31/10/2012
Los Principios y Elementos Alquímicos. El concepto atómico alquímico y la Piedra Filosofal
¿Que son los cinco elementos y qué son los Principios alquímicos? ¿Que es la Piedra Filosofal? ¿Como es posible la transmutación metalica?
No puedo evitar esbozar una sonrisa cuando mentados eruditos nos dicen con un atrevimiento que solo puede venir de la soberbia, la maliciosidad y la ignorancia, que nuestra ciencia pretende que los átomos se componen de los metaloides azufre y arsénico conjuntamente con sal de sodio (sal de cocina) y metal mercurio. ¿Es posible tanta ignorancia?, ¿Es permisible para un académico hacer tales ridículas afirmaciones? Más aun, los hay que afirman que nuestra ciencia es el fruto de la ignorancia de nuestros antepasados. Cierto es que nuestra ciencia ha permanecido oculta a las mayorías por más de 2600 años, condenada por el clero de religiones cuyo dogma peligraba ante la verdad científica. Cierto es también, que su divulgación codificada, esto es, en el idioma técnico particular de ella, impidió que quienes no conocen los códigos pudieran experimentar con una teoría concreta a la cual seguir. Pero también es cierto, que maliciosamente, científicos modernos y la mayoría de las instituciones de enseñanza han creado una campaña de descredito injusta para una ciencia que lleva sobre la tierra milenios y ha progresado hasta puntos inconcebibles. Esbozo una sonrisa, dije, ¡y con justa razón!, se oculta a los estudiantes y profesionales que la ciencia moderna nació en 1918, y antes de eso, existía solo la Alquimia y su teoría: la filosofía natural. Para darle apariencia de cimientos fuertes, los cultores de la ciencia moderna, se arrogaron para si trabajos y sabios que antes de 1922 trabajaban en la física y química alquímica, incluidos Newton y Einstein. Para establecer tales falsos antecedentes, los cultores de la ciencia moderna dividieron la física en tres disciplinas: a) llamaron clásica a la física no relativista; b) relativista a la física relativa a un sistema de coordenadas y c) cuántica a la física de las pulsaciones. La filosofía natural, trataba estas tres disciplinas como una, pero los modernistas, separaron unas de otras como si no tuviesen un mismo origen. A estas tres, los modernistas incorporaron a partir de 1918 su teoría atómica. Hasta ese momento, los átomos se componían de una única esfera de energía absolutamente indivisible, que gozaba de la particularidad de generar 4 tipos de fuerzas: a) Fuerza de rechazo o excéntrica. b) Fuerza de atracción química. c) Fuerza de atracción Cristaloquímica. d) Fuerza Gravitacional. Estas 4 fuerzas son suficientes para explicar todo fenómeno físico natural. Pero los físicos modernos, no estaban contentos con esto: Niels Bohr pensaba que, para explicar la electricidad ambarina, la frase alquímica “Como es arriba es abajo” le venía como anillo al dedo. Comparando el Sistema Solar con el átomo de hidrogeno, adaptó una vieja idea a su conveniencia. En realidad, la frase referida no significa lo que el interpretaba, sino que los fenómenos físicos, tal como ocurren en el resto del universo, ocurren también en la Tierra. Pero a Bohr le convenía su propia interpretación equivocada. La equivocación consiste en interpretar que la fuerza eléctrica trabaje igual que la fuerza gravitacional. Realmente no lo hace, razón por la cual, no son validas en los átomos las leyes que se aplican a la estabilidad de un sistema solar. En realidad no existen los niveles o puntos de equilibrio orbitales de los electrones. Esto se debe a que los electrones se rechazan entre sí, cosa que no hacen los mundos y satélites, antes se atraen que rechazarse, lo cual, debido al carácter de la gravedad y las distancias en juego, introduce una acción mínima, cosa que no sucede en los átomos, donde las fuerzas de interacción son intensas y variables a lo largo de las trayectorias orbitales que no se ubican sobre un plano como si lo hacen los planetas. Contrariamente a lo que afirman los físicos modernos, ninguna orbita electrónica atómica es estable, desde que, aun en el mejor de los casos, su estabilidad sería sumamente precaria, y alterable ante la menor influencia externa, esto es, que la ionización, creada por un electrón extra, por pura lógica, no satisfacería las condiciones de equilibrio necesarias. Por otra parte, el campo eléctrico no actúa igual a la gravedad, es decir, no es un campo universal, por lo que, incorporar un nuevo electrón, causa que el campo eléctrico del núcleo se vea insuficiente para retener en orbitas estables un numero de electrones mayor al número de protones nucleares. Alguno puede suponer que, en tal caso, por la ley de equilibrio, el átomo expande en tal caso aumentando el radio de las orbitas hasta alcanzar un nivel estable. Esto es posible con la fuerza de gravitación universal, en un sistema solar, porque es una fuerza universal, pero no sucede con una fuerza eléctrica, cuyo comportamiento no es universal. La inestabilidad de un átomo de orbitas electrónicas es muy evidente para cualquier persona pensante, pero la insistencia de los modernistas sobre su “realidad indiscutible” ha hecho que todos lo den por cierto y nadie cuestione su veracidad y exija pruebas. Existen muchas ilustraciones pictóricas de estos átomos orbitales puramente teóricos, pero nadie ha visto o fotografiado las orbitas electrónicas. Ni tampoco a los átomos. Todos los experimentos realizados que parecen demostrarlos, son también explicables de otras formas, de modo que realmente nada queda demostrado. Con honradez debe admitirse que la teoría de orbitas electrónicas es cuando menos dudosa. Poco después, a mediados de la década de 1920, los físicos modernos introdujeron la teoría nuclear, la cual pretendía explicar los núcleos de los átomos de electrones orbitales como compuestos por protones unidos por neutrones mediante dos fuerzas hipotéticas nuevas: La fuerza Fuerte y la Fuerza débil. A partir de allí, los experimentos fueron para demostrar su veracidad y que los átomos eran fisionables y fusionables. Cientos de miles de billones de dólares se invirtieron en estas aventuras, en nombre del progreso y a costa de millones de mu***os, miseria y sufrimiento de países enteros. Una física genocida, inmoral, a la cual no le importa de dónde salen sus recursos o para que se utilizan sus teorías y experimentos.
