, y Francisco Duarte, cabo primero. Pocas páginas más adelante, es decir, a pocas cuadras de distancia, se encontraba viviendo nada más ni nada menos que el coronel Lucio V. Mansilla y toda su comitiva; Mansilla había asumido el cargo de coronel ese mismo año, dentro de un contexto particular. En 1867 se aprobó una ley nacional que ordenaba la expansión de la frontera del Estado argentino desde Río Cuarto hacia Río Quinto, “mediante la conquista militar del territorio unánimemente percibido como desierto”. La ‘Conquista del desierto’ llevada a cabo por Roca comenzó algunos años más tarde, en 1878; sin embargo, como podrán apreciar, el concepto de ‘desierto’ aplicado sobre tierras sabidamente pobladas ya venía de hacía tiempo, al igual que las campañas militares, que se dieron durante todo el siglo 19 sobre tierras indígenas.
Por fortuna, Mansilla orientó su campaña desde el enfoque diplomático, y su ‘incursión a los indios ranqueles’ tuvo el objetivo de firmar un tratado de paz con varios líderes locales, a diferencia de lo que deseaba su superior. Pero tampoco idealicemos al coronel: los líderes locales aceptaron el tratado porque, según palabras de Mansilla, “están muy pobres”. Si vemos la imagen completa, notamos que estos pueblos estaban sufriendo las consecuencias de los avances previos sobre sus territorios. En otras palabras, no les quedaba mucha alternativa.

Los ranqueles habían estado muy lejos de quedarse de brazos cruzados ante el avance sobre sus tierras. Tenían la ventaja de conocer mucho mejor el territorio que sus enemigos, y por esto pudieron resistir a la conquista a lo largo de cientos de años; de hecho, los únicos caminos que hubo en la zona durante siglos fueron hechos por ellos mismos. Conocidos como ‘rastrilladas’, eran grandes surcos en la tierra producidos por el arrío de ganado, y hasta bien entrado el siglo 19 representaban la única manera segura de desplazarse por el sur de la actual provincia de Córdoba. Los ranqueles utilizaron su conocimiento experto del terreno y las rastrilladas para incursionar en pueblos criollos: una de las estrategias bélicas que emplearon ante el avance del territorio nacional fue el de las incursiones, ataques veloces y altamente destructivos en el que secuestraban ganado y, en ocasiones, también mujeres y niños para negociar intercambios a futuro (de hecho, el relato oral de la familia sostiene que ese fue el destino de al menos dos hermanas de la tatarabuela Petrona). Irónicamente, el sistema de rastrilladas era tan efectivo que, en un giro macabro del destino, fueron utilizadas por los españoles y más tarde por las tropas del Estado Nacional para llegar a sus tolderías. Y más aún, los establecimientos fronterizos del ejército argentino fueron construidos en puntos estratégicos conectados por las rastrilladas; precisamente, El Fortín de las Tunas, donde vivía la tatarabuela Petrona de niña, se llamó así porque fue construido junto a la Rastrillada de las Tunas, único camino que había en kilómetros a la redonda. Se entiende, entonces, que las antepasadas de Margarita viajaron por estas suertes de zanjones en medio de la vegetación, seguramente en caravanas junto a varias personas más, ya que era la forma más segura de viajar por un territorio en disputa.
Pero cuando decimos que el contexto de frontera es complejo, no nos referimos únicamente a los conflictos bélicos; los territorios fronterizos tienen a su vez la particularidad de ser el punto de contacto entre dos sociedades con códigos y mundos simbólicos diferentes. Las fronteras, lejos de ser límites precisos, son espacios altamente permeables en los que confluye una alta diversidad de sujetos e imaginarios provenientes de todos los estratos de las sociedades en contacto. En este sentido, María Rosa Lojo, en su artículo para Página 12 sobre el coronel Mansilla, sostiene que “a poco de vivir en la zona fronteriza, comenzó también a notar las complejidades y claroscuros de ese mundo móvil, lábil y mestizo, donde los bandos y las alianzas se hallaban lejos de estar claramente definidos según la condición etno-cultural. El contacto asiduo con los ranqueles de Tierra Adentro que llegaban para comerciar o en delegaciones formales (...) incidió para que terminara inclinándose por el consenso y las tratativas pacifistas”.
El relato oral de la familia de Margarita sostiene también que la tatarabuela Petrona tenía ascendencia indígena, pero nuestra búsqueda refutó esa idea; quizás, por el hecho de haberse criado en una zona de frontera, Petrona haya conocido el lenguaje ranquel, y muy probablemente haya absorbido algo de sus patrones culturales o cosmovisión.

