22/10/2025
Individuación o Iniciación?
El proceso de individuación, propuesto por Carl Jung, no es otra cosa que una vía iniciática moderna. A diferencia de las antiguas órdenes o escuelas de misterio, hoy la iniciación ocurre dentro de la psique. Jung descubrió que el ser humano atraviesa un viaje interior muy similar al de las tradiciones espirituales, aunque en la actualidad lo experimentamos psicológicamente y no en templos o rituales externos.
La alquimia fue una de las primeras formas en que este proceso se representó simbólicamente. Los antiguos alquimistas hablaban de la “obra” como un trabajo de purificación de la materia, pero en realidad estaban describiendo la transformación del alma. Jung comprendió que cada etapa de la obra alquímica tiene su correspondencia en la evolución psicológica del ser humano.
La primera etapa es la nigredo, el momento de oscuridad y desintegración. En la alquimia es la putrefacción de la materia; en psicología es el encuentro con la sombra. Aquí el ego se enfrenta a sus miedos, sus traumas y sus aspectos reprimidos. Es la crisis necesaria para romper la vieja identidad y abrir el camino a algo nuevo.
Después llega la albedo, que representa la purificación. Es el amanecer tras la noche oscura. En términos junguianos, este es el momento en que la persona se encuentra con su ánima o su ánimus, el principio femenino o masculino interno que media entre el yo consciente y el inconsciente. A través de este contacto surge una limpieza interior, una reconciliación con lo negado, y una apertura hacia la dimensión espiritual de la psique.
La tercera fase es la citrinitas, el estado de iluminación. La conciencia comienza a expandirse, aparece una comprensión más profunda de la vida y del sentido personal. En este punto emerge el Sí Mismo, que para Jung es el centro total de la personalidad, una especie de núcleo espiritual que ordena toda la psique.
Finalmente llega la rubedo, la obra roja, símbolo de la unión de los opuestos. Aquí el ego deja de estar separado del Sí Mismo y se integra plenamente. Es el matrimonio interior entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo humano y lo divino. Los alquimistas lo llamaban “la piedra filosofal”; Jung lo entendió como el nacimiento del ser total.
Este mismo proceso aparece en casi todas las tradiciones de sabiduría, solo que con otros nombres. En el cristianismo místico, por ejemplo, se habla de la noche oscura del alma, seguida del bautismo interior, la iluminación por el Espíritu y finalmente la unión con Dios. En el budismo y el vedānta ocurre algo parecido: el sufrimiento lleva a reconocer la ignorancia, la meditación purifica, la comprensión revela la vacuidad y al final se alcanza la liberación o moksha, donde el alma reconoce que Atman y Brahman son uno.
En el hermetismo y la cábala el alma desciende al mundo material y debe ascender por los distintos niveles del Árbol de la Vida. El punto medio, llamado Tiphareth, representa el Sol interior, equivalente al Sí Mismo junguiano. Al llegar a la corona, Kether, se realiza la unidad divina.
En la magia occidental y la tradición de Thelema este proceso toma la forma del contacto con el Santo Ángel Guardián. Primero el mago atraviesa una etapa de disolución y crisis, luego purifica su voluntad, después la alinea con su Voluntad Verdadera, y finalmente alcanza la conciencia de unidad que Crowley llamaba el estado de Ipsissimus.
Incluso en los antiguos misterios egipcios encontramos el mismo esquema. Osiris desciende al inframundo y es desmembrado, luego Isis lo reconstruye, Ra ilumina su espíritu, y al final resucita en una forma más elevada. Es la misma historia que repite el alma humana cuando atraviesa su proceso de muerte y renacimiento interior.
Todas estas tradiciones coinciden en una estructura común. Primero hay una separación o muerte simbólica del yo, luego una purificación que implica enfrentarse a la sombra y soltar el pasado, después llega una iluminación donde se revela la verdad interior, y finalmente una integración donde el individuo renace desde una conciencia más amplia.
Por eso Jung decía que lo que los alquimistas buscaban en el horno, el ser humano moderno debe encontrarlo en su inconsciente. El laboratorio está dentro. No necesitamos iniciadores externos, sino valor para enfrentar el caos interior y permitir que algo más grande que el ego tome forma a través de nosotros.Raul Villanueva