22/11/2025
“¡A todos los sedientos: venid a las aguas!” (Isaías 55:1) La invitación de Isaías recuerda el llamado de los vendedores de agua en los mercados del Oriente antiguo: una voz fuerte y repetida que buscaba atraer a quienes necesitaban refresco en medio del calor. Pero aquí no se ofrece agua común, sino algo infinitamente mayor. Los imperativos “venid”, “comprad” y “comed” revelan una urgencia amorosa: Dios invita a recibir gratuitamente lo que realmente alimenta. Por eso declara “sin dinero y sin precio”, una paradoja que muestra que la vida espiritual tiene valor, pero no se compra; se recibe por gracia. Entonces la pregunta del verso 2 golpea con suavidad y verdad: “¿Por qué gastan en lo que no es pan?”. El texto expone nuestra tendencia a invertir energía en cosas que no sacian. Y el punto más alto llega en el verso 3, cuando Dios mismo habla: “Yo haré con ustedes un pacto eterno.” No es solo agua: es relación, pertenencia y promesa. Hoy esta misma invitación sigue abierta: en un mundo donde tantas voces prometen saciedad y tan pocas alimentan de verdad, este texto recuerda que la vida plena no se compra ni se conquista, sino que se recibe. Allí donde la búsqueda humana se agota, Dios ofrece descanso, abundancia y una existencia que brota de Su gracia y de Su fidelidad.
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Pr. Daniel Córdoba