Por el lado materno, la tatarabuela Petrona descendía de españoles y criollos; pero por el lado paterno nos llevamos una sorpresa, y es aquí donde entra el juego el segundo gran episodio de la historia argentina que atravesó a esta familia: el padre de Petrona, Leandro Machado, en su acta de matrimonio del año 1842 fue registrado como “hijo legítimo de Antonia Pacheco y de Jacinto Machado, pardo libre”. ¡Esto quiere decir que Petrona era afrodescendiente! El término ‘pardo’ en la clasificación de la colonia refiere a una persona con un progenitor negro y otro blanco, pero esto siempre hay que tomarlo con pinzas porque las categorías raciales eran muy lábiles y ambivalentes.

Los abuelos de Petrona, Jacinto Machado y Antonia Pacheco, se casaron en la parroquia de Villa Nueva en el año 1810. En este documento se nos presenta que Jacinto Machado era “esclavo de don Felipe Santiago Quiroga”, y lamentablemente no se nos indica nada más sobre él: ni su edad, ni los nombres de sus padres, nada en absoluto. ¡Ni siquiera sabemos si nació en Córdoba o en África! La administración colonial no se preocupaba en lo más mínimo por preservar la identidad de las personas esclavizadas; por el contrario, fue parte de un plan sistemático de borramiento de la historia afroargentina. Por esta razón resulta imposible seguirle el rastro a don Jacinto. Solo llegamos a descubrir que el apellido Machado le fue impuesto a partir de la esposa del esclavista, Ángela Machado.
Por su parte, toda la evidencia documental respecto a Antonia Pacheco parecería indicar que ella era blanca, hecho más que sorprendente ya que en esa época los matrimonios ‘mixtos’ eran terriblemente escasos.

Por suerte, el antepasado Jacinto llegó a conocer la libertad: como dijimos antes, para el año 1842 fue catalogado como pardo libre, y esto sucedió varios años antes de la abolición de la esclavitud en nuestro país (1853), por lo cual se entiende que, o bien el esclavista Felipe Quiroga decidió liberarlo, o bien Jacinto logró comprar su propia libertad en algún punto de su vida.

Margarita estuvo profundamente conmovida luego de conocer estas historias, y tuvo varias emociones cruzadas: por un lado, sintió enojo y una gran tristeza al notar las injusticias que vivieron sus predecesores; y por el otro, percibió un torrente que colmó sus venas de orgullo intergeneracional al saberse parte indisoluble de personas que lo dieron todo para sobrevivir a los embates más duros de nuestra historia. Indefectiblemente esto llevó también a una gran sensación de agradecimiento por esos antepasados que, con su supervivencia, le dieron a Margarita un lugar en el mundo.

Ahora, esta familia tiene otra perspectiva sobre la Historia: para ellos ya no se trata de fantasías épicas y de próceres deificados, sino que, por el contrario, se trata de su propia familia, de ellos mismos. Ahora la Historia les pertenece.

Primera imagen: Petrona Machado hacia fines del siglo 19.
Segunda: Fotografía del Fortín Cabo Alarcón, Provincia de Neuquén.
Tercera: Mapa de las rastrilladas sobre mapa político argentino actual.
Cuarta: Anotación marginal del matrimonio de don Jacinto Machado

“Hilaria quiere ser encontrada”Como sociedad tenemos una deuda enorme con la historia afroargentina. El racismo presente...
13/03/2024

“Hilaria quiere ser encontrada”

Como sociedad tenemos una deuda enorme con la historia afroargentina. El racismo presente en nuestro país tiene muchísimas consecuencias, entre ellas, la invisibilización de las raíces africanas.
Muy poca gente se interesa en rescatar sus orígenes afro, y esto ocurre, entre otros motivos, por la pérdida de información: la mayoría de la gente que tiene antepasados africanos directamente lo desconoce. Y es que hasta en el imaginario de la conformación de nuestra sociedad se deja de lado a esta población; decimos que 'bajamos de los barcos' haciendo alusión a las olas migratorias europeas como si fuera nuestro único origen. Pues no, también descendemos en gran medida de pobladores originarios y de personas afroargentinas.

