16/08/2025
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que decimos.
Podemos dar mil discursos, repetir reglas y corregir conductas... Pero si nuestras acciones no coinciden con nuestras palabras, el mensaje que llega es otro. Ellos son observadores expertos. Si decimos " hay que hablar con respeto" pero gritamos, aprenden que gritar es valido. Si pedimos paciencia pero los apuramos, aprenden que la paciencia no es importante. Ellos no solo escuchan nuestras palabras sino que leen nuestro ejemplo. Y eso queda mucho mas grabado que un sermón. Ser coherente no significa ser perfecto sino reconocer que educamos viviendo lo que enseñamos. Pequeños gestos como pedir perdón, cumplir promesas o manejar nuestras emociones son lecciones vivas que los acompañan toda la vida. Porque más que criar con palabras, criamos con nuestra forma de vivir.