Con la invención de los aceleradores de partículas, comenzaron tales investigaciones, haciendo primero chocar partículas entre sí, y luego partículas contra átomos, y finalmente átomos contra átomos. En tales choques a velocidades extremas, las partículas y átomos parecen partirse en pedazos cada vez más pequeños conforme la velocidad (energía cinética) aumenta. Los físicos modernos afirman que esto demuestra que el átomo es divisible. Sin embargo, muchos siglos antes, los filósofos afirmaban que el átomo era susceptible de transmutar en átomos de masa menor o mayor y de convertir la energía sobrante en partículas pequeñas y en otras irradiaciones. El filósofo y físico Paul Dirac de principios del siglo XX lo explicaba así: “Toda partícula rápida o átomo acelerado equivale a una onda. El No Ser (el vacío) no existe. Se compone de infinidad de partículas y átomos en potencia, dado que el Éter es la materia prima que constituye toda partícula y todo átomo. El No Ser (vacio), puede ser inducido por una fuerza electromagnética ondulatoria (una onda) dando lugar a la formación de partículas o átomos cuya energía depende de la onda de inducción. Ambas, partícula (o átomo) y onda son energéticamente equivalentes. Si la onda tuviese una energía excedente insuficiente para inducir la formación de una segunda partícula, esta se convierte en energía cinética (velocidad). El impacto de una onda de energía suficiente contra una partícula o átomo induce la extracción de una nueva partícula proveniente del No Ser (vacio). La polaridad de la carga depende de la fase de la onda inductora.” A este tipo de vacío, se le llamó “Mar de Dirac”. En otras palabras, cuando una partícula o átomo de alta velocidad “impacta” un átomo u otra partícula, estos no se fisionan ni fusionan, sino que transmutan e inducen en el vacio la formación de nuevas partículas de alta energía cinética. De modo que la teoría alquímica dada a conocer por Dirac, explica los resultados experimentales de los “impactos” entre masas aceleradas sin recurrir a ninguna fisión ni ninguna fusión. Tales experimentos resultan absolutamente inútiles porque no prueban nada y las “nuevas partículas” que descubren, se deben a los incrementos de energía cinética (velocidad) cada vez mayores que utilizan, lo cual incrementa la energía y frecuencia de la onda-partícula u onda-átomo que impacta induciendo en el vacio la extracción de nuevas partículas y la transmutación de las masas impactantes.
Ahora, si partimos del postulado de Demócrito, el átomo es una bola de energía diminuta e indivisible, transmutativo e inductor bajo las condiciones apropiadas; los átomos se enganchan entre sí mediante la fuerza química que los filósofos llamaron Arsénico; se atraen entre sí a gran distancia gracias a la fuerza gravitacional universal que los filósofos llamaron Sal; forman cristales atrayéndose entre sí con una fuerza llamada Azufre de mayor alcance y potencia que la llamada Arsénico; y si solo hubieran estas tres fuerzas, la materia sería tan compacta que un hombre no sería mayor a la cabeza de un alfiler, pero Dios dispuso que hubiera una cuarta fuerza, de acción opuesta a la de ellas tres, es decir, separadora, a la cual los filósofos llamaron mercurio, y gracias a la cual, existen los sólidos que conocemos con una densidad mayor a la que tendrían sin esta fuerza mercurial, existen los líquidos y son posibles los gases. A estas cuatro fuerzas, que los filósofos llamaron principios se deben todos los estados de la materia. En alquimia el campo eléctrico no existe, sino solo las fuerzas de atracción y de repulsión. Con ellas basta para explicar todos los fenómenos electromagnéticos.