Por estas razones, cuando nuestra consultante Annabella se acercó con la clara motivación de averiguar sobre su familia afro nos sentimos en la obligación de hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para rescatar a esa gente del olvido. Como genealogistas, no hay nada que nos haga sentir más orgullosos que desempolvar las vidas de la gente que fue ignorada por la historia oficial.

El silencio respecto a los orígenes no perdonó a la familia de Annabella; ella recuerda que nunca hubo mención de ascendencia afro. Sin embargo, la única foto existente de la bisabuela Hilaria Medina plantea otra realidad: "Hilaria tenía piel oscura, algo hay ahí y hay que sacarlo a la luz porque estoy re orgullosa. A mí un tinte de sangre europea no me convierte en blanca; yo para el hemisferio norte soy no blanca. Tengo toda una construcción sobre las personas racializadas y sé que estoy dentro de eso".

Annabella nos contó que la bisabuela Hilaria fue una persona estoica: a pesar de su origen humilde logró convertirse en propietaria y administradora de una posada en Río Gallegos con varias habitaciones que rentaba principalmente a trabajadores migrantes. Estaba catalogado, según lo que descubrimos, como "bar y restaurant Madrid", situado en la calle Roca 602 de Río Gallegos. Estamos hablando de las primeras décadas del siglo 20, tiempos en los que la gran mayoría de las mujeres estaba relegada a los ámbitos domésticos y a las tareas de cuidado. A todo esto hay que considerar la incidencia del racismo, que era inclusive más pronunciada que hoy en día. A pesar de todos los obstáculos que tuvo que enfrentar, Hilaria supo ingeniárselas para consolidarse como una mujer independiente, muy en contra de lo que su sociedad hubiera esperado de ella.
Según Annabella, Hilaria había nacido en la provincia de Corrientes, pero no encontramos ningún dato que coincidiera con ella. También dijo que debió haberse casado con el bisabuelo José Valles en Río Gallegos, sin embargo nuevamente nos topamos con un muro: el acta de matrimonio, crucial para abrir caminos de búsqueda, no aparecía por ningún lado. Entonces pasamos a otro punto del relato de Annabella: la abuela, Marcelina Valles Medina, nació en Punta Arenas, Chile. Este dato resultó ser extremadamente revelador. Pasamos a revisar toda la documentación disponible del registro civil de Punta Arenas y no pasó mucho tiempo hasta que descubrimos a la abuela Marcelina, nacida en el año 1918; también encontramos a su hermana María, de 1916, y a su hermano José Antonio, de 1921, por lo que pudimos establecer un rango temporal certero para la estadía de la bisabuela Hilaria en nuestro país vecino. Sin embargo, estos documentos no decían nada en absoluto sobre los progenitores, por lo tanto una vez más nos encontramos sin información que nos permitiera descubrir los orígenes de Hilaria.

