16/10/2025
Hay algo tramposo en cómo aparece el perfeccionismo.
No siempre llega con la forma evidente de “todo tiene que estar perfecto”.
A veces aparece como silencio.
Como esa idea de que “mejor espero un poco más para mostrarlo/para pedir/para hablarlo”.
Como esa edición infinita de un post, ese miedo a que lo que tenés para decir no alcance o no sea el momento, ese hábito de revisar tres veces un mail antes de mandarlo.
Y lo disfrazamos de “responsabilidad”, de “criterio”, de “ética”.
Pero lo que muchas veces hay detrás es otra cosa:
Una vara tan alta que no hay cuerpo ni deseo que alcance.
Y mientras tanto, esa actividad que querés hacer, ese mensaje que querés mandar, ese proyecto que podría ayudar a otras personas… queda en pausa.
Porque tu mente, esa que está entrenada para el análisis y el detalle, también se volvió experta en exigirte más.
Te convence de que mostrarte “así nomás” es irresponsable.
Que si no está todo impecable, no vale la pena.
Pero la trampa está ahí:
Esperar el momento perfecto te hace perder los momentos posibles.
Y ojo, no estoy hablando de tirar cualquier cosa porque sí.
No se trata de bajar tus estándares.
Se trata de dejar de pensar que todo lo que no llega al 100% no merece ver la luz.
Así que si este post te hizo ruido…
capaz es un buen momento para dejar de dar tantas vueltas y mostrar eso que ya está listo (aunque tu mente diga que falta).
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