10/06/2019
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Eje Cerebro-Tiroide-Intestinos
El intestino ha sido llamado un "segundo cerebro" porque contiene la mayor cantidad de neuronas acumuladas después del cerebro, de hecho son tantas que han calculado la cantidad igual a la de la cabeza de un gato; y en este espacio se producen muchos de los mismos neurotransmisores que el cerebro, como la serotonina, la dopamina y el ácido gamma-aminobutírico, que desempeñan un papel clave en la regulación del estado de ánimo. De hecho, se estima que el 90% de la serotonina se produce en el tracto digestivo.
Dada esta íntima relación, lo que afecta al intestino a menudo afecta al cerebro y viceversa, y entre el intestino y el cerebro queda la tiroides. Cuando su cerebro detecta problemas, la respuesta de lucha o huida, envía señales de advertencia al intestino, por lo que los eventos estresantes pueden causar problemas digestivos, como un estómago nervioso o con malestar, popularmente se dice: “me cayó como patada en la panza”... Por otro lado, los brotes de problemas gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable (SII), la enfermedad de Crohn o el estreñimiento crónico pueden desencadenar ansiedad o depresión.
Si la microbiota intestinal está fuera de equilibrio, es probable que tenga problemas con los ataques constantes de gases, distensión abdominal, estreñimiento (o deposiciones sueltas) y molestias digestivas. Un desequilibrio de bacterias intestinales "buenas" a "malas" (conocida como disbiosis en términos médicos) puede causar estragos en la función tiroidea, ya que puede desencadenar una respuesta inflamatoria sistémica en el sistema inmunológico. El intestino es el hogar de más del 80% del sistema inmunológico, y la inflamación es su primera respuesta a un desequilibrio o daño.
Si el desequilibrio persiste, la inflamación crónica resultante elimina la función tiroidea de varias maneras. Primero, la inflamación enciende un ‘fuego’ en el cerebro, lo que reduce el mensaje del cerebro a la tiroides para producir hormona tiroidea. (1) Este cambio produce una salida baja de TSH del cerebro y, por lo tanto, una salida baja de T4 en la tiroides. Mientras menos hormona tiroidea produzca, menos energía recibirá cada célula del cuerpo. No es de extrañar que la persistencia de este problema induzca fatiga crónica.
A continuación, la inflamación afecta la conversión de hormonas corriente abajo de la tiroides a nivel del tejido. (2) Los ‘fuegos’ de inflamación de bajo grado desgastan los receptores al nivel del tejido, entonces el cuerpo no puede recargar su célula y convertir T4 en la hormona T3 activa.
El eje del cerebro también funciona de otras maneras. Por ejemplo, su intestino ayuda a regular el apetito diciéndole al cerebro cuándo es el momento de dejar de comer. Aproximadamente 20 minutos después de comer, los microbios intestinales producen proteínas que pueden suprimir el apetito, lo que coincide con el tiempo que a menudo las personas necesitan para sentirse llenas.
¿Cómo podrían los probióticos encajar en el eje intestinal? Algunas investigaciones han encontrado que los probióticos pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo y la función cognitiva y disminuir el estrés y la ansiedad. Por ejemplo, un estudio publicado en línea el 10 de noviembre de 2016 por Frontiers in Aging Neuroscience encontró que los pacientes de Alzheimer que tomaron leche “bronca” (cruda de rancho) preparada con cuatro especies de bacterias probióticas durante 12 semanas obtuvieron mejores resultados en una prueba para medir el deterioro cognitivo en comparación con los que bebían leche comercial (pasteurizada, que significa bacterias aniquiladas).
El consumo de azúcares agregados cambia dramáticamente el equilibrio de bacterias "buenas" a bacterias "malas" en el intestino. Estás claro que reducir los azúcares en la dieta es una estrategia eficaz para respaldar los niveles de bacteroides beneficiosos y limitar la acumulación de firmicutes en el intestino. (3)
Un pequeño estudio de 2013 publicado en la revista Gastroenterology encontró que las mujeres que comían yogur con una mezcla de probióticos, dos veces al día durante cuatro semanas, estaban más tranquilas cuando se las exponía a imágenes de rostros enojados y asustados en comparación con un grupo de control. Las resonancias magnéticas también encontraron que el grupo de yogur tenía una menor actividad en la ínsula, el área del cerebro que procesa las sensaciones internas del cuerpo, como las que emanan del intestino.
Es interesante el papel que juegan los probióticos en el eje cerebro-tiroide-intestinos. Lo que queda claro es que los probióticos no solo apoyan un intestino más sano, sino también a un cerebro más sano (4), como vimos antes, la disbiosis y una microbiota intestinal en desequilibrio son un obstáculo importante para la conversión de la hormona tiroidea. De hecho, el 20% de la hormona tiroidea T4 se convierte en la forma activa de T3 en el intestino. Por lo tanto, si hay problemas con flatulencias, hinchazón, estreñimiento o la incomodidad o malestar constante, es probable que tenga una conversión pobre. (5) En resumen, si el sistema digestivo no funciona bien, es muy probable que la tiroides tampoco funcione bien, ya que todo está íntimamente relacionado.
Referencias
1 https://www.karger.com/Article/Pdf/126963
2 https://www.endocrine.org/publications/endocrine-press
3 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20679230
4http://www.redalyc.org/pdf/1698/169817981002.pdf
5https://inis.iaea.org/collection/NCLCollectionStore/_Public/11/544/11544357.pdf