13/11/2025
Después de pensar el estrago materno, es casi inevitable detenernos en su contrapunto:
la falta o falla de la función paterna.
Porque así como el exceso materno puede arrasar al sujeto,
la ausencia de un límite simbólico —ese que separa, nombra y ordena—
puede dejarlo sin anclaje, sin borde, sin deseo.
En psicoanálisis, el “padre” no es una persona,
sino una función:
la que introduce la ley simbólica y permite que el deseo exista más allá del Otro.
Cuando esta función no se inscribe,
no aparece la ley, sino su agujero.
Y lo que debería operar como corte, se convierte en confusión, vacío o exceso.
En la clínica, puede verse como dificultad para separarse,
como fusión, acting out, o una tristeza sin objeto.
No siempre hay duelo: muchas veces hay caída del deseo,
una vida que se vuelve sin dirección.
La orientación de la cura no busca “reponer un padre”
ni enseñar a limitar.
Apunta a que el sujeto pueda construir su propio borde,
donde la palabra reemplace al acto,
y el deseo pueda volver a inscribirse.
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Porque sólo cuando el límite se simboliza,
el deseo puede sostenerse.