14/11/2025
𝗔𝗣𝗥𝗘𝗡𝗗𝗘𝗥: 𝗖𝗔𝗕𝗘𝗭𝗔 𝗬 𝗖𝗢𝗥𝗔𝗭𝗢́𝗡
¿Cómo aprender con emoción?
por Juan A. Currado
Aprender no es solo incorporar información:
es un proceso vivo, influido minuto a minuto por lo que sentimos.
Tanto en la escuela como en la vida adulta,
la emoción no es un adorno del aprendizaje,
sino su plataforma.
Nuestro modo de adquirir conocimiento cambia
según el estado emocional desde el que nos acercamos a una experiencia.
𝗤𝘂𝗲́ 𝗼𝗰𝘂𝗿𝗿𝗲 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝗲𝗿𝗲𝗯𝗿𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗼𝘀
La neurociencia lo dice con claridad:
cuando algo nos emociona positivamente —por interés, sorpresa, desafío o sentido personal—
el cerebro entra en un estado de mayor disponibilidad.
• Se activa el sistema de motivación, liberando dopamina que facilita la atención.
• La amígdala marca lo vivido como relevante y favorece que el hipocampo lo convierta en memoria.
• Se fortalece la comunicación entre áreas que integran pensamiento, sensación y acción.
No es que la emoción “cause” el aprendizaje de forma directa,
pero sí crea las condiciones internas para que sea profundo y duradero,
facilitando la posterior aplicación del conocimiento.
𝗟𝗮 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗹𝗹𝗮𝘃𝗲 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗮𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻
Lo sabemos por experiencia:
cuando algo nos interesa, nos captura;
cuando nos conmueve, nos vuelve más presentes.
Esa activación emocional rompe la apatía
y nos saca del piloto automático.
Sin ese encendido interno,
podemos “estar”, pero no estar disponibles.
𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼́𝗻, 𝗹𝗮 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗿𝗲𝗴𝗶𝘀𝘁𝗿𝗮… 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗴𝗿𝗮
Un aprendizaje sin conexión emocional positiva
es como escribir en arena seca:
queda un rato, pero no se sostiene.
La información puede entenderse,
pero no volverse significativa ni aplicable.
La apatía o el desinterés generan un funcionamiento más plano:
• se escucha, pero no se asimila
• se entiende, pero no se transforma
• se repite, pero no se apropia
Sin un hilo emocional que dé sentido,
el aprendizaje queda suelto.
𝗣𝗲𝗿𝗼 ¿𝗾𝘂𝗲́ 𝗽𝗮𝘀𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗮 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝘀 “𝗻𝗲𝗴𝗮𝘁𝗶𝘃𝗮”?
Emociones como el miedo, la ansiedad o el estrés prolongado
también son poderosas,
pero suelen generar un estado de bloqueo cognitivo.
Aunque marcan la experiencia como memorable,
desvían los recursos del cerebro hacia la supervivencia,
no hacia la integración profunda del conocimiento.
Reconocer esta dualidad
permite diseñar entornos donde la emoción acompaña el aprendizaje,
en lugar de bloquearlo.
𝗘𝗹 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗶𝘇𝗮𝗷𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗰𝗲𝘀𝗼 𝘃𝗶𝗻𝗰𝘂𝗹𝗮𝗿
En educación lo vemos con claridad:
cuando un docente genera vínculo, escucha y participación,
nace un clima emocional que habilita aprender.
La relación humana
es lo que vuelve efectiva cualquier técnica.
Para fomentar estas condiciones,
podemos diseñar desafíos con sentido personal
o generar una conexión auténtica con el material.
Y lo mismo ocurre fuera de la escuela.
Aprendemos en vínculos, decisiones, crisis, cambios y diálogos cotidianos.
La vida entera es un terreno de aprendizaje,
pero la forma en que esos aprendizajes se integran e impactan
depende, en gran medida, de cómo nos sentimos en ese momento.
Aprendemos mejor
cuando hay alguien que acompaña,
una conversación que sostiene
o un contexto que invita a estar presentes.
© 𝘊𝘰𝘮𝑝𝘢𝘳𝘵𝘪𝘳 𝘦𝘭 𝘵𝘦𝘹𝘵𝘰 𝘤𝘪𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘭 𝘢𝘶𝘵𝘰𝘳.
𝗝𝘂𝗮𝗻 𝗔. 𝗖𝘂𝗿𝗿𝗮𝗱𝗼. Lic en Psicología. UBA, MN 15.548
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