02/11/2025
💭 Reflexión: La esclavitud digital y la pérdida del sujeto
Byung-Chul Han nos invita a mirar de frente una paradoja moderna: aquello que nació para liberarnos —la tecnología, la hiperconectividad, el acceso a la información— hoy amenaza con convertirnos en sus siervos. Desde la filosofía, su advertencia se inscribe en la tradición crítica de pensadores como Heidegger, Adorno y Foucault: la técnica, cuando se emancipa de la ética, deja de ser un medio para volverse un fin que reconfigura nuestra forma de existir.
En palabras de Han, el smartphone “ya no es nuestra herramienta, sino que nos usa a nosotros”. Esta inversión ontológica expresa una verdad inquietante: el sujeto se ha desplazado de su centro. Ya no habitamos el mundo, sino que somos habitados por él. La lógica algorítmica nos captura, nos cuantifica, nos convierte en datos. Es la colonización de la subjetividad bajo la apariencia de libertad.
Desde el psicoanálisis, esta situación puede leerse como una nueva forma de alienación del yo. Freud ya advertía que el sujeto no es dueño en su propia casa: el inconsciente, con sus pulsiones, gobierna silenciosamente gran parte de nuestra conducta. Pero hoy ese inconsciente es colonizado por otro tipo de deseo: el deseo manipulado por los algoritmos, por la economía de la atención, por la constante demanda de visibilidad.
El sujeto contemporáneo se somete voluntariamente a esta vigilancia digital —una suerte de superego tecnológico— que lo impulsa a producir, mostrar, reaccionar y consumir sin descanso. La “libertad” prometida por las redes deviene en compulsión: publicar, responder, actualizar, ser visto. En lugar de un amo exterior, tenemos ahora una servidumbre interiorizada; ya no hay látigo, hay notificaciones.
denomina a este fenómeno “autoexplotación”: somos al mismo tiempo el amo y el esclavo de un sistema que nos exige rendimiento constante. El psicoanálisis lo reconocería como el triunfo del principio de placer degradado en goce: un placer que ya no libera, sino que captura.
Filosóficamente, la advertencia de Han es también una pregunta ética:
¿qué queda del ser humano cuando todo puede ser cuantificado, predecido y programado?
¿Dónde reside la libertad si nuestro deseo es guiado por una inteligencia artificial que sabe más de nosotros que nosotros mismos?
Recuperar la autonomía —como él sugiere— no implica rechazar la tecnología, sino reintroducir la dimensión ética y simbólica en su uso. El sujeto necesita reapropiarse de su deseo, volver a habitar el silencio, el no saber, el tiempo sin pantalla. Allí donde el algoritmo quiere certeza, el pensamiento crítico debe reintroducir la duda; allí donde la IA quiere reemplazar, la filosofía debe recordar lo irreductible de lo humano: el error, la emoción, la palabra.
En síntesis:
El riesgo no está en la tecnología en sí, sino en la renuncia del sujeto a pensarse a sí mismo dentro de ella.
Como advertiría el psicoanálisis, la verdadera esclavitud no es la externa, sino la inconsciente.
Y como recuerda la filosofía, la libertad no se hereda: se conquista, incluso —y sobre todo— frente a las máquinas.
Tene en cuenta que el Régimen de visibilidad que regula el Internet propone una paradoja: no deja ver!
Lic. Luciano Bedecarras
MP 1113-MN 53991