¿Pero cómo se generan estas fuerzas? Se generan en proporciones que dan su carácter a cada átomo diferente, a partir de las energías constituyentes del átomo, llamadas por los filósofos “Elementos”.
Los elementos son energía ondulatoria, esto es, pulsante. En aquellos puntos donde estas ondas se interfieren, se genera un pixel (punto central de energía o esfera) cuyas características dependen de las propiedades de estas ondas o elementos. Las ondas interferentes son cuatro. Los filósofos las llamaron: a) Tierra; b) Agua; c) Aire; y d) Fuego; porque su estado va de menor a mayor. Estos cuatro elementos o energías pulsantes, rotan permanentemente transformándose unas en otras según el orden dado, de menor a mayor, lo que genera un vórtice o sumidero espacio-temporal atractivo que da lugar a las fuerzas de atracción, y desde el opuesto, un vórtice repulsivo que da lugar a la fuerza de repulsión.
Podemos decir, que el universo es una imagen holográfica en la cual los átomos son los pixel de imagen, lo que constituye la materia. Este holograma no es fijo, sino un holograma en movimiento debido a la transmutación circular de los 4 elementos en cada átomo y otros factores de larga explicación.
La proporción y fase de cada una de estas 4 energías o elementos determina la intensidad de cada una de las cuatro fuerzas o principios, de modo que cuando estas varían, varían las propiedades del átomo. Si las propiedades de un átomo cambian, cambia su identidad, es decir, ya no es el átomo que era, ahora es otro, es decir, ha transmutado.
Estos cambios se producen naturalmente a lo largo de miles, a veces millones de años. Son más rápidos cuanto más rápido circulan los elementos transmutando unos en otros según ya hemos explicado.
Los cuatro elementos tienen su origen en el Éter. La sección de este que interpenetra el átomo se transforma en elemento Tierra con cada circulación de los 4 elementos. Por un proceso demasiado largo para explicarlo aquí, la porción de Éter que interpenetra el átomo queda atrapada en él, transmutándose en elemento Tierra como ya he dicho, con cada circulación donde cada elemento transmuta en otro. Así, con cada ciclo completo, hay mas proporción de los 4 elementos y menos proporción de Éter atrapado dentro del átomo. Los filósofos llamaron Hylé (se pronuncia Hule) a esta porción de Éter atrapado en el átomo. También lo llamaron impureza, mugre, etc.
Cuanto más Hylé hay en el átomo, se lo considera más impuro. A esta categoría pertenecen los “No metales”. A una categoría intermedia pertenecen los metaloides, y a la categoría superior pertenecen los metales. Sin embargo, en el caso de los metaloides, esto no es estricto. Algunos tienen menos Hylé que el Plomo, que el Hierro y el Mercurio, pero otros tienen más Hylé que algunos “No metales”. Podemos reconocer a los más impuros por su grado letal, dado que los mas venenosos son los que tienen mas Hylé. Además, los metales han sido divididos por los filósofos en tres grupos bien definidos: a) Impuros o vulgares; b) Semi preciosos y c) Preciosos; también según su grado de poder letal. El filosofo Pitágoras, dio al Hylé la categoría de Quinto Elemento al considerarlo el elemento “Padre” de los otros cuatro; le asignó el numero 10 y el dodecaedro. Sus alumnos consideraban a este elemento la base de la alquimia y su máximo secreto.
Efectivamente, acelerar el proceso natural de transmutación de los átomos de mas Hylé a menos Hylé, es la base de toda la alquimia. Nosotros, los filósofos del fuego, como también se nos ha apodado, sabemos cómo hacerlo. Más aun: Sabemos cómo llevar la pureza de los átomos más allá de la del Oro, cuyos átomos son los más puros del universo, al verse impedida la Naturaleza de ir más allá.
Se tiene Oro cuando la proporción de Hylé se ha reducido a la mitad. En ese punto, por la ley de equilibrio, la proporción de los 4 elementos se iguala con la del Hylé, y la naturaleza se ve impedida de avanzar más.
Nosotros sabemos cómo ir más allá del Oro. Superando el grado de pureza del oro, nuestras materias extra puras, por la ley de equilibrio tienden a regresar a ser Oro, lo que solo pueden hacer si aceleran la circulación de metales mucho mas impuros que el Oro. De ese modo, el metal impuro (plomo, hierro o mercurio) adquiere la pureza o estado de equilibrio del Oro y la materia excedida en pureza, llamada por los filósofos del fuego Piedra Filosofal, reduce su pureza transmutando en Oro al comunicar así su virtud a los metales vulgares.
La pureza excesiva de la Piedra Filosofal, le da a esta materia extra pura una virtud curativa ya que tiende a equilibrar todas las cosas, y toda enfermedad es un desequilibrio orgánico. De allí que sea también conocida con el nombre de “Panacea”.
PRIMIUS
1989