20/07/2025
Un adolescente nunca deja de necesitar cariño… solo deja de pedirlo.
Muchos padres creen que su hijo ya no quiere afecto porque ya no lo pide.
Pero en realidad, ha dejado de pedirlo porque aprendió que no va a recibirlo.
A los 3 años te abraza todo el tiempo.
A los 13, te empuja… pero con el corazón temblando por dentro.
Y si en ese momento no lo abrazas tú, si no das el paso, si no haces a un lado tu orgullo, si no cruzas ese muro invisible… el vínculo se enfría.
🎬 Ejemplo real + ejercicio:
Una discusión.
El hijo grita, se encierra en su cuarto, tira la puerta.
La madre —herida, dolida, humillada— decide no ir tras él.
Piensa:
—“Ya está grande. Que se calme solo.”
Horas después, él está en su cama, en silencio, mirando el techo.
No sabe cómo pedir perdón.
No sabe cómo pedir un abrazo.
Y se duerme con una frase no dicha:
“¿Y si ya no me quiere como antes?”
🧩 Ejercicio simple:
Después de una discusión, acércate y repara el vínculo como el adulto responsable que eres, cuando ya se hayan calmado.
Pon tu mano suavemente en su hombro.
Y di algo breve como:
—“Aquí estoy.”
Sin sermón. Sin condiciones.
El cuerpo también habla. Y muchas veces, un abrazo sana lo que las palabras no pueden.
🛠️ Consejo práctico:
Muchos adolescentes rechazan el contacto físico…
no porque no lo quieran, sino porque no saben cómo recibirlo sin parecer débiles.
Y muchos padres se alejan por orgullo, por miedo al rechazo, o porque están esperando que sea el hijo quien dé el primer paso.
Pero la adultez emocional está en dar sin esperar que el otro lo pida.
Un abrazo no es perder autoridad.
Es recordarle que aún en el conflicto, el amor no se va.
Y eso es lo único que realmente calma a un adolescente que se siente roto.
Esa noche, ninguno habló más.
Ella esperó que él se acercara.
Y él esperó que ella viniera a buscarlo.
Pero el orgullo es un muro que no se rompe solo.
Y el amor, cuando se guarda por miedo, se siente como abandono.
El chico se quedó dormido sin llanto…
pero con el pecho apretado por una pregunta que dolía más que cualquier castigo:
“¿Será que ya no soy digno de su abrazo?”
Fuente: abueloeduca