En paralelo, habíamos consultado con especialistas en genealogía chilena para que nos guiaran en algunos aspectos; y al mismo tiempo, Annabella por su parte había entablado contacto con diferentes organizaciones de afrodescendientes en Argentina. Estábamos tratando de cubrir todos los flancos, pero una y otra vez terminábamos en caminos truncos. Permanecimos sin avances durante varias semanas, hasta que en cierto momento, Annabella nos contó una sensación extraña que tuvo: "No sé si creés en esas cosas, pero recién hablando de Hilaria con una profesora correntina, sentí que se caía un papel de la biblioteca... ¡pero no se había caído nada! Debe estar por aparecer algún acta de ella". Créanlo o no, pero la realidad es que precisamente el mismo día en que Annabella tuvo esa sensación, se produjo un descubrimiento crucial: encontramos una mención en el registro civil de Punta Arenas sobre el matrimonio de los bisabuelos Hilaria y José. ¡Por esto no lo encontrábamos en Río Gallegos, a fin de cuentas se habían casado en Chile! Si bien todo lo que nos aportó esta mención fue el año del matrimonio y los nombres de los bisabuelos, la clave fue que anotaron el apellido compuesto de Hilaria: su nombre completo era Hilaria Medina Mendieta. Ahora conocíamos los apellidos paterno y materno, por lo tanto podíamos emprender una búsqueda a partir de esta nueva variable.
A las pocas horas descubrimos una pareja argentina que podía ser la indicada: Lorenzo Medina y Tránsita Mendieta. Y este descubrimiento nos llevó a otro, más importante aún, ¡el acta de bautismo de la bisabuela Hilaria! Hilaria Medina Mendieta había nacido en Misiones el 14 de enero de 1888, y fue bautizada en la parroquia de San José de Posadas en el año 1891. Increíblemente, Annabella se había adelantado a este descubrimiento a pesar de todas las dificultades que veníamos afrontando; tiempo atrás, nos había comentado que “Hilaria quiere ser encontrada”, y no podemos negarlo bajo ninguna circunstancia porque las predicciones fueron correctas.

Tampoco podemos ofrecer una explicación satisfactoria para este fenómeno, pero de lo que no nos quedan dudas es que Annabella tiene una conexión muy profunda con sus antepasados que, de alguna manera u otra, orientó su sentido de la intuición.
Gabriela Caballero, afrodescendiente e investigadora correntina, le confirmó a Annabella a partir de los datos descubiertos que sus tatarabuelos definitivamente tenían origen afroargentino o inclusive afroguaraní. También consiguió el acta de bautismo de un hermano mayor de la bisabuela Hilaria, Luis Medina, nacido en Ituzaingó, Corrientes, en 1886. Al fin y al cabo, los tatarabuelos sí eran correntinos, tal y como el relato oral afirmaba erróneamente para la bisabuela Hilaria.
Los tatarabuelos Lorenzo Medina y Tránsita o María del Tránsito Mendieta eran correntinos nacidos en la década de 1860. Pasaron su infancia durante el desarrollo de la Guerra del Paraguay, periodo terriblemente convulsionado para toda la región; eran agricultores de las zonas de Ituzaingó y Santo Tomé, y sabemos que atravesaron muchísimas dificultades económicas, como se desprende del contexto histórico: sin derechos laborales, en condiciones precarias extremas, sobreviviendo día a día a los embates del racismo y del modelo agroexportador que exprimía las vidas de los trabajadores rurales. No tuvieron acceso a educación formal, ni a hospitales. Esto explica las numerosas migraciones que protagonizaron la bisabuela Hilaria y sus padres: de Corrientes a Misiones, luego a Corrientes de nuevo, más tarde a Santa Cruz, después a Chile y finalmente Santa Cruz otra vez. Estos desplazamientos tienen un nexo en común, la necesidad imperiosa de buscar mejores condiciones de vida.

Por los tiempos que tuvimos a nuestra disposición no llegamos a realizar más descubrimientos sobre estas personas, pero logramos derribar el muro de silencio que cubría sus identidades. El paso más importante era poder romper el velo invisibilizador de la historia oficial, y esto por fortuna lo pudimos conseguir. Pero más importante todavía fue poder otorgarle a Annabella una base documental sólida sobre la que se podrá construir más a futuro. Ahora, los sentimientos de orgullo ligados a sus orígenes tienen mayor asidero, y la evidencia permite que echen raíces todavía más profundas. En la gran mayoría de los casos, las poblaciones más empobrecidas tuvieron negada la preservación de su identidad y de su historia; por esta razón es que creemos indispensable este tipo de trabajo: sin recuperación de la memoria la posibilidad de generar cambios concretos en el presente se reduce drásticamente.
La evidencia histórica le grita a la hegemonía “Aquí estuvimos, nuestras vidas no pasaron desapercibidas, sobrevivimos, y nuestros descendientes están desperdigados por el mundo”. Esperamos que con el tiempo podamos sumar cada vez más relatos que reivindiquen las identidades que han sido injustamente negadas.

Y ustedes, ¿se animan a emprender este viaje de autodescubrimiento? ¡Les leemos en los comentarios!

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