07/12/2025
Un caso de DUELO PATOLÓGICO POR LA PÉRDIDA DE UN HIJO.
Caso clínico: “El cuarto intacto”
Datos del caso
Marta (52 años) y Julián (55 años) perdieron a su hijo Daniel a los 17 años en un accidente automovilístico ocurrido hace ocho años. Desde entonces, no han modificado absolutamente nada de su habitación: la ropa sigue colgada en el mismo lugar, los tenis junto a la cama, los cuadernos de la preparatoria abiertos sobre el escritorio. Nadie puede entrar a la habitación sin su permiso, y ellos lo hacen a diario.
Ambos padres se refieren todavía a Daniel en presente:
—“No hay que mover eso porque Daniel se puede molestar.”
—“Daniel estaría orgulloso de su hermana.”
—“A Daniel le gusta que dejemos la luz encendida.”
Ambos aseguran que “saben” que él está mu**to, pero se comportan como si no lo estuviera. No presentan síntomas psicóticos fuera de este tema. La vida laboral y social continúa, aunque empobrecida.
Historia del síntoma
Durante los primeros meses, Marta entraba al cuarto de Daniel cada noche, abría las ventanas “para que respirara”, doblaba su ropa y repetía frases como: “descansa, mi amor”. Julián inicialmente intentó evitar esta conducta, pero con el tiempo comenzó a hacerlo también, especialmente después de que Marta le dijera: “si lo dejamos morir en el cuarto, lo perdemos dos veces”.
Ocho años después, la habitación sigue congelada en el mismo instante del accidente.
No han permitido que la cama sea movida, la ropa lavada, ni que la puerta sea cerrada. Ambos realizan un ritual nocturno en el que entran a la habitación, acomodan la almohada y dejan una luz encendida.
En palabras de Julián:
—“Si su cuarto está igual, entonces todavía hay algo de él”.
Formulación psicoanalítica (freudiana)
1. Fijación libidinal al objeto perdido
Según Freud (Duelo y melancolía), el trabajo de duelo exige:
1. Reconocimiento de la pérdida.
2. Retiro progresivo de la libido del objeto.
3. Reinversión de esa libido en otros objetos.
En este caso, la retirada libidinal nunca ocurre. Por el contrario:
Toda la libido dirigida al hijo permanece fijada al lugar de la pérdida, condensada en la habitación.
El cuarto opera como un depósito libidinal donde la relación con Daniel sigue viva.
Freud diría que el duelo quedó detenido en su primer tiempo.
2. La negación: “sé que murió, pero no lo acepto”
Freud describe la Verleugnung (desmentida o negación) como el mecanismo en el que el yo reconoce intelectualmente un hecho, pero rechaza su validez emocional o libidinal.
Aquí ocurre lo siguiente:
Los padres saben que su hijo murió.
Pero la libido no acepta la pérdida.
Entonces se produce una escisión del yo: dos verdades conviven sin tocarse.
Esta escisión permite sostener conductas contradictorias:
Asisten al panteón en su aniversario.
Pero dejan la luz encendida para él en su habitación.
Para Freud, este tipo de contradicción no es incoherencia: es un mecanismo de protección del yo ante una pérdida intolerable.
3. El cuarto como fetiche
Freud plantea que el fetiche es un objeto que permite “salvar la realidad” sosteniendo simultáneamente una negación y una aceptación.
En este caso, la habitación cumple la función de fetiche de duelo:
Afirma la presencia del hijo (“su olor, sus cosas”).
Evita enfrentar la castración (la pérdida definitiva).
Permite sostener el desmentido sin colapso del yo.
El cuarto conserva la huella libidinal del objeto. Mientras el fetiche exista, la pérdida no es total.
4. El hijo como extensión narcisista de los padres
Freud describe la relación parental como profundamente narcisista:
"Los hijos cumplen los deseos no satisfechos de los padres; son parte de su narcisismo ampliado.”
Daniel, en vida, encarnaba para Marta y Julián:
La proyección de su yo ideal.
Su promesa generacional.
Un objeto de amor narcisista, más que meramente objetal.
La pérdida del hijo no es solo pérdida de un objeto amado, sino de una parte del yo idealizado depositado en él.
Aceptar su muerte implicaría reconocer una herida narcisista devastadora.
La negación, el fetiche y el delirio preservan la integridad narcisista.
5. El delirio de presencia como intento de curación
Freud señalaba que ciertos delirios no son expresión de locura, sino intentos de sanación del yo:
Reconstrucciones imaginarias para reparar la realidad interna fracturada.
Soluciones psíquicas frente a un acontecimiento que excedió la capacidad de simbolización.
En este caso, el “delirio de presencia” —seguir hablando del hijo, referirse a él en presente, incluirlo en decisiones— se entiende como un intento del aparato psíquico de restituir una realidad soportable.
No es psicótico en estructura, sino una defensa ante la caída del mundo interno que la pérdida provocaría.
6. Elaboración detenida en el umbral del duelo
En el modelo freudiano, el duelo tiene un final: el mundo vuelve a ser lugar sin el objeto amado.
Aquí, el proceso quedó en un duelo congelado:
No llega a melancolía (no hay autoacusación ni pérdida de autoestima).
No llega a elaboración (no hay aceptación ni reinversión libidinal).
Se mantiene en un estado intermedio:
La pérdida no es aceptada.
Tampoco es integrada.
El objeto no está vivo… pero tampoco está mu**to del todo en lo psíquico.
Conclusión freudiana del caso
Este es un caso clásico de duelo patológico fijado, donde:
1. La libido permanece adherida al objeto perdido sin posibilidad de desplazarse.
2. El yo emplea negación para no enfrentar la castración absoluta que implicaría la pérdida del hijo.
3. El cuarto opera como fetiche, sostén del desmentido.
4. El hijo funcionaba como objeto narcisista, cuya pérdida amenaza la coherencia del yo.
5. El delirio de presencia es un intento defensivo de reparación, no evidencia primaria de psicosis.
6. El duelo queda detenido y cristalizado en el fetiche, evitando la elaboración.
*Sergio Rodriguez Bonilla /Psiconalista clínico..