25/11/2025
Uno cree que ya se habló.
Que ya se gritó suficiente.
Que ya quedó claro.
Pero no.
A la violencia no se la ve solo en los extremos.
Se la ve —si una mira bien—
en lo pequeño, en lo cotidiano,
en esas micro situaciones que siguen sosteniendo
la violencia económica, psicológica, emocional, social y física
contra las mujeres.
Porque la violencia no empieza con un golpe:
empieza con una idea.
Con una frase heredada.
Con un chiste que naturalizamos.
Con roles que nadie cuestiona.
Con silencios cómodos.
Sí, aunque no te enteres,
la violencia sigue existiendo.
Y lo más preocupante es cómo se sostiene
desde lo social.
Mujeres que juzgan a mujeres.
Personas que llaman “roba maridos” a una mujer
pero nunca ponen la lupa sobre el hombre.
Discursos que todavía responsabilizan
a quien queda expuesta,
en vez de a quien ejerce el poder.
Esto también es violencia.
Y esto también educa.
Porque todo acto social enseña algo:
qué está permitido, qué se perdona,
a quién se señala, a quién se protege.
Por eso hoy —25N— no es solo un día para recordar,
sino para revisar.
Para preguntarnos qué reproducimos sin darnos cuenta.
Para dejar de justificar lo injustificable.
Para aprender a nombrar la violencia donde realmente empieza:
en lo cotidiano.
Desarmar lo aprendido
también es un acto de cuidado.
Y cada vez que lo hacemos,
nace un espacio un poco más habitable
para todas.