18/05/2025
Yoga es un estado. Un estado de presencia, de consciencia. El Ashtanga vinyasa es un método que usamos para ayudar a nuestra mente a posicionarse en su fracción más sutil y elevada, y conectar con este estado. Es un excelente método, que funciona, si se utiliza con sabiduría (como toda herramienta).
El método fue hecho para la gente, y no al revés.
Acudimos a él para reconocernos, para vernos y sentirnos, primero en nuestro cuerpo, y luego ver cómo estamos y nos posicionamos en el mundo que nos rodea.
Vamos dando luz a través de la atención y la presencia a todas esas partes nuestras que han permanecido ocultas, reprimidas, censuradas o, simplemente, desconocidas. Esas partes pueden abarcar aspectos físicos, mentales y emocionales. Las traemos a la conciencia para vernos con más claridad, para saber realmente quienes somos.
Al brillar en nuestra verdadera esencia, con nuestras virtudes y nuestras limitaciones, podemos vivir nuestras vidas de una manera mucho más auténtica. No desde lo que nos dijeron o lo que creíamos que somos y que tenemos hacer, sino que, con discernimiento, podemos tomar todas las experiencias, las vivencias, los aprendizajes y quedarnos con lo que nos suma. Lo que no, lo dejamos. Y así nos vamos limpiando y posicionando en la vida.
Esa es la práctica, para eso practicamos. No importa mucho qué posturas, o cuántas posturas, o qué serie hagamos.
Sí que nos mantenemos sanos, fuertes, flexibles, nos oxigenamos, liberamos toxinas y nos divertimos al hacer la secuencia... Todo eso es un bonus y está buenísimo! Pero el Yoga no se trata de eso.
Lo más importante es el estado mental que vayamos desarrollando: estar más en calma, reírnos más, tomarnos la vida con más sencillez y alegría... Siento que eso es lo valioso!
Pero tristemente, detrás de la idea de "tradición", hay mucha tiranía mezclada con la práctica del Ashtanga vinyasa, mucha exigencia, rigidez, falta de empatía (desconocimiento y confusión tal vez?). Llevar la práctica de esa manera fomenta más la tendencia a la competitividad, a perseguir objetivos materiales (en este caso, lograr posturas), a compararnos con los demás, a una excesiva identificación con el cuerpo, con lo externo... El resultado es que se genera aún más tensión interna y en lugar de liberarnos, nos confundimos. Por haber confundido el medio, con el fin. Aprender y seguir una secuencia nos tiene que servir como base, como un punto de partida para trabajar (nos). Pero después de un tiempo de práctica, desarrollando nuestro autoconocimiento, la idea es usar este discernimiento para elegir, para decidir con total autonomía sobre nosotros y nuestro cuerpo, qué necesitamos hacer y no hacer, en cada práctica.
Que el método, así como las personas que elegimos para que nos acompañen y guíen, nos ayuden a empoderarnos, para crecer y madurar mental, emocional y espiritualmente. Para ser dueños de nuestras vidas y de nosotros mismos. Para ser nuestro propio Maestro.
Texto: Pao
Yoguinis: Loli y Estela