16/08/2025
ESCLEROSIS MÚLTIPLE: CUANDO EL SISTEMA INMUNITARIO ATACA EL CEREBRO Y LA MÉDULA ESPINAL
La esclerosis múltiple es una enfermedad inflamatoria crónica y autoinmune del sistema nervioso central que interfiere con la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Se caracteriza por el daño progresivo a la mielina, la capa protectora que recubre las fibras nerviosas, provocando que las señales eléctricas viajen de forma más lenta o se interrumpan por completo. Aunque su causa exacta aún no se conoce, se cree que es el resultado de una compleja interacción entre predisposición genética y factores ambientales, como infecciones virales, déficit de vitamina D, tabaquismo y ciertos desequilibrios hormonales.
La enfermedad suele presentarse entre los veinte y cuarenta años, afectando con mayor frecuencia a mujeres que a hombres. Su curso es muy variable: en algunos pacientes progresa lentamente, mientras que en otros avanza de forma más agresiva. Existen diferentes formas clínicas, siendo la más común la esclerosis múltiple remitente-recurrente, caracterizada por brotes o episodios de síntomas neurológicos que mejoran parcial o totalmente antes de que aparezcan nuevos.
Los síntomas dependen de las áreas del sistema nervioso afectadas, pero incluyen visión borrosa o doble, pérdida de visión en un ojo, debilidad o entumecimiento en extremidades, sensación de hormigueo, problemas de equilibrio y coordinación, rigidez muscular, fatiga intensa, dificultad para hablar o tragar, alteraciones en la memoria y concentración, y problemas para controlar la vejiga o el intestino. En fases avanzadas, la discapacidad física y cognitiva puede volverse significativa, afectando la independencia y la calidad de vida.
El diagnóstico se basa en la historia clínica, exploración neurológica y pruebas complementarias como resonancia magnética (que revela lesiones desmielinizantes en cerebro y médula espinal), análisis de líquido cefalorraquídeo (para detectar bandas oligoclonales indicativas de inflamación crónica) y estudios de potenciales evocados para evaluar la velocidad de conducción nerviosa. No existe una prueba única que confirme la enfermedad, por lo que el diagnóstico se establece por criterios combinados y exclusión de otras causas.
Aunque la esclerosis múltiple no tiene cura, los tratamientos actuales pueden modificar su curso, reducir la frecuencia de los brotes y ralentizar la progresión de la discapacidad. Entre ellos se incluyen fármacos modificadores de la enfermedad (como interferones beta, acetato de glatirámero, anticuerpos monoclonales y moduladores de esferas de linfocitos), corticoides para controlar las recaídas, y terapias sintomáticas para mejorar la movilidad, el dolor o la fatiga. La fisioterapia, la terapia ocupacional y el apoyo psicológico son componentes esenciales del manejo integral.
La investigación continúa avanzando en busca de terapias más eficaces, incluyendo tratamientos de remielinización y estrategias para frenar el ataque autoinmune. Mientras tanto, el diagnóstico precoz, el seguimiento constante y el compromiso activo del paciente con su tratamiento y estilo de vida saludable siguen siendo la mejor defensa para preservar la función neurológica y la calidad de vida frente a esta enfermedad que, aunque impredecible, no tiene por qué definir el destino de quien la padece.