21/09/2019
Experiencias mamam
Llegué a Mamam de casualidad, porque Facebook me lo sugirió un día, en mis solitarios momentos de abstracción frente al celular entre teta y teta de mi primer hija, que en ese momento tenía 4 meses. En pleno puerperio, en plena soledad llena de preguntas y confusión, Mamam apareció como la luz de un faro en plena neblina. Y me dejé llevar, sin saber en qué consistía ni a quienes iba a conocer.
Fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado. Fue tal vez la primera vez que escuché a mi voz interior (luego, gracias a Mamam y a Andre iba a aprender que esa voz se llama "INSTINTO" y que nunca falla si nos permitimos escucharla).
Llegué con mi cría de 4 meses, mi duelo por un parto que resultó muy diferente al que había idealizado, mi vida entera y mi pareja patas para arriba. Todo en lo que había basado mi identidad y mi esencia se había prendido fuego desde que había empezado el puerperio. Y en Mamam encontré amor, contención, escucha respetuosa, conocí a otras maravillosas y admirables mujeres que sufrían, que se emocionaban, que latían al ritmo de su amor inmenso por sus hijos tan chiquitos como la mía, que se abrían el alma conmigo o me abrazaban con sus palabras o sus miradas cuando yo lloraba tratando de entender el caos en en el que me encontraba.
Y con el tiempo ocurrió el milagro: empecé a entender que el puerperio es durísimo y que yo no era un bicho raro por sentirme así, que la maternidad tiene cosas maravillosas y otras no tanto y que eso no nos hace amar menos a nuestros hijos. Qué se puede sentir mucha oscuridad y sin embargo aprender a darle tiempo al tiempo para que todo se acomode, que las etapas empiezan y terminan y que HOY NO ES SIEMPRE.
Gracias a Andre y a las bellas almas que conocí en Mamam aprendí que se puede maternar con amor hacia nosotras mismas y hacia las otras mamás que también transitan el camino a la par nuestra. Que se puede salir adelante, aprendiendo cada día y perdonándonos nuestras fallas humanas y por sobretodo, que la maternidad es bella, dura y absolutamente transformadora y que no es necesario vivirla en soledad.
Hoy pasaron 5 años de ese primer encuentro, mi hija está egresando de Jardín de Infantes y en mi panza crece mi segundo hijo. Con él se activarán nuevos desafíos y oportunidades de crecimiento, pero ésta vez, a diferencia de la anterior, confío más en mi misma y sé que no estoy sola.